sábado, 30 de noviembre de 2019

Barrio de San José.-



Los hombres siempre han estado contemplando puertas, por las que salir de un lugar o  entrar en otro. Osca, nuestra ciudad, está relacionada con la puerta que por la Sierra de Guara o Salto de Roldán, se abrió para que los cristianos de la Montaña entraran en la Hoya de Huesca. Osca quiere decir puerta o apertura y de ella tomó su nombre la capital. No se encuentra sola dicha puerta en Aragón, porque el señor Sebastián Grasa de más de cien años de edad y muerto hace muy poco en Siétamo, me contaba que  allá en Salinas de Jaca, la antigua, cuando subían por aquellas sierras, en ellas se encontraban varias osquetas,  aperturas o puertas por las que se veían obligados a pasar. Mi sabio amigo Julio Brioso conoció una de estas osquetas. Además todos nuestros ganaderos a sus ovejas les hacían osquetas o aperturas y todavía se las hacen en sus orejas, para identificarlas. Huesca siempre ha tenido en consideración las puertas, pues ahora se preocupa de abrir túneles en el Pirineo para crear las puertas a Europa y de Europa a Aragón.
Aragón  a lo largo de la Historia ha intentado abrir puertas con esos fines, como la del Canfranc, para hacer más fáciles aquellas difíciles puertas u osquetas por las que  antes ya pasaban  de España a Francia y de ésta a nuestras tierras. Entre el pueblo sencillo y los nobles, lo han hecho a lo largo de la Historia; han pasado y pasan por dichas difíciles puertas, pues  esa Historia, nos habla de  Carlomagno que cruzó los Pirineos para bajar a Zaragoza y del caballero Roldán, que saltó con su caballo el Salto de Roldán, es decir la osca  o apertura, que se abre encima de Huesca.
Los que vivimos en esta Huesca, también hemos visto abrir pasos o puertas y  hemos visto como han intentado  guardarlas, como la de La Porteta, con un fin no productor de intereses, sino de emociones y de recuerdos. Antiguamente se cerraban las puertas de la ciudad por la noche y todos, al anochecer, tenían que regresar al interior. Después se crearon nuevos barrios, como por ejemplo el de San José, con su Parroquia. Dicen que se comenzó a construir hace unos veinticinco años y entonces vimos como al hablar de puertas, se volvían a mezclar los nobles históricos y el pueblo también noble y trabajador. Igual que Alfonso XII y su hijo Alfonso XIII, visitaron las obras y saludaron a los obreros, entre los que se encontraba Andrés Lobateras de Siétamo, que trabajaban para abrir la puerta del ferrocarril de Canfranc.  No recuerdo  si subieron a Canfranc, a finales del siglo XIX o primeros años del XX, preocupados por la apertura de la puerta,  que si entonces era necesaria, más lo es ahora, ya que hemos entrado sin puertas en el Mercado Común Europeo.
En este Barrio de San José, al identificarse, hace ya veinticinco años, se sintió la necesidad de abrir puertas para que el pueblo se pudiera comunicar con los demás barrios oscenses. Esa necesidad se presenta por el Oeste, ya que el ferrocarril dificulta que se abran y se cierren puertas para pasar al  Barrio de La Encarnación y de éste al de San José. En aquellos tiempos en que yo iba a la Torre de Casaus, no existía el Barrio de San José ni siquiera su Parroquia y pasaba  y pasaban los que tenían que hacerlo por cualquier sitio, pero no hemos progresado en este tema, porque colocando redes que aislaban la vía, se cerraron  todas   las puertas y  como eso iba   contra  la buena  vecindad de uno   y otro Barrio,  luego abrieron puertas partiendo  las redes y hoy día   muchos vecinos nuestros han pasado y siguen pasando por esa puerta falsa. Este problema por obra del tiempo se arreglará, porque están haciendo una nueva vía que pasa cerca de la Universidad Laboral y cuando funcione, toda la vía férrea que separa a los dos barrios, desaparecerá, como desapareció el Muro de Berlín. Allí tienen ocasión los vecinos de San José de lanzar las ideas que les surjan sobre como acondicionar la antigua vía, como por ejemplo convirtiéndola en una Avenida de paseantes, como pasa por el Este, donde el pueblo pasea por el Parque.
 Por el Sur del Barrio y debajo de la Fuente del Ibón, se encontraba el campo de fútbol, llamado Villa Isabel, porque fue propiedad de la hace poco tiempo difunta Isabel de Cativiela, casada con el simpático y culto señor Castelar. Allí jugaba Garcieta, del que tengo un recuerdo simpático. Al lado del campo de fútbol se encontraba la Piscina de Almazán. Allí jugaban los oscenses en el frontón y yo veía a mi primo Roberto Pérez Almudévar, formar parte del equipo de Baloncesto. En sus proximidades se encontraba y gracias a los oscenses, todavía se pueden ver  el   Matadero Municipal, que ha cambiado su destino de suministrar alimentos a la población por el de hacer exposiciones de pintura y el de dar conferencias. Yo estuve ejerciendo mi carrera de Veterinario en el Matadero, cuya estructura era de estilo francés, donde se exhibían esculturas de cabezas de toros y de ganado ovino.
