Me he encontrado en Siétamo, con
el abuelo, llamado Laurentino Artero Piedrafita, de dos hermosos niños gemelos.
Y siendo yo otro abuelo de seis nietos, en mi pueblo de Siétamo, nos hemos
puesto a hablar, no de cosas futuras,
sino pasadas. Me contó, en primer lugar que había nacido en el pueblo que se ve
muy bajo, desde lo alto del Puerto Montañés de Monrepós a mil y doscientos
sesenta y dos metros de altura. He dicho que sólo sabemos hablar los viejos o
ancianos de cosas de antes y efectivamente, Laurentino me ha explicado la
historia de la antigua Fábrica de Harinas de Caldearenas. Fábrica, que no quisieron deshacer, ya que tenían una
llamada del futuro, que les daba esperanza y se dieron cuenta de que en una zona
de Montaña tan abrupta, esa Fábrica podía
ser un síntoma de un buen futuro.
Efectivamente, ese porvenir, se basaría en la unión por medio de
Autopistas, de Sagunto, en el Mediterráneo con el Atlántico, circulando los
trenes por las laderas montañosas de Caldearenas, perteneciente al Ayuntamiento
de Sabiñánigo, que hasta ahora han presentado una circulación irregular en la
carretera, desde el kilómetro 603, en Caldearenas, hasta el 506, en Arguis.
En nuestra conversación entre
Laurentino Artero y un servidor, se encendían ideas progresistas de futuro, porque,
como si ocurriera un milagro, al
escuchar tal conversación, los niños,
sonreían.
Aquella zona está quebrada o
rota, pues parece difícil la construcción de una autopista, que supere el Monrepós, desde los I2O2 metros de altura
del mismo Puerto de Monrepós, hasta el nivel mucho más bajo en que se asienta el
nivel del cauce del río Guarga. Es de esperar que cuando se acaben las obras, sea
dulce circular por esta Autovía. El río Gallego
pasa por el lado de la citada Fábrica de Caldearenas. Para endulzar el
paso tan quebrado por la autovía, se levantan pistas elevadas, de cemento y
numerosos puentes.
Ya no se utiliza la Fábrica de
Caldearenas como molino de trigo, sino
que, con muy buen criterio se conserva utilizable, para ser un estímulo del futuro. Desde la Fábrica llevaban
los sacos de cien kilos de harina de trigo al muelle de la Estación de
Ferrocarril. Este ferrocarril forma parte del que va de Zaragoza a Canfranc,
más quebrado que la carretera. Esta Fábrica no funciona pero puede hacerlo,
porque han convertido este Molino en un Museo.
Vemos como se ha hablado, hasta
ahora, de acontecimientos pasados, pero los dueños de la Fábrica, que no quisieron acabar con ella, tenían una llamada
del futuro y se dieron cuenta de que una zona de Montaña tan abrupta, tendría
un porvenir. Y este porvenir se basaría en la unión del Mediterráneo, desde
Sagunto pasando por Canfranc, hasta el
puerto de Burdeos, por sus
laderas montañosas, que, como he dicho, hasta ahora han presentado una
circulación irregular desde el kilómetro 603, en Caldearenas, hasta el
kilómetro 596, en Arguis.
