miércoles, 22 de agosto de 2018

A Don Antonio Segalés, (doce de Octubre de 2.011)




Querido amigo Antonio, que me escribes desde la gran capital mediterránea Barcelona y yo me pongo a contestarte mirando a la Fábrica de Harinas de Siétamo por encina de la cual puedo   ver la Sierra de la Carrodilla, más allá de la cual se encuentra Lérida y más allá preside, como acabo de escribir, la gran capital mediterránea de Barcelona. Desde la ventana por la que contemplo el oriente de Aragón gozo en el verano, del viento de la “marinada”, que refresca muchas noches el caluroso ambiente de los días. No está lejos el mar Mediterráneo, pues en línea recta yo creo que nos separan menos de doscientos kilómetros. Las carreteras con sus  curvas,  alejan  Siétamo de Tarragona, como ahora están trazando sobre el terreno la Autovía Lérida- Pamplona y yo creo que la distancia quedará un tanto rebajada.
No se verá desde la Autovía la Fábrica de Harinas, pero desde esta ventana, por la que se miraba el constructor de ella, mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, yo, hace ya muchos años que me miraba ese tejado de tejas elegantes, en el que se podía leer desde lejos: Molinos Ylla. Por el sur, pasa el camino que fue la Vía Romana que conducía a Alquezar. Por el Norte sube buscando la corriente del agua del río Guatizalema, una acequia hecha por mi abuelo, toda ella adornada de árboles, para aportar al Molino la fuerza necesaria para moler. Por el Oriente se ve el Monasterio de El Pueyo y debajo de  él,  en  Barbuñales nació tu admirado Félix de Azara, pariente mío, como se ve en el escudo de armas, que junto al de Almudévar, está tallado en el armario del salón de mi casa. Aquel tejado de la harinera era como un monumento alzado al cielo, para recordar inquietudes pasadas y vidas humanas de molineros, muleros, con carros de trigo y de gentes, como tú.
Antonio Segalés, que dirigiste el funcionamiento de esa fábrica, antes de marcharte a América. Allí conviviste entre otros muchos, con Avelino Zamora, ya difunto y al que venías a ver  en Siétamo, para recordar tiempos pasados.   Pero tú mismo dices, aquel tejado noble de la Harinera ha caído o lo han tirado y aquel recuerdo se está convirtiendo en una profecía oscura del porvenir que nos espera o más bien nos está ya desesperando.
Como afirmas en tu frase: “Bajo aquel techo, viví unos años,  que  en el transcurso del tiempo, no solamente, los recuerdo  sino que los revalorizo, por lo mucho que me instruyeron sobre lo que es el poder de la mente”. Efectivamente, nunca podrás olvidar aquellas gentes, pues no estaban contaminadas y vivían una vida natural, preocupadas por su trabajo, por sus huertos, por la caza de conejos y perdices, por coger olivas y por tener satisfecha a su familia. Tú te acuerdas de aquellos viejos maestros, como yo me acuerdo de mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, que compró cerca de donde hizo nacer la acequia, una parcela que le suministró las piedras con las que adornó las orillas y los azarbes de la acequia. Ahora, por el camino de la Fábrica voy alguna vez de peregrinación a la parcela yerma y le dedico un recuerdo a mi abuelo y a los  que con él, trabajaron en la construcción y en la molienda durante tantos años.
Si Antonio Segalés tiene que agradecer a Aragón sus enseñanzas, mis antepasados los Zamora del siglo diecisiete, iban a vender desde Huesca, los productos de su industria a Barcelona. Al llegar al río Cinca, tuvieron que cruzarlo a nado. Estuvieron a punto de ahogarse, pero dicen que los salvaron las oraciones que dirigieron a su tía la Venerable Madre Berride.