Y   llegando al Este del Barrio, se sigue hacia arriba por la Calle de Baltasar Gracián, acompañada por mis recuerdos y buscando las puertas que se abren para entrar por  el Parque, que vive  en los dominios o más bien servicios de San José y dejando a  la  derecha edificios y calles, que pertenecen a la Parroquia de San Lorenzo.
Subiendo hacia el Norte, por la arbolada Calle del Parque se encuentran varias   puertas del antiguo Parque Municipal, que se fundió con el Nuevo para   convertirlo en un Gran Parque y podemos recordar  los Jardines de Lastanosa en el antiguo y la Huerta del Barón de Naya, en el nuevo. Eran símbolos del descanso de la inteligencia y del espíritu aquellos jardines y la huerta, era un lugar, donde los ciudadanos trabajaban para alcanzar el “pan nuestro de cada día”
El Parque creado por don Vicente Campo tenía una superficie doblemente pequeña de la que tiene ahora y sin embargo todavía podía un muchacho perderse entre sus setos y las sombras de sus copudos árboles. Efectivamente, cuando de muy niños íbamos al Colegio de los Salesianos, “Chano Retortillo”, que llegó a ser Ministro en la Democracia, y yo, un día me pidió que lo acompañara a través del Parque a su casa, que estaba en la entrada de la Plaza de Navarra, desde la mía, que se encontraba en el Coso Alto, al lado de Santa Ana. Al volver, me perdí entre los límites del Parque y recorrí las puertas del Parque Nuevo, donde un guarda, llamado Liborio, me arreó un varazo en mis espaldas, ya que estaba inclinado para entrar en el interior de un arbusto, del que yo soñaba, como si fuese una habitación de hadas o de gnomos. Había un camino por donde se pasaba a las numerosas huertas, que por allí se cultivaban y por donde se escondían por las noches algunas parejas de novios. Debajo de la acequia que bajaba las aguas de riego, ahora adornada con sauces y con flores, se elevaba una pared.  La principal de dichas huertas era la  de Naya. El misterio del jardín de Lastanosa, con sus estatuas, sus flores, su laberinto de setos y su canal, por el que se deslizaban las barcas, había ya desaparecido, pero se iba a abrir la puerta para entrar entre otras,  en la Huerta de Naya. Naya es un apellido altoaragonés, que llevaron unos somontaneses de Labata y que alcanzaron la nobleza recibiendo en 1700 el título de Barones de Alcalá del Obispo, pero sin embargo su nobleza venía de su noble y generoso comportamiento con el pueblo. Antonio Naya fue el promotor del Banco de Crédito y Fomento del Alto Aragón en 1862, con un capital de 12 millones de reales, distribuido en 6000 acciones de las que el Barón de Naya,  poseía 150. Era un hombre que quería el progreso de su tierra, porque ¿a cuántos altoaragoneses prestaría el Banco dinero para comprar o levantar casas o industrias?. Ahora que  el Barrio de San José se encuentra lleno de Cajas de Ahorro y de Bancos, siguen haciendo préstamos, con intereses unas veces más caros y otras más baratos. Pero como se acabaron los Jardines de los Lastanosa, se acabaron los dineros y la vida del Barón de Naya. Ya hemos oído decir al pueblo que “todo tiene fin, hasta el violín”. El último Barón de Naya ha sido Don Santos, cuya esposa era pariente de la mía  y que murió con una gran dignidad, conservando su belleza,  en una residencia de Zaragoza, hará ya unos cuarenta años. Maruja, que tenía tal nombre, nació en  casa Bercero de Callén, también desaparecida como la de Lastanosa. Fueron  el  tiempo  y  los hechos humanos, de los que la Historia escasamente recuerda, realizados por  unos bandidos, como por ejemplo el Cucaracha, las causas de su ruina y al casarse con el Barón de Naya, se oía cantar al pueblo aquella copla,  que así decía: ”La hija de Bercero-la más pequeña-se casa con don Santos- por la moneda- la moneda se acaba y el viejo queda”.Mi suegro, que murió a los noventa y seis años, era muy callado pero tenía una gran sensibilidad y no podía pasar sin irla  a ver con cierta frecuencia a su residencia. No sé si vivía todavía Don Santos, que creo estaría ya en el otro mundo, pero serían sus herederos, que  con gran desprendimiento y generosidad, cedieron la famosa Huerta de Naya al Ayuntamiento, siendo entonces su alcalde mi primo José Antonio Llanas Almudévar, para ser convertida en el Nuevo Parque, cediéndoles a cambio la construcción de una casa, cerca de la Parroquia de San José y rodeada por el Norte y por el Este por la calle de Don Saturnino Baquer. En la esquina noroeste del Parque, se construyó el Pabellón Deportivo. Recuerdo como  uno de aquellos días en que se realizaban las obras de construcción, se desplomó su techumbre, sin pasar nada a ningún trabajador. Es que el patrono de la Parroquia, como también era un trabajador no consintió que pasara nada a nadie.
