Cuando con mi hermano Manolo,
llegaba a Huesca desde Siétamo, subido en un carro traqueteante, la burra torda
cambiaba el paso por el trote desde el puente del Isuela hasta la posada de
Laviña; el animal iba al pienso sin pensar y yo pensaba, viendo a mi izquierda
a Santo Domingo y a Santa Rosa al otro lado, que había entrado en un ambiente
dominicano. Me acordaba del Rosario del mes de Octubre en que cantábamos:
”¡Viva María, viva el rosario, viva Santo Domingo que lo ha fundado! ; veía
salir a las niñas de Santa Rosa, la dominica limeña que había nacido el día de
San Lorenzo y una rosaleda de cuentas de rosario, hechas con pétalos de monjas
de Santa Rosa, de niñas colegialas, de rosas místicas, de rosas del paraíso, de
rosas de Abril, de rosas de bronce y de rosas de Belial, florecía en mi
imaginación. Me parecía que iba a hablar con mi parienta la venerable Madre
Berride, que participó en la fundación de Santa Rosa y estuvo enterrada,
primero en la iglesia de Santo Domingo y luego en la de Santa Rosa y hoy yace
en la capilla del Colegio.
Puedo resumir estas impresiones,
apoderándome de la poesía de Valle-Inclán:
“Esta emoción divina es de la
infancia,
cuando felices el camino andamos
y todo se disuelve en la
fragancia
de un(dominical)Domingo de Ramos”.
Yo debí haber cambiado Ramos por
rosas, pero no rima y no puede uno hacerse la ilusión de que los ramos eran de
rosas y éstas había que ir a buscarlas al rosal.
No lo digo yo, lo dicen los
poetas:
“Era un jardín sonriente; era una
tranquila fuente de cristal, era a su borde asomada, una rosa inmaculada de un
rosal. A la orilla de la fuente un caballero pasó y la rosa dulcemente de su
tallo separó”.
Los hermanos Serafín y Joaquín
Alvarez Quintero se lamentan a continuación de la desaparición de la rosa y a
mí me ocurre como a ellos al pasar por el colegio de Santa Rosa. Me acuerdo de
la poesía, un tanto anacrónico, en medio del ruido y de los humos de los
automóviles, mirando el edificio y digo, como ellos: ¿Quién te llevó la rama,
que no estás en el rosal?.
Me acuerdo también de
Valle-Inclán cuando decía: ”El misal donde rezaba aquella santa, que oía en su rezo el canto que encanta, del ave
celeste, del celeste Abril; del ave que sabe la áurea letanía, de Nuestra
Señora la Virgen María.¡Azucena Mística!,¡Torre de Marfil!.
Habla el poeta de azucena
mística, cuando la letanía reza rosa mística y es que como el hábito dominicano
es blanco, trocó la rosa en azucena, pero la explicación del cambio es más
prosaica, pues lo hizo simplemente por falta de sílabas en la rosa. Sin embargo
yo creo en la mentira verdadera del poeta, pues ellos los poetas y los niños
entienden este juego de mentiras con la boca, que son verdades para el corazón.
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