Recuerdo con cariño la fábrica oscense de Labad Mur
y Compañía, en que se fabricaban aquellas primeras sembradoras mecánicas, que
hacían a los labradores entrar en un mundo moderno, al sembrar con ellas y
abandonar aquellos procedimientos “poéticos” de sembrar caminando por los
campos, con una bolsa colgada del cuello, a la que sujetaban con la mano
izquierda, mientras con la derecha lanzaban la semilla del trigo o de la cebada
sobre la superficie de la tierra de aquellos campos. Yo estudiaba en el colegio
de San Viator con un muchacho que era hijo del señor Labad y que murió siendo
todavía muy joven. Su recuerdo y el de otros muchos que aquí trabajaban me
invita a recordar a Huesca y a su comarca del Somontano, donde se encuentran
pueblos, como Siétamo y Casbas de Huesca.
El tiempo va pasando y nos vamos olvidando de la
vida de algunos oscenses, que cultivaron el progreso del pueblo en su trabajo
como Labad, Mur o como Ana Francisca Abarca de Bolea que trabajó, hace cerca de
cuatro siglos, la cultura de un pueblo aragonés, en el que no existían escuelas
para todos. El año 1979 se cumplió el tercer centenario de la publicación de un
libro, escrito por Ana Abarca de Bolea, titulado “Vigilia y Octavario de San
Juan Baptista”, del santo que anunció la venida del Señor, que en estos días de
Navidad, tanto preocupa a los oscenses.
Hasta hace pocos años se creía que había nacido esta
ilustre mujer en el Castillo-Palacio, que se levantaba en Siétamo y que era
propiedad de la familia aragonesa Abarca de Bolea, pero la profesora doña
Angelines Campo, hija de Don Vicente Campo, demostró que había nacido en
Zaragoza, en 1602.¡Cómo se ve, leyendo todo lo relativo a doña Ana Abarca de
Bolea, que Aragón, como dijo su sobrino Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, Barón
de Siétamo, Marqués de Torres y Conde de Aranda, entre otros muchos títulos,
era una nación!. Él, estudiando la historia de su familia se daba cuenta de que
venía de Sancho Garcés II Abarca, Rey de Navarra y Conde de Aragón y se daba
cuenta de cómo habían puesto dos abarcas en su escudo nobiliario. Y es que
ellos, con sus abarcas, basaban la nobleza en el bien de aquel pueblo portador
de tal calzado, que quería independizarse del Reino de Navarra y engrandecer el
Reino de Aragón, recuperando aquellas tierras que los moros les habían
arrebatado. Para ello se constituyeron los antiguos “infanzones de abarca” o
abarcudos, en nobles labradores, que usaban este calzado o calcero, como se
dice en aragonés y no poseían la educación palaciega, ni tenían por costumbre
utilizar el bullicio de los palacios y de las ciudades. Se dio cuenta el Conde
de Aranda de que sus antepasados estaban enterrados en San Juan de la Peña y
allí intentó y logró que lo enterraran.
Así fue como los abarcudos, que no es una palabra despectiva, como
muchos han empleado posteriormente, trataron de formar con toda libertad, el Reino
de Aragón.
Tal propósito no ha muerto en los aragoneses, es
decir buscar el progreso de sus gentes, pues hombres como Labad, Mur y sus
socios trataron también de modernizar el trabajo de los campesinos y hacerlo
más rentable, en este edificio, en el que “Os Casaus” con vuestro nombre aragonés,
tratáis de cultivar las tradiciones de este antiguo Reino y celebráis la Fiesta
de la Navidad, con sus villancicos, con sus músicas y con el noble canto de la
jota, acompañada por instrumentos musicales.
La misma Ana
de Bolea, trató de hacer lo mismo en unos tiempos oscuros. Entró en el
Convento a los tres años y ella escribe “…desde la edad de los tres años he
gozado de la felicidad de tan dichosa
asistencia” y más tarde confesaba “el amor que se cobra, a los puestos donde
uno recibe la primera enseñanza”. Pero a pesar de ingresar tan joven en el Monasterio, no hizo los votos
religiosos hasta el cuatro de Junio de 1624,en que mandó hacer a sus expensas y
a las de su sobrina Francisca Abarca un retablo de la Virgen de la Gloria.
