domingo, 29 de abril de 2018

Rafael Andolz




Señoras y Señores: Yo no bebo alcohol y sin estar chispa, veo chispas por todas partes; no estoy ante un hogar donde la leña chisporrotea y sigo viendo chispas por todos los lugares. No se ofendan porque, teniéndoles a ustedes delante de mí, pudieran tomarlo al pie de la letra y no tengo que recurrir al truco de taparme los ojos, como aquel que tapándoselos, le decía a la novia, delante de un enorme finca: todo lo que veo es mío. Así no mentía físicamente, pero moralmente sí porque a la hembra placentera, con el cebo del enorme campo, lo que pretendía era llevársela a su pobre huerto. Alguno de ustedes  puede pensar, ¿a qué huerto nos quiere llevar este tío?.Simplemente voy a tratar de explicarme a mí mismo, porque se dice que el humor tiene chispa.
Las chispas se producen por el roce, por el choque de dos cuerpos. Cuando las mulas, con sus herraduras, golpean el suelo pedregoso, saltan chispas, cuando nuestros antiguos golpeaban dos pedernales o petreñas” soltaban “purnas” o chispas sobre la yesca o el “lastón” seco y provocaban  fuego. Yo no las he visto, pero dicen que también saltan cuando los hombres riñen y se insultan. Y es que las chispas al producirse, engendran algo, bueno o malo: en los coches, combustión de la gasolina, en los mecheros la chispa, fuego para encender el cigarrillo; todo esto es bueno, pero en ocasiones ya saben que “parva scintilla mágnum excitavit  incendium”, una pequeña chispa provocó un gran incendio.
Igual pasa con la chispa del humor, unas veces provoca el buen humor y otras como la de Gurruchaga provoca un gran incendio de mal humor, entre unos y de bueno entre otros.
Una chispa en unos casos enciende un placentero cigarro y en otros un incendio. Pero para que haya humor tiene que saltar la chispa del humor. Si no hay chispa no funciona, como le pasó al alcalde de Albero, que estaba frente al Correos, dale que te pego al pedal de la moto y no se ponía en marcha. Al preguntarle un guasón que le pasaba a la moto, le contestó el de Albero: ”¡Que ha de pasar, que no espurnia!”.
En el humor salta la chispa del roce o contraste entre lo serio y lo ridículo y el buen observador verá saltar la chispa, simplemente, mirando el contraste, en la vida, entre el sentido común y el discurrir de ella, tantas veces irracional, absurdo y ridículo. Una de las definiciones del humor, dicen que, consiste en presentar de un modo serio a alguien o a algo ridículo, como hacía aquel sacristán que de una mujer pintarrajeada, superacicalada  y súper atractiva vestida con ropas que pretendían ser originales, cuando en realidad parecía un espantapájaros, decía.”Parece  una madama!. Presentar con humor a Rafael Andolz, resulta difícil, por no decir imposible porque si de un personaje serio se dicen cosas serias, nos quedaremos en la seriedad, jamás entraremos en el humor. Sin embargo, si observamos su rostro moreno con esos ojos atónitos, nos recordará a la lechuza, que además de ser el ave de la sabiduría, se fija mucho. Ese fijarse, aparentemente ridículo de la lechuza, lo cambiamos por esos ojos escrutadores de Rafael, tan serio y habremos hecho humor. Espero que el aludido que escribe sobre el humor aragonés, lo tome en tal sentido, teniendo en cuenta como atenuante de mi afirmación que Unamuno fue caricaturizado como una lechuza.
Si, Rafael cree en el humor, si no, no hubiera escrito este libro, en cambio Unamuno quizá con su sentimiento y resentimiento trágico de la vida dijo: ”Eso que se llama por ahí humorismo, el legítimo ni ha prendido en España apenas, ni es fácil que en ella prenda”.