Por el Norte del Barrio hace ya muchos años, construyeron el edificio de la Seguridad Social, con sus oficinas y un obrero, al que yo conocía, aunque no me acuerdo de su nombre, en las excavaciones encontró, dentro de una vasija de barro, un número notable de monedas, no recuerdo si romanas o árabes españolas o moras. El era un infeliz  y, naturalmente, se las reclamaron y fueron llevadas a Madrid y no sé si le darían algún dinero como recompensa por el hallazgo. Es que en Huesca se abren las puertas para salir y sacar, pero no para venir a  traer y a devolver. Pero a pesar de esas circunstancias se van creando barrios, que hacen que la ciudad de Huesca, crezca. Viniendo del Coso Alto al Barrio de San José, se pasaba por el Arco de las Capuchinas, para ir a buscar agua a la Fuente del Angel, que también ha desaparecido, pero la han recordado, dándole ese bello nombre a una calle. Para la Guerra Civil, íbamos a esa fuente a buscar agua, ya que el terreno del Barrio abundaba en ella, pues además de estar situada al Norte la Fuente del Angel, al Sur y bajando  por la Calle de la Fuente del Ibón a la carretera de Zaragoza, cerca del paso a nivel se podía contemplar esa Fuente. Había necesidad de agua, porque durante la Guerra Civil, cortaron las tuberías de suministro a la ciudad. Yo, cuando era niño y más tarde un joven estudiante, iba a la Torre de Casaus y pasaba al principio  por el Parque, después  por caminos que, entre huertas, te llevaban  a la vía del tren y después por un campo que era de la familia Susín, estaban las paredes de la huerta de la citada Torre. Cuando volvía lo hacía por la carretera de Zaragoza y al llegar al paso nivel, se encontraba en un terreno más bajo, la fuente del Ibón.  Su figura me recordaba otras fuentes antiguas, como la de Siétamo o la de Abiego y a veces me encontraba con labradores amigos, que habían venido con sus mulas, a la fuente para abrevarlas. No me acuerdo del nombre de un labrador recio, al que vi hace poco tiempo y estuvimos recordando aquellos “viejos tiempos”. Me ayudó la memoria porque al tener este recuerdo me entraron ganas de cantar en mi interior aquella jota que dice así: “Viva Huesca que es mi pueblo- San Lorenzo mi patrón-  las mozas que van por agua- a la Fuente del Ibón”. Fuente pétrea, con sus caños de bronce y el agua manando por ellos y convertida en charcos por los suelos,  puedo recordarla más íntimamente con el sonido emocionante de la jota.
Cerca de la Fuente del ibón, se hallaron restos ibéricos, como una figura humana que se puede visitar en el Museo provincial. Ya verían aquellos antepasados nuestros, que hablaban el vasco-ibérico, que el Barrio de San José llegaría a repoblarse y ha tardado por las diversas invasiones y guerras que han retrasado a España.
Al lado de la vía del tren y casi encima de la Parroquia, se encuentra una extensa y todavía no gran plaza, en la que se asentó la Textil Bretón, obra realizada por el señor Bretón, ingeniero no sé si de Obras Públicas, que más tarde se cerró, pero que es un ejemplo de la inquietud de un hombre muy delgado y muy serio, por el progreso de una ciudad. A su lado estuvo la fábrica de Luna, en la que se montaban grúas, Carivín embotellaba el vino también cerca del viejo edificio de Textil Bretón y ahora queda el edificio de una carpintería de dos hermanos y que está cerrada, pero sin embargo en ella viven numerosos gatos, a los que gente sensible les lleva comida, para que vivan felices. Como he dicho que en el Barrio de San José hay mucha agua, ahora recuerdo que en dicha plaza hay un pozo.
Cuando recordaba la Fuente del Ibón, se ponían en movimiento las figuras visuales y aquellas llamaban a las auditivas. Estos recuerdos me aproximan a la Iglesia de San José, porque me parece que a esas visiones audiovisuales se añaden otras, espirituales, que abren puertas desde el Barrio de San José a la Eternidad  Es que en dicho templo, en la presencia de San José, santo y trabajador, recuerdas las vidas de los vecinos que murieron y que te acompañaron por la tuya, como por ejemplo nos acompañó el vecino de este Barrio, nuestro querido  Pepe Loriente, aparejador que trabajó desinteresadamente en la construcción de nuestra Parroquia y ves a tu patrono San José, al que de niños cantábamos: “ Levántate José y enciende una vela y mira quien pasa por la carretera. Los ángeles son que van de carrera y llevan un Niño vestido de seda. ¿De quien es ese Niño?, de María. ¿Dónde está María?, hablando con José. ¿Dónde está José?, hablando con San Pedro. ¿Dónde está San Pedro?,  abriendo  y cerrando las puertas del cielo”. 

