Señoras y Señores: Yo no bebo
alcohol y sin estar chispa, veo chispas por todas partes; no estoy ante un
hogar donde la leña chisporrotea y sigo viendo chispas por todos los lugares.
No se ofendan porque, teniéndoles a ustedes delante de mí, pudieran tomarlo al
pie de la letra y no tengo que recurrir al truco de taparme los ojos, como
aquel que tapándoselos, le decía a la novia, delante de un enorme finca: todo
lo que veo es mío. Así no mentía físicamente, pero moralmente sí porque a la hembra
placentera, con el cebo del enorme campo, lo que pretendía era llevársela a su
pobre huerto. Alguno de ustedes puede
pensar, ¿a qué huerto nos quiere llevar este tío?.Simplemente voy a tratar de
explicarme a mí mismo, porque se dice que el humor tiene chispa.
Las chispas se producen por el
roce, por el choque de dos cuerpos. Cuando las mulas, con sus herraduras,
golpean el suelo pedregoso, saltan chispas, cuando nuestros antiguos golpeaban
dos pedernales o petreñas” soltaban “purnas” o chispas sobre la yesca o el
“lastón” seco y provocaban fuego. Yo no
las he visto, pero dicen que también saltan cuando los hombres riñen y se
insultan. Y es que las chispas al producirse, engendran algo, bueno o malo: en
los coches, combustión de la gasolina, en los mecheros la chispa, fuego para
encender el cigarrillo; todo esto es bueno, pero en ocasiones ya saben que
“parva scintilla mágnum excitavit
incendium”, una pequeña chispa provocó un gran incendio.
Igual pasa con la chispa del
humor, unas veces provoca el buen humor y otras como la de Gurruchaga provoca
un gran incendio de mal humor, entre unos y de bueno entre otros.
Una chispa en unos casos enciende
un placentero cigarro y en otros un incendio. Pero para que haya humor tiene
que saltar la chispa del humor. Si no hay chispa no funciona, como le pasó al
alcalde de Albero, que estaba frente al Correos, dale que te pego al pedal de
la moto y no se ponía en marcha. Al preguntarle un guasón que le pasaba a la
moto, le contestó el de Albero: ”¡Que ha de pasar, que no espurnia!”.
En el humor salta la chispa del
roce o contraste entre lo serio y lo ridículo y el buen observador verá saltar
la chispa, simplemente, mirando el contraste, en la vida, entre el sentido
común y el discurrir de ella, tantas veces irracional, absurdo y ridículo. Una
de las definiciones del humor, dicen que, consiste en presentar de un modo
serio a alguien o a algo ridículo, como hacía aquel sacristán que de una mujer
pintarrajeada, superacicalada y súper
atractiva vestida con ropas que pretendían ser originales, cuando en realidad
parecía un espantapájaros, decía.”Parece
una madama!. Presentar con humor a Rafael Andolz, resulta difícil, por
no decir imposible porque si de un personaje serio se dicen cosas serias, nos
quedaremos en la seriedad, jamás entraremos en el humor. Sin embargo, si
observamos su rostro moreno con esos ojos atónitos, nos recordará a la lechuza,
que además de ser el ave de la sabiduría, se fija mucho. Ese fijarse,
aparentemente ridículo de la lechuza, lo cambiamos por esos ojos escrutadores
de Rafael, tan serio y habremos hecho humor. Espero que el aludido que escribe
sobre el humor aragonés, lo tome en tal sentido, teniendo en cuenta como
atenuante de mi afirmación que Unamuno fue caricaturizado como una lechuza.
Si, Rafael cree en el humor, si
no, no hubiera escrito este libro, en cambio Unamuno quizá con su sentimiento y
resentimiento trágico de la vida dijo: ”Eso que se llama por ahí humorismo, el
legítimo ni ha prendido en España apenas, ni es fácil que en ella prenda”.
Yo creo que tienen razón los dos.
