He leído que en un folleto que
“en época en que Huesca vivía un tanto de espaldas al arte, su nombre, a saber
el de Ramón Acín, tácitamente omitido durante los años y las circunstancias
políticas, han hecho que la figura de Acín, esta interesante figura, no
solamente se haya valorado en su verdadera dimensión, sino que más bien sea
totalmente desconocida, para la mayoría de los oscenses que no peinan canas”.
Yo, que las peino, tengo que reconocer que mi conocimiento de Ramóm Acín, como
artista, se limita a su obra “Las Pajaritas del Parque” y sólo tardíamente me
enteré que tal monumento era producto de su arte, pero aunque luego he conocido
lo polifacético de su talento, sólo las Pajaritas bastaron para que Ramón Acín,
hiciera gran mella en mi sensibilidad , tanto que en cierta ocasión escribí : “
Aquí en Huesca, no podemos enseñar la Sirena Varada de Copenhague, pero cuando
iba al Parque, me fijaba en las Pajaritas Paradas. ¡Qué difícil es ver a un
niño o a una niña parados!. Mal augurio si esto sucede, porque están enfermos o
muertos. Coquetas las Pajaritas, eligieron un lugar visible al fondo de la
plaza, donde juegan los niños, como sintiéndose “mairalesas” de la
ilusión de ellos o grandes “vedettes” de un teatro infantil, al aire libre.
No sé si las pajaritas eran una o
dos. Hay dos figuras idénticas, tanto que parecen una, que trata de conocerse a
sí misma en eterna interrogación. La líneas curvas de la biología pajaril, se han vuelto de una rectitud geométrica.
Unamuno en el Café, en sus ratos
de ocio se entretenía haciendo pajaritas de papel y quizá por este azar, las
Pajaritas, perdido su vitalismo, se ponen a pensar. Parece como si estuvieran
en un largo diálogo racionalista. Las ideas suben por sus líneas verticales,
bajan por las inclinadas y reposan en las líneas horizontales. La evolución va
cambiando el aspecto de los seres vivos, pero parece como si el hombre quisiera
acelerar esa transformación hasta convertir la vida en muerte; porque muerte es
la sustitución de los pies en ruedas, de las plumas de los pájaros cambiarlas
por alas metálicas, de las laringes de las personas y de las siringes de los
pájaros por discos y casetes y para colmo los cerebros por computadoras.
¿No quiso tal vez Ramón Acín o
tal vez Fray Acín, como gustaba llamarse a sí mismo, hacer crítica irónica del
escamoteo de los derechos y del
encorsetamiento de las libertades?. Pero si tal era su intención, lo hizo al
estilo de otro “Fraile”, San Francisco de Asís, con pajaritas metálicas, que
siguen siendo poéticas y que posadas en el ambiente natural del Parque, siempre
tendrán ocasión de renacer ellas y las libertades que representan, no sus
cenizas como las del Ave Fénix, sino las de su pedestal, rodeado de follaje
seco del Otoño y verde en Primavera. Pero no sólo era escultor, sino que uno se
queda pensativo ante un óleo de la Feria, en el que sólo se contempla un
conjunto luminoso, sino que se percibe un mensaje a un pueblo iluminado, individualizado
por personas, que visten de múltiples formas y que hacen su papel ante aparatos inmensos, como si fueran “aparatos
oficiales”, de los que bajan todos en posiciones desairadas. ¿Cuántos
monumentos a la chatarra se encuentran repartidos por las ciudades?. Parecen
homenajes a los vehículos que, de
repente, se tornan chatarra en accidente. Es fácil con la chatarra hacer
monumentos a hierros viejos. La Piedad del Crucificado se talló en madera y
mármol, pero la del Vil Agarrotado la hizo Ramón con chapa metálica. Hay quien
del hierro hace chatarra y quien a ésta la eleva a la categoría donde está el
arte.
¿No has ido Katia, alguna noche
de verano acompañada por alguno de tus nietos a ver si se ponían las Pajaritas a cantar en la glorieta de tu
padre Ramón?. Las puso en el Parque porque las quería libres, porque amaba la
libertad y un detalle en la fotografía del matrimonio Acín lo denota, pues en
la jaula que a su lado aparece, hay un pájaro de papel, como si le repugnara
encerrar un pájaro vivo.
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