En nuestra conversación entre
Laurentino Artero y un servidor, parecen
encenderse ideas progresistas de futuro, pues al escuchar aquella conversación,
los dos niños, sonreían, como aquel que se da cuenta de un porvenir feliz. Aquellos
niños, parecían presidir la conversación entre Laurentino Ascaso Piedrafita y
yo, tal vez porque eran profetas de ese feliz porvenir, a pesar de que aquella zona está quebrada desde los mil
doscientos sesenta y dos metros de altura hasta el bajo nivel de Caldearenas, al nivel del
cauce del río Gállego. Es de esperar que cuando se acaben las obras, será dulce
circular por esta autovía. El río Gállego
pasa por un lado de la Fábrica y sus aguas molían el trigo. La presa era de
piedra y me dice Laurentino que la llamaban, no sé si sería en lengua aragonesa, Matral. En aquellos pueblos no había luz, hasta el año
de 1929, pero hace ya más de setenta años se puso una turbina, que dio luz a Jabierrelatre, con su
embalse, a Caldearenas, a Aquilué, San Vicente y Serué, que se ve desde el
Puerto de Monrepós. Subiendo por Orna de Gallego, se alcanza Abena, Ara, Binué
y torciendo, a la izquierda se puede
llegar al Oroel de 1770 metros de altura cerca de la Virgen de la Cueva. Está
toda esta Comarca llena de los misterios del Oroel y de la virgen de la Cueva El
año de 1942, el padre de Laurentino era muy labrador y arrendó la Pardina de
Camporés, cerca de Ara y de Abena, camino del Monte Oroel. Por el Norte, llega
la cordillera hasta Bailo, Botaya, Bernués, Ara. Por el Este, Sabiñánigo se
acerca a orillas del río Gallego. Por el
Oeste se encuentran Salinas de Jaca, Agüero, Anzánigo, para unirse con Caldearenas. Parece
que caminas por una tierra sagrada, con el Monte Oroel, al que el pueblo de
Bailo te invita a subir a San Juan de la Peña, y en Agüero contemplas la
Iglesia de Santiago, donde parece ser que hay en la piedra, un escrito en
vasco. Los nombres de esta zona recuerdan el vasco con los nombres de
Jabierrelatre, Latrás, Orna de Gallego, Arto, Ara, Abasa, Navas y muchos otros.
El río Gallego te va llevando a
Murillo de Gallego, que por Ayerbe, va bajando hacia el río Ebro, encontrándose
con la Carretera de Jaca. Hay en este espacio límites por el Norte con la Peña
Oroel y San Juan de la Peña, por el Sur con la Sierra que eleva el Puerto de Monrepós,
por el Oeste con la carretera de Jaca y por el Este con la nueva Autovía , que
sube a Sabiñánigo y que esta ciudad baja. La de Sabiñánigo se preparó para la
Guerra Civil, para comunicar a Huesca con Sabiñánigo y que luego convirtió la aldea de Sabiñánigo
en un Centro Industrial.
Pasado el túnel superior de la
Autovía hacia Sabiñánigo, al nivel inferíor
de las corrientes de las aguas, encontramos
a la derecha el río Guarga, circulando
por su precioso y casi abandonado Valle, acompañado por una carretera que nos
conduce al Serrablo. ¡No quedan casi personas en aquel Valle y en el vecino de
Nocito, pero permanece un recuerdo espiritual y humano de San Urbez!. Pero
quedan pequeños pueblos y restos de
ellos, como Ordovés, Abenilla, Molino de Villovas y Villobas,Yéspola ,San
Esteban de Guarga, Lasosa….Aineto y otros más.
En el lado izquierdo de la
Autovía, que sube, buscando el Norte, hacia Sabiñánigo, con Caldearenas al Sur
y los pueblos de Aquilué, San Vicente y Serué, se asienta a orillas del río
Gallego, con su Fábrica de Harinas, que no se acaba, aunque no muele, pero aparecen por la
primitiva zona del monte de Caldearena, señales de futuro, como cuatro túneles
y trece viaductos, que facilitan el paso hacia Sabiñánigo. Aquella, hoy olvidada zona, ya estudió en otros tiempos
su comunicación con Jaca, pasando desde
Caldearenas por el Embalse de Jabierrelatre, Latrás, Orna de Gallego, Arto,
Ara, Abena y Navasa, entre otros pueblos, para llegar a Jaca.