Rafael recoge, no exclusivamente porque es imposible, anécdotas humorísticas,
que pocas veces son finas, porque un pueblo pobre, inculto, oprimido al que tan
bien ha pintado Goya (véase el humor negro) es difícil que se exprese con
finezas y zalemas, pero el humor ha prendido y debemos trabajar para que se
desarrolle de un modo más fino y no grosero o pasota.
Hay que investigar en nuestro
humor aragonés. Aquí, en este libro tenemos datos, pero no olvidemos que,
dentro de nuestra condición humana no podemos olvidarnos de esos humores
sanguíneos, atrabiliarios, biliares, linfáticos y porque no decirlo, marrones,
que son comunes a todos los hombres y no-propiedad exclusiva de los aragoneses.
La lechuza se fija mucho, pero no
habla y menos escribe. Rafael habla poco, pero después de fijarse, no para de
escribir. Y ese fijarse le lleva a hacer que también los demás se fijen. Hace
poco, acompañado de un amigo vasco, me preguntó que desde dónde se podría
observar una buena perspectiva de la Sierra de Guara; es indudable que él había
visto y conocía la Sierra (humor aragonés: preguntar lo que se ve) y la había
mostrado a los muchachos que acompañaba, para que la amaran, pero quería que el
vasco se fijara en nuestra Sierra de Guara. En este tema se le adelantó
evidentemente Pierre Minvielle, pero porque nació antes, sin embargo en nuestra
fabla, en la que era difícil de fijarse con los ojos, él se fijó con los oídos
y la plasmó en el mayor diccionario que sobre ella existe, para que nos entrara
por los ojos. La lechuza no tiene orejas y Rafael sí; en cambio la lechuza
tiene alas y Rafael no, pero las sustituye con piernas, que lo han llevado a
los rincones más recónditos de nuestra bendita tierra y lo han aproximado a
escuchar las voces de hombres y mujeres que nunca habían sido escuchadas hasta que él llegó a
hacerlo. Pero también ha recorrido las parideras por donde no había pasado
nunca ni Nuestro Señor, para enterarse de las venturas y desventuras del
Cucaracha, bandolero que por ser aragonés era más generoso y justiciero que los
andaluces y éstos han salido en novelas y películas y el nuestro, nada de nada
hasta que nuestro hombre publicó el libro de su vida. .
Es difícil, a veces, para la
gente aragonesa distinguir lo serio de lo que puede ser objeto de humor, porque
es capaz de ridiculizar todo,
incluida nuestra fabla, a la que
Rafael tomó en serio con su diccionario.
¡Cuántos aragoneses cultos han
sido unos somardas con los aragoneses
que conservaban su lengua!.Algo de eso pasó, pero mucho más mitigado, en
Cataluña y en el País Vasco, pero allí
eran forasteros los socarrones!.El socarrón adoptando una actitud seria,
ridiculiza a los demás; entre nosotros, el somarda, palabra nuestra, lo hace
con más crueldad. (El regreso de Edelmiro, de
Sender)
Efectivamente nuestro somarda
ataca, satiriza, descalifica con humor duro a aquel que pone de manifiesto
grandes defectos. A aquel que no deja en paz a las mujeres lo llaman buco o
bucardo, según su grado de salacidad.
Cuando alguno, por interés, se
casa con una mujer manifiestamente disoluta, le dicen que tendrá que
“desanchar” a puerta. Si uno es avariento, dicen de él que no come por no chagar
o evacuar. Si alguien quiere quedar bien con los forasteros y los lleva
a casa ajena, le achacan de quedar bien con lo de “otri”.
Cuando se trata de un vanidoso
que presume de algo que supera sus posibilidades, exclaman: ”¡De qué le viene a
o tocino, llevar a coda tiesa!”. Nos hemos topado con las mazadas, de las que
Rafael habla. Bien aplicadas dan un humor rotundo como el golpe de una maza o
mallo. Esta sátira, no se limita a los individuos, sino que se extiende a los
partidos políticos, a los pueblos o a las entidades que piden y piden. Los
legos de los conventos y algún vecino pedían paja, por amor a Dios o por buena
vecindad y si les decían que sí, la prensaban en mandiles enormes, tanto que el
labrador le dijo al gorrón: ya habrás robau o mandil en un circo,
refiriéndose al toldo que los cubre.