1 comentario:

  1. Mi querido y admirado Ignacio. De vez en cuando accedo a tus escritos, que siempre llevan una carga de emocion, y que para los que somos de Huesca pero no vivimos alli, siempre me traes algun recuerdo de infancia e incluso de juventud.
    Muchas, o algunas, de las personas que nombras, o las he conocido o he oido hablar de ellas. Casualmente, y en esta historia tuya recuerdas el varazo que te dio el guardia del parque entonces. Un tal Livorio, del que yo tambien recuerdo un varazo con una larga y fuerte vara de mimbre. Tu, ya conoces el dolor en la espalda del latigazo, asi que no hara falta que te lo explique. Pero me has despertado una duda.
    Este era el famoso pata-chula, o era otro .Lo de pata-chula, como tu bien sabras, era porque llevaba un pie ortopedico con una bota enorme, que supongo seria de alguna herida de guerra. Aunque este, llevaba una especie de baston palo, que te lo echaba a las piernas con mucho tino por su parte. Y que te provocaba la caida y su victoria sobre ti.
    Pues habitualmente, para entretenernos, los medio jovenes, le insultabamos llamandole pata-chula ...que no me cojes. Pero soliamos equivocarnos demasiadas veces, y, si, nos cogia. Con un miedo atroz por nuestra parte, pero solo una regañina por su parte.
    Y hablando del parque. Para mi, era mucho mas bonito antes. Habia mucha mas vegetacion, mas frondoso y muy poco cemento. Y con una rosaleda verdaderamente preciosa. Bueno, y muchos mas lugares con nombre propio. De los que tu, puedes o podras hacer, si te parece, variados y diferentes recuerdos de nuestro parque de Huesqueta.
    Un abrazo para ti. de mi parte

    ResponderEliminar

Las vacas y los hombres locos.-

Cuando éramos pequeños, cada labrador podía tener a su cargo, un número de ovejas igual al de las hectáreas que poseía. Esto pasaba en mi pu...