Siento mucho tu malestar al enterarte de la pérdida de un tejado que en sus tiempos lo cubrió, pero más, tal vez lo sienta yo, porque veré como, poco a poco, se va desmoronando la Harinera que construyó mi abuelo. Comprendo totalmente tu tristeza “por el hundimiento de aquel   bonito tejado”  y  yo  a  este  recuerdo añado el de aquel fraile o sacerdote que para la Guerra Civil, llegó  al terreno de la Fábrica, enrolado en las fuerzas republicanas. Le mandaron gritar viva el ateísmo y él  gritó : Viva Cristo Rey. Allí mismo encima de la   Fábrica lo fusilaron y allí está enterrado tal vez abrasado, como acompañando con su cuerpo a los que trabajaron tanto en la Harinera para conseguir “El pan nuestro de cada día”.
Antonio Segalés, que dominó el castellano y el catalán y tiene una escritura elegante, de la misma forma que estudió castellano y catalán y recreó al hombre con ambas lenguas, fue un hombre que  vivió  el  trabajo  y  buscó  como  hicieron los españoles antiguos, el bienestar y la cultura de todos los ciudadanos. Y  es   que  no  sólo se conformó con el trabajo, sino que cultivó el espíritu. Basta leer la carta que me escribió el 10 de Octubre de 2.011, que se expresa así: “Estimado  amigo: Van pasando los días de nuestra ya larga existencia, nadie nos puede quitar el caudal de todo lo cosechado. Nuestro Félix de Azara y también Miguel Servet, seguro que disfrutaron con este estilo de existencia, llegando a la conclusión de que una vida llena, con abundante aventura, le saca tiempo a la muerte.
Quiero pensar que todo lo tuyo va marchando, y desearía que aquella discutida justicia que se aplicó   en   Almudévar, se repita si hace falta, pues Ignacio Almudévar Zamora, hay uno sólo en toda la provincia de Huesca.
Siempre que he tenido ocasión, he resaltado que el sabio Miguel Servet, habiendo nacido en una zona aragonesa bilingüe, dominó el castellano y el catalán, y se ejercitó en el conocimiento del griego, del hebreo y de otras lenguas. Me place hacerte llegar este interesante artículo de Gregorio Morán, que nos ilustra sobre la sabiduría y el firme carácter ¡bien aragonés!, que heredó aquel hijo ilustre de Villanueva de Sigena.
Tu amigo catalán, que el destino le favoreció con muchos años de vida en Siétamo, antes de marchar a Paraguay, recibió como Servet la gracia del bilingüismo, sumando otras muchas enseñanzas y experiencias.
Amigo Ignacio, te pediría noticias vuestras ¡ya ves, muchas  noticias!.  Te ruego quieras aceptar nuestros afectos, de mi  esposa  y  míos,  para  Feli  y para  ti.
Te manda abrazos Antonio Segalés”.
Nos demuestra Antonio Segalés la sensibilidad de su corazón catalán, pues después de vivir ocho años de vida en Siétamo, antes de marchar a Paraguay, “recibió como Servet la gracia del bilingüismo, sumando otras muchas enseñanzas y experiencias”.
Servet, aragonés nacido en Villanueva de Sigena en 1511 en una zona dominada por el castellano y el catalán, en situación de carencia de estudio de su desarrollo por parte de las autoridades aragonesas. En mi pueblo natal, Siétamo, casi todos sus vecinos, en el año de 1936, hablaban el castellano mezclado con el aragonés e incluso había individuos que casi toda su lengua era la Fabla Aragonesa. La Fabla era perseguida en casi toda la provincia, de tal forma que ahora, en gran parte de Aragón, todavía queda algún individuo que usa habitualmente los artículos O y A, Ro y Ra.
En Cataluña y en parte de Aragón, se sigue hablando la antigua lengua, hermana del catalán, y en tanto en Aragón se ha ido perdiendo en muchas zonas la fabla pariente del catalán. En Siétamo, se expresaban en Fabla Aragonesa los Moreta, los miembros de la familia Lasierra y muchos otros, pero ahora, se oye a un joven, cuya madre es de Nocito, pueblo en el que murió San Urbez, expresarse muchas veces con palabras aragonesas. Ahora es posible oírnos a un señor, que cuando viene a su casa de Siétamo y a mí, expresarnos en Fabla Aragonenca.