Llegó a ser maestra de novicias y en 1672 a 1676 a Abadesa del Convento. Mucho
le costó llegar a convertirse en monja, pero es que estudiaba y consideraba la
posibilidad de casarse, dándose cuenta
de qué era mejor cultivar su cultura que casarse, ya que los hombres
despreciaban la lucidez del cerebro de las mujeres y por eso, en aquellos
tiempos, la mujer no tenía conocimientos y la convertían en una analfabeta.
Pero ella, junto a su candor y espíritu religioso, al tiempo que aumentaba su
cultura pues ella misma se autoeducaba, leyendo una colección de “libros
sagrados, espirituales, historiales y de todo género de buenas letras,
entendiendo la latinidad como si ex profeso la hubiera estudiado…adquirió la
destreza en todo género de música, así de instrumentos como de voz, ya permitida
en decentes recreos de religión, ya encaminada a sagrados cultos”.
Decentes recreos de religión eran aquellos en que
hasta el baile se practicaba, como ocurrió en Valencia en 1438, en que para
celebrar un fiesta religiosa, ”hasta los frailes de San Francisco salieron por
las calles saltando y bailando, enfaldados y con ministriles”(La Inmaculada,
P.Juan Mir, S. J., p. 128)
Conocía el
latín y sin embargo se quejaba de que las monjas tuvieran que leer siempre en
esa lengua, lengua qué ignoraban, en tanto los curas se distraían cantando los
salmos, porque entendían su significado.
Ella que amaba la música y leía y leía para formarse a sí misma, sentía ya un
sentido de la justicia, que tanto tiempo está tardando en imponerse y escribió
que no había derecho a que las monjas no entendiesen el latín, lo que haría
oportuno que los leyeran en sus lenguas.
Escribió Ana Abarca, en la
página 48 de “Catorce vidas de santas de
la orden del Cister”: ”El estudio y la música hacen admirable consonancia, y
más allá de ser esta ocupación tan plausible, es crédito de buen gusto…En tanto
aprecio estaba esta liberalísima arte,
que entre los de Arcadia, el no ejercitarla con particular cuidado se tenía por
negligencia, muy culpable. No la aprendían para vivir desatentos, sino para el
recreo del ánimo y alivio de sus mayores ocupaciones y trabajos”. Parece que
vosotros con vuestras reuniones y sesiones de baile y de música, estáis
siguiendo el ejemplo de Doña Ana.
El no ejercitar el arte musical, se tenía por los
habitantes de aquella ciudad idílica de Arcadia, como negligencia muy culpable
y vosotros siguiendo el espíritu aragonés, cultiváis esa música y hacéis que
suene en estos locales, donde tenéis establecida la sede de “Os Casaus”.
Ella como
predecesora de su sobrino el conde de Aranda, ya notaba la influencia de la
nación aragonesa en su vida, porque nació en una casa propia de su familia en
la capital de Aragón, Zaragoza. En la Vigilia y Octavario de San Juan Bautista,
escribía de Zaragoza, capital de Aragón, sobre la belleza de la Seo, sobre el
amor de todos los aragoneses a la Virgen del Pilar, sobre ”…la erudición de las escuelas, el valor de
los ciudadanos, lo noble de las familias, la hermosura de las damas, lo
delicioso de los jardines y vegas, lo caudaloso de los ríos, lo alegre de los
puentes, lo grande del gobierno…”.
Estas
palabras se editaron el año 1679 y cualquiera de nosotros nos damos cuenta de
su realidad, en los tiempos actuales,
porque al leer estas palabras, me parece volver a vivir en la ciudad de
Zaragoza, cuando en ella estudiaba.
Poseía su familia varias casas en Huesca, a donde
iba con frecuencia a la bulliciosa y ardiente actividad académica aragonesa,
donde alrededor del prócer oscense Don Juan Vicencio de Lastanosa, se juntaban
Baltasar Gracián, Juan de Salinas, Ustarroz y tantos otros, como ella misma.
Ella cuando acudía al Palacio de Siétamo, decía: ”¡qué cariño despierta en mí
este castillo!”. Y yo como nacido en Siétamo, recuerdo a Ana Abarca de Bolea,
cuando veo “el extremo de la meseta sobre la que se asienta este pueblo, que
estaba ocupado por el Castillo, que
saludaba a la Fondura, que riega la fuente de los seis caños; dicho
Castillo-Palacio fue donde nació Ana Francisca Abarca de Bolea. Colgada en una
pared estaba la noble cuna familiar, donde puede ser que la niña soñase sus
primeros sueños. Todavía recuerdo esa cuna, que me llamaba la atención y me
parecía demasiado grande para una niña tan pequeña, pero hoy me parece pequeña
para una aragonesa tan grande.
