Querido amigo Antonio, que me
escribes desde la gran capital mediterránea Barcelona y yo me pongo a
contestarte mirando a la Fábrica de Harinas de Siétamo por encina de la cual
puedo ver la Sierra de la Carrodilla,
más allá de la cual se encuentra Lérida y más allá preside, como acabo de
escribir, la gran capital mediterránea de Barcelona. Desde la ventana por la
que contemplo el oriente de Aragón gozo en el verano, del viento de la
“marinada”, que refresca muchas noches el caluroso ambiente de los días. No
está lejos el mar Mediterráneo, pues en línea recta yo creo que nos separan
menos de doscientos kilómetros. Las carreteras con sus curvas,
alejan Siétamo de Tarragona, como
ahora están trazando sobre el terreno la Autovía Lérida- Pamplona y yo creo que
la distancia quedará un tanto rebajada.
No se verá desde la Autovía la
Fábrica de Harinas, pero desde esta ventana, por la que se miraba el
constructor de ella, mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, yo, hace ya muchos años
que me miraba ese tejado de tejas elegantes, en el que se podía leer desde
lejos: Molinos Ylla. Por el sur, pasa el camino que fue la Vía Romana que
conducía a Alquezar. Por el Norte sube buscando la corriente del agua del río
Guatizalema, una acequia hecha por mi abuelo, toda ella adornada de árboles,
para aportar al Molino la fuerza necesaria para moler. Por el Oriente se ve el
Monasterio de El Pueyo y debajo de él, en
Barbuñales nació tu admirado Félix de Azara, pariente mío, como se ve en
el escudo de armas, que junto al de Almudévar, está tallado en el armario del
salón de mi casa. Aquel tejado de la harinera era como un monumento alzado al
cielo, para recordar inquietudes pasadas y vidas humanas de molineros, muleros,
con carros de trigo y de gentes, como tú.
Antonio Segalés, que dirigiste el
funcionamiento de esa fábrica, antes de marcharte a América. Allí conviviste
entre otros muchos, con Avelino Zamora, ya difunto y al que venías a ver en Siétamo, para recordar tiempos
pasados. Pero tú mismo dices, aquel
tejado noble de la Harinera ha caído o lo han tirado y aquel recuerdo se está
convirtiendo en una profecía oscura del porvenir que nos espera o más bien nos
está ya desesperando.
Como afirmas en tu frase: “Bajo
aquel techo, viví unos años, que en el transcurso del tiempo, no solamente, los
recuerdo sino que los revalorizo, por lo
mucho que me instruyeron sobre lo que es el poder de la mente”. Efectivamente,
nunca podrás olvidar aquellas gentes, pues no estaban contaminadas y vivían una
vida natural, preocupadas por su trabajo, por sus huertos, por la caza de
conejos y perdices, por coger olivas y por tener satisfecha a su familia. Tú te
acuerdas de aquellos viejos maestros, como yo me acuerdo de mi abuelo Manuel
Almudévar Vallés, que compró cerca de donde hizo nacer la acequia, una parcela
que le suministró las piedras con las que adornó las orillas y los azarbes de
la acequia. Ahora, por el camino de la Fábrica voy alguna vez de peregrinación
a la parcela yerma y le dedico un recuerdo a mi abuelo y a los que con él, trabajaron en la construcción y en
la molienda durante tantos años.
Si Antonio Segalés tiene que
agradecer a Aragón sus enseñanzas, mis antepasados los Zamora del siglo
diecisiete, iban a vender desde Huesca, los productos de su industria a Barcelona.
Al llegar al río Cinca, tuvieron que cruzarlo a nado. Estuvieron a punto de
ahogarse, pero dicen que los salvaron las oraciones que dirigieron a su tía la
Venerable Madre Berride.