Nace el Gallego en el límite con
Francia, pues su nombre de Gallego o Galaico, viene de las Galias, pasa el
Pirineo y baja por Sallent, Panticosa y Biescas, para pasar por Sabiñánigo, donde
el Gallego hace un “codo”, que se mete por Orna de Gallego, para pasar por
Caldearenas y cerca de Jabierrelatre, va
a parar a Triste, discurriendo por
Murillo de Gallego, Santa Eulalia de Gallego y acabar desembocando en la provincia
de Zaragoza. De ese “codo”, sale el río Gallego, que da unidad a todo él, hasta
Salinas de Jaca. Cuando se construyó la Carretera de Sabiñánigo, se separó de la de Jaca. Y esta obra creó el desarrollo de
Sabiñánigo. No ha perjudicado esta nueva
carretera a Jaca, que ahora verá acrecentada su actividad turística,
favoreciendo al mismo tiempo el porvenir
industrial de Sabiñánigo y de esa zona desde el Oroel hasta Monrepós y el Valle
del Serrablo.
Siguiendo desde el cruce del río
Guarga con la autovía, se va hacia Sabiñánigo, pasando por Lanave, por el Hostal de Ipiés,
por Ipiés, y por el lado del embalse de
Jabarrella, se llega a Sabiñánigo, después de abandonar el encuentro del Valle del Serrablo, con la Autovía.
Sabiñánigo, a cuyo Ayuntamiento
pertenece Caldearenas, ha sido un ejemplo de aldea convertida en una Ciudad
Industrial, que ha dado esperanza a Aragón, unido desde Francia hasta Zaragoza por
el río Gallaico. Estaba construida la carretera de Jaca, pero se acertó al
inaugurar la de Sabiñánigo. En aquella zona desde Jaca y Sabiñánigo hasta Monrepós
y Ayerbe y desde la autopista en construcción, que pasará por Lanave, Ipiés y
Hostal de Ipiés hasta Agüero y Ayerbe, hay monumentos como Santiago de Agüero,
la parroquia de San Miguel de Orna de Gallego, que pertenecen a la Pedanía de
Sabiñánigo, que se encuentra sobre una meseta, a orillas del río Gallego, que
se construyó en el siglo XI, con los estilos lombardo y jaqués.
En nuestras conversaciones con
Laurentino Gallego, parecen presentarse
ideas de progreso de la zona del Gallego, cuando me citaba emocionado la
fábrica de harinas de Caldearenas, que todavía puede funcionar y aunque no lo
hace, parece que espera, que esté en marcha la cercana Autovía, que comunicará
Sagunto con Francia, por Canfranc. Sus
nietos, pequeños niños, se reían al oírnos.
Al lado de San Juan de la Peña, se
encuentra Botaya, de donde tengo antepasados y en el Monasterio está enterrado
el Conde de Aranda, hijo como yo de Siétamo, que fue un genio del desarrollo de
Aragón, que quería crear como Puerto Marino de Aragón, la desembocadura del río
Ebro en el Mar Mediterráneo. Menos mal
que ahora estaremos unidos con el Mediterráneo, desde Sagunto hasta Europa.
Laurentino Ascaso Piedrafita, el
que está sentado en un banco de la Plaza Mayor de Siétamo, tiene un recuerdo
que le une con las tierras que cruzan las aguas del Gallego, al que recuerda
con un gran cariño. El año de 1942, hará unos setenta y tres años, cuando él
sólo tenía seis, lo subieron con toda su familia a la Pardina de Camparés, de
arrendadores, para cultivarla. Desde ella se veía la Peña Oroel y estaba
cercana a Ara y a Abena. Parecía aquel monte un terreno bendecido por el Cielo,
pero era un lugar de inmensa soledad.,
pues estaban a unos siete kilómetros del pueblo de Ara. No tenía porvenir en
dicha Pardina y cuando fue un poco mayor se puso a trabajar con Cáncer y
Cebrián, que fabricaba los camiones Pegaso y en tal trabajo estuvo unos treinta
años. También trabajó en el desaparecido pueblo de Salinas de Jaca, donde
obtenían sal para la industria.
Hoy, sentado conmigo en un banco,
contemplando a sus dos nietos gemelos, se acuerda de la soledad de la Pardina
de Camparés, pero está lleno de cariño, contemplando a sus dos nietos, que sonríen por un porvenir,
que alegrará la Autovía en Caldearenas y los pueblos por los que se corre el río
Gallego.
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