A veces esa sátira es cantada en
forma de jota, como cuando los de mi pueblo quisieron regar sus campos. Se
pusieron de acuerdo par levantar una presa en el río, cerca de Arbaniés. Les
facilitaría la tarea el derribar una roca sobre el cauce y como ya es clásico
en nuestra tierra, ataron a ella una soga y se pusieron a tirar, hasta que se
dieron la correspondiente culada, como recoge Andolz en Almudévar.
Fracasó el proyecto y desde
entonces cantan y dicen: ”Los señores de Siétamo, pusieron el monte en huerta y
“pa “ la Virgen de Nunca, pasa el agua por la acequia”. Para redondear la
sátira, añadían como estribillo”: “Ay, que me mojo” y de ahí que a los de
Siétamo, nos llamen “Memojos”. Gran número de apodos cita Rafael Andolz en su
libro y cada uno de ellos es una píldora que si se abre, nos pone al
descubierto una pequeña historia cómica o tragicómica.
La extensión del libro no ha
permitido a su autor entrar en un análisis profundo del humor de nuestros
paisanos, pero nos ha plasmado un anecdotario popular, en el que el
investigador encontrará material abundante para su estudio.
Ya en el marqués de
Santillana encontramos una poesía en que
a los aragoneses nos asimilaba a los navarros y nos trataba un poco de
fachendosos o faroleros. También dijo alguien, que ahora no recuerdo que éramos
muy amigos de los escudos y de enseñarlos.
Tal vez sean un poco faroles,
pero más amigos de apagarlos. (Os daré un pollo si me pone una falcada bien grande. ¡Qué mañosos, “miá”
que meter toda la cosecha en una falcada!.
Otra característica nuestra es un
gran sentido de la justicia, pero hasta de ella hace burla Pedro Saputo con su
cuento ”La justicia de Almudévar”.
Hemos tenido grandes satíricos,
empezando por Marcial, siguiendo por Gracián
y Braulio Foz, hasta López Allué, pero hemos cultivado poco la comedia
de los clásicos, que tenía la misma finalidad que nuestra sátira: combatir
los vicios.
De los relatos de Andolz aquellos
clásicos hubieran creado grandes comedias.
De los creadores de buen humor,
en los tiempos arcaicos, acuden a mi memoria los nombres de Cristófanes y
Menandro, entre los griegos y de Plauto y Terencio, entre los romanos.
Se pasa la vida el que ha
estudiado de memoria, recordando esos nombres que suenan bien, pero de cuyo
ingenio no puede gozar, porque no ha leído nada de ellos y se ríe con el
ingenio de Tip y Coll y con el de Mª Carmen y Doña Rogelia. Pero yo he tenido
la suerte de que cayera en mis manos la obra de Plauto: ”La comedia de la
olla”,y resulta que esta obra que se representó antes de Cristo ha seguido
representándose en nuestros pueblos desde entonces y ahora, que ya la creíamos
periclitada, ha vuelto a resurgir con nuevos bríos, desde que el Señor
Miterrand llegó al poder en Francia. Me lo contó un francés, diciéndome
que el dinero se había
hecho amigo, nuevamente de los
calcetines, los colchones, los ladrillos y las ollas. En España ocurre lo
mismo, aunque es difícil de saberlo porque de la misma forma que el viejo
Euclión no hablaba con nadie de su olla, tampoco nuestros contemporáneos dicen
nada de sus escondites y de sus olletas.
¡Cuántas veces la comedia de
Plauto, con su humor, se ha repetido en nuestros pueblos!. Todos ustedes habrán
oído contar algún caso.
Rafael Andolz nos ha presentado
un libro que contiene una larga, no podemos llamarla bibliografía, pero sí populoauditoría
de chispas de humor, que nos hacen ver que ese humor aragonés está entre
nosotros, pero es una invitación ante la crisis del humor (negada por algunos)
a cultivarlo y a desarrollarlo.
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