Siento mucho tu malestar al
enterarte de la pérdida de un tejado que en sus tiempos lo cubrió, pero más,
tal vez lo sienta yo, porque veré como, poco a poco, se va desmoronando la
Harinera que construyó mi abuelo. Comprendo totalmente tu tristeza “por el
hundimiento de aquel bonito tejado”
y yo a
este recuerdo añado el de aquel
fraile o sacerdote que para la Guerra Civil, llegó al terreno de la Fábrica, enrolado en las
fuerzas republicanas. Le mandaron gritar viva el ateísmo y él gritó : Viva Cristo Rey. Allí mismo encima de
la Fábrica lo fusilaron y allí está
enterrado tal vez abrasado, como acompañando con su cuerpo a los que trabajaron
tanto en la Harinera para conseguir “El pan nuestro de cada día”.
Antonio Segalés, que dominó el
castellano y el catalán y tiene una escritura elegante, de la misma forma que
estudió castellano y catalán y recreó al hombre con ambas lenguas, fue un
hombre que vivió el
trabajo y buscó
como hicieron los españoles
antiguos, el bienestar y la cultura de todos los ciudadanos. Y es que
no sólo se conformó con el
trabajo, sino que cultivó el espíritu. Basta leer la carta que me escribió el
10 de Octubre de 2.011, que se expresa así: “Estimado amigo: Van pasando los días de nuestra ya
larga existencia, nadie nos puede quitar el caudal de todo lo cosechado.
Nuestro Félix de Azara y también Miguel Servet, seguro que disfrutaron con este
estilo de existencia, llegando a la conclusión de que una vida llena, con
abundante aventura, le saca tiempo a la muerte.
Quiero pensar que todo lo tuyo va
marchando, y desearía que aquella discutida justicia que se aplicó en Almudévar, se repita si hace falta, pues
Ignacio Almudévar Zamora, hay uno sólo en toda la provincia de Huesca.
Siempre que he tenido ocasión, he
resaltado que el sabio Miguel Servet, habiendo nacido en una zona aragonesa
bilingüe, dominó el castellano y el catalán, y se ejercitó en el conocimiento
del griego, del hebreo y de otras lenguas. Me place hacerte llegar este
interesante artículo de Gregorio Morán, que nos ilustra sobre la sabiduría y el
firme carácter ¡bien aragonés!, que heredó aquel hijo ilustre de Villanueva de
Sigena.
Tu amigo catalán, que el destino
le favoreció con muchos años de vida en Siétamo, antes de marchar a Paraguay,
recibió como Servet la gracia del bilingüismo, sumando otras muchas enseñanzas
y experiencias.
Amigo Ignacio, te pediría noticias
vuestras ¡ya ves, muchas noticias!. Te ruego quieras aceptar nuestros afectos, de
mi esposa y míos,
para Feli y para
ti.
Te manda abrazos Antonio
Segalés”.
Nos demuestra Antonio Segalés la
sensibilidad de su corazón catalán, pues después de vivir ocho años de vida en
Siétamo, antes de marchar a Paraguay, “recibió como Servet la gracia del
bilingüismo, sumando otras muchas enseñanzas y experiencias”.
Servet, aragonés nacido en
Villanueva de Sigena en 1511 en una zona dominada por el castellano y el
catalán, en situación de carencia de estudio de su desarrollo por parte de las
autoridades aragonesas. En mi pueblo natal, Siétamo, casi todos sus vecinos, en
el año de 1936, hablaban el castellano mezclado con el aragonés e incluso había
individuos que casi toda su lengua era la Fabla Aragonesa. La Fabla era
perseguida en casi toda la provincia, de tal forma que ahora, en gran parte de
Aragón, todavía queda algún individuo que usa habitualmente los artículos O y A,
Ro y Ra.
En Cataluña y en parte de Aragón,
se sigue hablando la antigua lengua, hermana del catalán, y en tanto en Aragón
se ha ido perdiendo en muchas zonas la fabla pariente del catalán. En Siétamo,
se expresaban en Fabla Aragonesa los Moreta, los miembros de la familia
Lasierra y muchos otros, pero ahora, se oye a un joven, cuya madre es de
Nocito, pueblo en el que murió San Urbez, expresarse muchas veces con palabras
aragonesas. Ahora es posible oírnos a un señor, que cuando viene a su casa de
Siétamo y a mí, expresarnos en Fabla Aragonenca.