“¡Cordero devino!”, me
decía “mama” Concha, cuando me arrascaba la espalda en la cuna. Y puede
ser que la niñera de Ana, le dijese lo mismo a ella. Como una corderica
saltadora y juguetona era, como los corderos que corrían alrededor de las
ovejas que pacían en lo alto de la Costera.
Desde el balcón de suelo de piedra y barandal de
hierro forjado, de su cámara condal, miraba al molino que molía trigo para
hacer pan y veía la balsa de la Paúl Saltadera, donde los tejedores mojaban el
lino para hacer telas, camisas y manteles para el altar. Le hacían compañía los
petirrojos y los luganos (lucanos, en aragonés), que se acercan a los niños sin
ningún miedo.
El aire de la marinada, ya por la noche, traía un
aroma a tomillo y a mieses. La lechuza que criaba en la falsa de la torre del
castillo, hacía “chist-chist” a los cabezudos, a las ranas y al ruiseñor
nocturno, que canta en primavera en las zarzas de la huerta de su padre.
En estas fechas aprendió las palabras aragonesas de
niños y de zagales y además, de los ancianos, que estaban sentados en los
bancos de piedra de la puerta del castillo, que traspasaban su conocimiento a
los mozos hortelanos y les enseñaba las leyes forales y de riegos.
Pero su galladía de niña se fue de la fuente de
Siétamo a la fuente de Casbas y del río Guatizalema al río Forniga. Aquí
estudiaba latines y estilo barroco castellano, que perfeccionaba en las
tertulias más barrocas de Lastanosa de Huesca.
Sin embargo nunca pudo olvidar la ingenuidad de su
“fabla” propia del Somontano y que aprendió en su pueblo natal, porque sus
poesías en fabla aragonesa muestran que
siempre conservó pura su identidad de niña, a pesar de que un día se revistiese
con las solemnes tocas monjiles y alcanzase la dignidad de Abadesa mitrada. Cuando
llevaba el báculo, su cerebro visionario veía en él el bastón que cuando era
niña le dejaba el “repatán”.
Y en los últimos días cambió las parras centenarias
de la huerta condal, por las rosas místicas del huerto conventual. Al fin del
camino recibió la eucaristía con pan de esos molinos que había en las riberas
del Somontano, la revistieron con una túnica de lino y en las palmas de sus
manos, con un rosario, le pusieron rosas de Jerusalén”.
Siguiendo desde Huesca el ambiente aragonés, basta
con mirar a la Sierra de Guara, que al llegar a Casbas, uno ve al norte del Monaserio, toda la Sierra
entera y con una claridad meridiana. En Casbas transcurrió la mayor parte de su
vida y allí escribió sobre la dicha Sierra y sobre aquella parte de la Historia,
que cada año rellena un espacio en la vida de los pueblos, ya que se trata del
Nacimiento del Niño Jesús.
Ya han cerrado este año de 2005,el Monasterio de
Casbas, pero están surgiendo nuevos “conventos”, que defienden la celebración
del nacimiento del Niño Jesús. No están solteros sus miembros, como Doña Ana,
porque casarse una mujer en aquellos tiempos era renunciar, muchas veces, al ejercicio de la inteligencia. Ahora los
miembros de estas Peñas están casados y hacen alarde de ello, denominándose “Os
Casaus”, porque esta situación los mantiene unidos en la defensa de las ideas
nobles, bellas y santas, como estaban casados María con José. Hemos visto como
Ana Abarca escribe que en Zaragoza estaba adornando su ambiente con la belleza
de sus damas y es que esa belleza, unida a su cultura y al deseo de mejorar las
condiciones de vida de los hombres, mujeres y niños juntamente, ennoblece a
esta Peña, que al ponerse como nombre “Os Casaus”, demuestra una inquietud
noble por la que busca ánimos para
seguir la vida.