Leyendo el artículo de Gregorio Morán en la Vanguardia del día 8 de Octubre de 2.017, se encuentra uno con el siguiente texto: “Miguel Servet fue un tipo  que nació en 1511 en zona aragonesa bilingüe, que dominaba por tanto el castellano y el catalán, que convirtió en expertísimo conocedor del griego y el hebreo, que hablaba francés, porque estudió allá, que manejaba el italiano porque había viajado a la cuna del mundo renacentista y que escribía en latín, la lengua franca de la época…..Lo que me fascina es el personaje. Su arrojo, su inteligencia, su cultura, su curiosidad científica-durante años se le atribuyó el descubrimiento de la circulación de la sangre, un hallazgo inconmensurable para su época…..pero lo que más conmueve, lo que proyecta la sombra de Servet hasta hoy mismo es que mientras recorría la ciudad de Ginebra, encadenado y destrozado, tras dos meses de cruel encarcelamiento, en un par de ocasiones se paró la comitiva para preguntarle si se retractaba. Un intelectual de, en 1553, con 42 años recién cumplidos, en la flor de la vida intelectual y humana, respondió algo tan insólito como “NO”. Añade don Gregorio Morán que es de admirar como “un hom2bre exento de todo fanatismo, defendió el derecho a discrepar hace 500 años”.
Mi amigo Antonio Segalés,  en una carta, me escribió: “Van pasando los días de nuestra ya larga existencia; nadie nos puede quitar el caudal de todo lo aprovechado. Nuestro Félix de Azara y también Miguel Servet, seguro que disfrutaron con este estilo de existencia, llegando a la conclusión de que una vida llena, con abundante aventura, le saca tiempo a la muerte”.
Y es que Antonio Segalés, nacido en Cataluña, vivió en la Villa de Siétamo durante ocho años dirigiendo una Fábrica de Harinas. De allí marchó a Paraguay, y gozó en su rústico ambiente de la Naturaleza y escuchó al señor Avelino Zamora, nacido en Siétamo, hablar en su Fabla Aragonesa, que conservó hasta su muerte. El Señor Segalés  no olvidó jamás a Avelino y cuando volvió del Paraguay, donde creó una magnífica finca agrícola, acudió a Siétamo a visitarlo. Entonces conocí al Señor Segalés y no puedo olvidarlo, cuando lo observé desde una ventana de mi casa, por la que se contemplaba su inolvidable Fábrica de Harinas.
En Cataluña se reacciona con fuerza para revitalizar el catalán, cuando en Aragón, casi  destruyeron el aragonés en las mismas escuelas. Donde en alguna de ellas se ponía a los niños con las manos en altocuando equivocaban el aragones con el castellano.
En Huesca, aproximándose a Cataluña, él conocía la Casa de los Azara, y le llamaba la atención el carruaje que los Azara, usaban para ir a Huesca, y que paraban en Siétamo, para visitar a Don Pablo Abarca de Bolea, con el que el Marqués de Azara tenía una amistad muy sincera.
Al Señor Antonio Segalés, le daba curiosidad la tumba que en la Catedral de Huesca, en una capilla subterránea, descansa el sabio Don Félix de Azara y que me manifestó deseos de darle una sepultura, que diera al pueblo un recuerdo más vistoso.
 Don Antonio Segalés se hizo mayor en años de vida y no pudo participar en los homenajes que cada año se le dan a Félix de Azara.
Hemos llegado a unos tiempos en qué en Cataluña, se está llegando a situaciones que pondrían dificultades en el uso del castellano, pero en Aragón ya se han usado sistemas que en muchos pueblos se ha ido expulsando el aragonés. La lengua castellana uniría a los aragoneses y catalanes, pero no impediría una convivencia fraternal entre todos los españoles.
Don Antonio Segalés, catalán y ciudadano español ama a Cataluña, a Aragón y no sólo a toda España, sino que tiene en el Paraguay descendientes catalanes, españoles e hispano americanos.

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