Yo creo que tienen razón los dos. Rafael recoge, no exclusivamente porque es imposible, anécdotas humorísticas, que pocas veces son finas, porque un pueblo pobre, inculto, oprimido al que tan bien ha pintado Goya (véase el humor negro) es difícil que se exprese con finezas y zalemas, pero el humor ha prendido y debemos trabajar para que se desarrolle de un modo más fino y no grosero o pasota.
Hay que investigar en nuestro humor aragonés. Aquí, en este libro tenemos datos, pero no olvidemos que, dentro de nuestra condición humana no podemos olvidarnos de esos humores sanguíneos, atrabiliarios, biliares, linfáticos y porque no decirlo, marrones, que son comunes a todos los hombres y no-propiedad exclusiva de los aragoneses.
La lechuza se fija mucho, pero no habla y menos escribe. Rafael habla poco, pero después de fijarse, no para de escribir. Y ese fijarse le lleva a hacer que también los demás se fijen. Hace poco, acompañado de un amigo vasco, me preguntó que desde dónde se podría observar una buena perspectiva de la Sierra de Guara; es indudable que él había visto y conocía la Sierra (humor aragonés: preguntar lo que se ve) y la había mostrado a los muchachos que acompañaba, para que la amaran, pero quería que el vasco se fijara en nuestra Sierra de Guara. En este tema se le adelantó evidentemente Pierre Minvielle, pero porque nació antes, sin embargo en nuestra fabla, en la que era difícil de fijarse con los ojos, él se fijó con los oídos y la plasmó en el mayor diccionario que sobre ella existe, para que nos entrara por los ojos. La lechuza no tiene orejas y Rafael sí; en cambio la lechuza tiene alas y Rafael no, pero las sustituye con piernas, que lo han llevado a los rincones más recónditos de nuestra bendita tierra y lo han aproximado a escuchar las voces de hombres y mujeres que nunca  habían sido escuchadas hasta que él llegó a hacerlo. Pero también ha recorrido las parideras por donde no había pasado nunca ni Nuestro Señor, para enterarse de las venturas y desventuras del Cucaracha, bandolero que por ser aragonés era más generoso y justiciero que los andaluces y éstos han salido en novelas y películas y el nuestro, nada de nada hasta que nuestro hombre publicó el libro de su vida.            .
Es difícil, a veces, para la gente aragonesa distinguir lo serio de lo que puede ser objeto de humor, porque es capaz de ridiculizar todo,  incluida  nuestra fabla, a la que Rafael tomó en serio con su diccionario.
¡Cuántos aragoneses cultos han sido unos somardas  con los aragoneses que conservaban su lengua!.Algo de eso pasó, pero mucho más mitigado, en Cataluña y en el  País Vasco, pero allí eran forasteros los socarrones!.El socarrón adoptando una actitud seria, ridiculiza a los demás; entre nosotros, el somarda, palabra nuestra, lo hace con más crueldad. (El regreso de Edelmiro, de  Sender)
Efectivamente nuestro somarda ataca, satiriza, descalifica con humor duro a aquel que pone de manifiesto grandes defectos. A aquel que no deja en paz a las mujeres lo llaman buco o bucardo, según su grado de salacidad.
Cuando alguno, por interés, se casa con una mujer manifiestamente disoluta, le dicen que tendrá que “desanchar” a puerta. Si uno es avariento, dicen de él que no come por no  chagar  o evacuar. Si alguien quiere quedar bien con los forasteros y los lleva a casa ajena, le achacan de quedar bien con lo de “otri”.
Cuando se trata de un vanidoso que presume de algo que supera sus posibilidades, exclaman: ”¡De qué le viene a o tocino, llevar a coda tiesa!”. Nos hemos topado con las mazadas, de las que Rafael habla. Bien aplicadas dan un humor rotundo como el golpe de una maza o mallo. Esta sátira, no se limita a los individuos, sino que se extiende a los partidos políticos, a los pueblos o a las entidades que piden y piden. Los legos de los conventos y algún vecino pedían paja, por amor a Dios o por buena vecindad y si les decían que sí, la prensaban en mandiles enormes, tanto que el labrador le dijo al gorrón: ya habrás robau o mandil en un circo, refiriéndose  al toldo que los cubre.