Y nosotros tenemos que cantar, como lo hizo Ana
Abarca de Bolea, a la Sierra de Guara, a la que
escribió: ”Pues eres serrana en todo,- con tu estado has de medir- tu
condición, sin que quieras- de señora presumir.-Si habitas casi en los Cielos,-
no tienes más que adquirir;-advierte que tus grandezas-mendigarlas tal vez
vi.-En el estío te arrojas,- por avivar el matiz,-de las más incultas selvas,
hasta dar en ellas fin.- Osténtase en tu grandeza –ya el topacio, ya el
rubí,-la delicada amapola-y el sufridor alhelí”. Estos días de Diciembre de
este año 2005, se acuerda uno de Ana, al mirar la Sierra, revestida por una
toca monjil, que es blanca, como la nieve que la cubre.
Pero ahora Doña Ana anuncia a la Sierra, que viene
un invierno cruel, cuando escribe: ”Mas, ¡ay!, qué tu amenidad-hoy se llega a
reducir-a verte ajada y marchita-por un invierno civil”.
Luego le dice a la Sierra, que no desespere por la
desaparición del verano, que luego vendrá una nueva primavera, al decirle: ”Muy
compasiva, te aviso-no te procures el fin,-que,
si se ha visto tu oriente, presto vendrá tu nadir”. Realmente en
invierno, la Sierra aparece más triste, pero sin embargo, cuando llegan las
nevadas que la revisten, se alegra el corazón acordándose de la monja.
Doña Ana soñaba con todo Aragón, pero era la Sierra de
Guara la que presidía el Monasterio de Casbas y así como gozaba contemplando su
belleza estival y su amenidad rebajada por el invierno, cuenta en “El baile
pastoril al nacimiento”, que escuchaba a los pastores, que como Blas cantaba:
”Yo diré, serranos-Lo que he pergeñado, -Dende que ha plegato- Lo cuento a mis
manos: - Hoy ha nachito en Belén, Según el ángel lo dijo,- Porque aver paz en
la tierra-No en puede si no está Cristo.-Y así sabed que ixe Dios- Feito hombre, ye tan niño-Que entre trapezs,
dice Lucas, -Le trovarez escondido”.
En este baile pastoril al Nacimiento se ve como
coinciden los cantos navideños con vuestros bailes, que alegran los corazones
de hombres y de mujeres. Pero no fue sólo el baile de los pastores sino que
también produjo otras obras como la Albada al Nacimiento. En esta escribe:
”media noche era por filos,- las doce daba el reloch,- quando ha nacíu en
Belén, un mozardet como un sol.-Nació de una hermosa Niña,- virgen adú que
parió,- y diz que dexó lo cielo-por este mundo traidor.- a su madre y a
Chusepe,-pus lo merecen los dos,-darezle la norabuena- diste fillo que tenión”.
La poetisa al hacer sus composiciones se acuerda de
las gentes sencillas, dedicándoles esta albada al Nacimento, compuesta en la lengua que hablaban, es decir en su
fabla aragonesa, pero también se acuerda de la lengua castellana, que se
extendía por el mundo y escribe aquel “Romance al Nacimiento de Cristo”, que
así dice: ”Entre la escarcha y el heno,-el Sol de Justicia, Dios,- para
dispensar mi culpa,-el primer sueño durmió.-En la tierra virginal,- su trono y
solio asentó,-porque MARÍA es el Cielo-En quien DIOS se halla mejor.-Y pues
durmiendo, confiesa-que del mundo se fió,-cantemos, pidiendo al Cielo- de los
ángeles la voz.-Cantad, serafines,-la gala a mi Dios,-pues que viene a la
tierra- a ostentar su amor”.
Las horas y los días se van pasando, los meses y los
años se va muriendo, pero como en la Sierra de Guara, a cada invierno sigue una
primavera y para Dios todo está presente. Y llegan todos los años, las
Navidades, que aumentan la sensibilidad de las gentes, el amor a la tierra, los
sentimientos familiares. Y vosotros “Os Casaus”, que habéis unido vuestro
parentesco con el de otros muchos matrimonios, me habéis llamado para
conmemorar la nueva venida del Niño Dios y yo, siguiendo el recuerdo de mi
familia, paso a recordar lo que mi padre escribió el año 1941,hace ya sesenta y
cuatro años. En su alma estaba el recuerdo de Ana Abarca de Bolea, porque al
acabarse la familia de los Aranda, el castillo-palacio pasó a ser posesión de
los Almudévar. En una fotografía está mi abuelo sobre la alta torre del
castillo y mi tío José María iba a cuidar el palomar que en ella tenía, pero no
sólo se fijó mi padre en el castillo, sino que en su alma tenía recogidas las expresiones
de nuestra fabla aragonesa, como las tuvo Ana y en unos tiempos en los que
nadie cultivaba esa lengua, ambos
escribieron alguna de sus obras. Pocos escritores escribieron en aragonés sino
es Braulio Foz que en su obra Pedro Saputo, pone en la boca de éste alguna
frase en tal lengua aragonesa.