Leyendo el artículo de Gregorio
Morán en la Vanguardia del día 8 de Octubre de 2.017, se encuentra uno con el
siguiente texto: “Miguel Servet fue un tipo
que nació en 1511 en zona aragonesa bilingüe, que dominaba por tanto el
castellano y el catalán, que convirtió en expertísimo conocedor del griego y el
hebreo, que hablaba francés, porque estudió allá, que manejaba el italiano
porque había viajado a la cuna del mundo renacentista y que escribía en latín, la
lengua franca de la época…..Lo que me fascina es el personaje. Su arrojo, su
inteligencia, su cultura, su curiosidad científica-durante años se le atribuyó
el descubrimiento de la circulación de la sangre, un hallazgo inconmensurable
para su época…..pero lo que más conmueve, lo que proyecta la sombra de Servet
hasta hoy mismo es que mientras recorría la ciudad de Ginebra, encadenado y destrozado,
tras dos meses de cruel encarcelamiento, en un par de ocasiones se paró la
comitiva para preguntarle si se retractaba. Un intelectual de, en 1553, con 42
años recién cumplidos, en la flor de la vida intelectual y humana, respondió
algo tan insólito como “NO”. Añade don Gregorio Morán que es de admirar como “un
hom2bre exento de todo fanatismo, defendió el derecho a discrepar hace 500 años”.
Mi amigo Antonio Segalés, en una carta, me escribió: “Van pasando los
días de nuestra ya larga existencia; nadie nos puede quitar el caudal de todo
lo aprovechado. Nuestro Félix de Azara y también Miguel Servet, seguro que
disfrutaron con este estilo de existencia, llegando a la conclusión de que una
vida llena, con abundante aventura, le saca tiempo a la muerte”.
Y es que Antonio Segalés, nacido
en Cataluña, vivió en la Villa de Siétamo durante ocho años dirigiendo una
Fábrica de Harinas. De allí marchó a Paraguay, y gozó en su rústico ambiente de
la Naturaleza y escuchó al señor Avelino Zamora, nacido en Siétamo, hablar en
su Fabla Aragonesa, que conservó hasta su muerte. El Señor Segalés no olvidó jamás a Avelino y cuando volvió del
Paraguay, donde creó una magnífica finca agrícola, acudió a Siétamo a
visitarlo. Entonces conocí al Señor Segalés y no puedo olvidarlo, cuando lo
observé desde una ventana de mi casa, por la que se contemplaba su inolvidable
Fábrica de Harinas.
En Cataluña se reacciona con
fuerza para revitalizar el catalán, cuando en Aragón, casi destruyeron el aragonés en las mismas
escuelas. Donde en alguna de ellas se ponía a los niños con las manos en
altocuando equivocaban el aragones con el castellano.
En Huesca, aproximándose a
Cataluña, él conocía la Casa de los Azara, y le llamaba la atención el carruaje
que los Azara, usaban para ir a Huesca, y que paraban en Siétamo, para visitar
a Don Pablo Abarca de Bolea, con el que el Marqués de Azara tenía una amistad
muy sincera.
Al Señor Antonio Segalés, le daba
curiosidad la tumba que en la Catedral de Huesca, en una capilla subterránea,
descansa el sabio Don Félix de Azara y que me manifestó deseos de darle una
sepultura, que diera al pueblo un recuerdo más vistoso.
Don Antonio Segalés se hizo mayor en años de
vida y no pudo participar en los homenajes que cada año se le dan a Félix de
Azara.
Hemos llegado a unos tiempos en
qué en Cataluña, se está llegando a situaciones que pondrían dificultades en el
uso del castellano, pero en Aragón ya se han usado sistemas que en muchos
pueblos se ha ido expulsando el aragonés. La lengua castellana uniría a los
aragoneses y catalanes, pero no impediría una convivencia fraternal entre todos
los españoles.
Don Antonio Segalés, catalán y
ciudadano español ama a Cataluña, a Aragón y no sólo a toda España, sino que
tiene en el Paraguay descendientes catalanes, españoles e hispano americanos.
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