A veces esa sátira es cantada en forma de jota, como cuando los de mi pueblo quisieron regar sus campos. Se pusieron de acuerdo par levantar una presa en el río, cerca de Arbaniés. Les facilitaría la tarea el derribar una roca sobre el cauce y como ya es clásico en nuestra tierra, ataron a ella una soga y se pusieron a tirar, hasta que se dieron la correspondiente culada, como recoge Andolz en  Almudévar.
Fracasó el proyecto y desde entonces cantan y dicen: ”Los señores de Siétamo, pusieron el monte en huerta y “pa “ la Virgen de Nunca, pasa el agua por la acequia”. Para redondear la sátira, añadían como estribillo”: “Ay, que me mojo” y de ahí que a los de Siétamo, nos llamen “Memojos”. Gran número de apodos cita Rafael Andolz en su libro y cada uno de ellos es una píldora que si se abre, nos pone al descubierto una pequeña historia cómica o tragicómica.
La extensión del libro no ha permitido a su autor entrar en un análisis profundo del humor de nuestros paisanos, pero nos ha plasmado un anecdotario popular, en el que el investigador encontrará material abundante para su estudio.
Ya en el marqués de Santillana  encontramos una poesía en que a los aragoneses nos asimilaba a los navarros y nos trataba un poco de fachendosos o faroleros. También dijo alguien, que ahora no recuerdo que éramos muy amigos de los escudos y de enseñarlos.
Tal vez sean un poco faroles, pero más amigos de apagarlos. (Os daré un pollo si me pone  una falcada bien grande. ¡Qué mañosos, “miá” que meter toda la cosecha en una falcada!.
Otra característica nuestra es un gran sentido de la justicia, pero hasta de ella hace burla Pedro Saputo con su cuento ”La justicia de Almudévar”.
Hemos tenido grandes satíricos, empezando por Marcial, siguiendo por Gracián  y Braulio Foz, hasta López Allué, pero hemos cultivado poco la comedia de los clásicos, que tenía la misma finalidad que nuestra sátira:  combatir  los vicios.
De los relatos de Andolz aquellos clásicos hubieran creado grandes comedias.
De los creadores de buen humor, en los tiempos arcaicos, acuden a mi memoria los nombres de Cristófanes y Menandro, entre los griegos y de Plauto y Terencio, entre los romanos.
Se pasa la vida el que ha estudiado de memoria, recordando esos nombres que suenan bien, pero de cuyo ingenio no puede gozar, porque no ha leído nada de ellos y se ríe con el ingenio de Tip y Coll y con el de Mª Carmen y Doña Rogelia. Pero yo he tenido la suerte de que cayera en mis manos la obra de Plauto: ”La comedia de la olla”,y resulta que esta obra que se representó antes de Cristo ha seguido representándose en nuestros pueblos desde entonces y ahora, que ya la creíamos periclitada, ha vuelto a resurgir con nuevos bríos, desde que el Señor Miterrand llegó al poder en Francia. Me lo contó un francés, diciéndome que  el dinero  se había  hecho  amigo, nuevamente de los calcetines, los colchones, los ladrillos y las ollas. En España ocurre lo mismo, aunque es difícil de saberlo porque de la misma forma que el viejo Euclión no hablaba con nadie de su olla, tampoco nuestros contemporáneos dicen nada de sus escondites y de sus olletas.
¡Cuántas veces la comedia de Plauto, con su humor, se ha repetido en nuestros pueblos!. Todos ustedes habrán oído contar algún caso.
Rafael Andolz nos ha presentado un libro que contiene una larga, no podemos llamarla bibliografía, pero sí populoauditoría de chispas de humor, que nos hacen ver que ese humor aragonés está entre nosotros, pero es una invitación ante la crisis del humor (negada por algunos) a cultivarlo y a desarrollarlo.



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