Ramón J. Sender, que también en sus obras escribe
muchas palabras aragonesas, en su novela “Monte Odina”, dice que conocía a mi
abuelo y lo compara con aquellos íberos ilergetes, que hablaban vasco y eran morenos.
Luego dicen algunos vascos que no son españoles.
En el cuento de Navidad escrito por mi padre, en
nuestra fabla, dice: ”Los pastores del abuelo, narraban bellas leyendas y hoy
noche de Navidad, os referiré una de ellas……María y José marchan de camino-Van
con asperanza -de que un ser devino,- que mora n’a entraña , de ra Virgen
pura,- Alcuentre un asilo, palacio u cabaña-Que haga menos dura, ra triste
chornada, -De ro viello esposo y ra esposa amada.- Ra Virgen teneba frío- y San
Chusé se chelaba,-caminando, caminando,-A burreta resollaba.-Llegaron en ta
Belén- Un lugar mu chiquirrín-De ros qu’ay en os belenes,-feitos de zurio y
serrín.-…..S’en fueron ta ras afueras,-y alcontraron un Portal,-Que sirvía de
cubijo,- a ros bajes d’o lugar-……..Mientras esto iba dijendo-Como si fuera un
milagro-Un zagaler mu bonico,- se refirmaba n’os brazos;- Este era el Niño
Jesús, -Que en cuanto abrió ros ojetes,- desanchando ros bracetes,-Fizo a
fegura de Cruz,-Y golviéndose a sus padres- Con cariño y con amor,-Levantando
ra maneta a ros dos los bendicié.-…..María…-les avisó a ros pastores,- Que
había puos alredoles; Y ascape fueron llegando-Repatanes y
mairales,-Craberizos,vaciveros,-Yegüerizos y duleros,-Boyateros y
zagales-Mocetas dìxas que cudian-Os pavetes y os verracos-Y mientras filan
estambre,-Apacientan os rezagos.-Todos veneban contentos y todos trayeban
algo,-Pa ofrecelené a Jesús-Y al mesmo tiempo adoralo.-Trayeban figos de
Fraga,- Orejones d’Estadilla-Y pasas d’ixas qu’escaldan- En Lascellas y
Velillas,-Vino de Castilsabás-Y corderetes d’Albero-Billotas de Banastas-Y
conejos de Pebredo- Tortas d’aceite d’Ayerbe-Turrón guirlache de Jaca,-Castañas
de mazapán-D’a zucrería Lasala,-Tortadas de Berbegal- Y pan moreno
d’Angüés-Pedos de monja de Casbas.-Juguetes de Bandaliés.-Entre gente tan
humilde-Tan humilde como güena,-Quiso el Redentor del Mundo-Presonase aquí en a
tierra,-Era pa danos ejemplo- Que toda su vida dió- D’humildad
Y de
pacencia,-De mansedumbre y amor.-Y aquí remata o relato d’a venida de Dios hombre-Que nuestro Señor del
Cielo-Por Padre nos envió.-Y si Cristo es nuestro Padre,-San Chusé, si semos
güenos-Nos tratará como a nietos-Y nos llevará t’al cielo”.
Es más largo este romance que escribió mi padre,
pero bastan estas líneas para recordaros
a “Os Casaus”, la primavera que cantó Ana Abarca de Bolea, que renueva
cada año la belleza de la Sierra de Guara y para reconocer vuestra labor de
renovar también cada año, otra primavera espiritual, que es el recuerdo de la
Navidad del Niño-Dios, en unos tiempos en que domina el consumo y parece que la
fe se va abandonando.
Y acabo estas pobres palabras mías, con el
estribillo, que puso Doña Ana en el Romance al Nacimiento de Cristo: “Cantad,
Serafines,- la gala a mi Dios,- pues que viene a la tierra- a ostentar su
amor”.
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