Qué buen recuerdo mueve en
nuestras memorias el tocino, unas veces calentado antes de probarlo,
introducido entre dos tajadas de pan. ¡Qué buen recuerdo produce en nuestras memorias el probar esa
loncha de tocino blanco, que hacia resbalar su grasa por nuestras bocas!, incluso,
a veces, por nuestros labios. Cuando en nuestros corrales, hace ya varios años,
matábamos un cerdo, estábamos todos los niños, esperando probar aquella capa de
grasa, que recubría la anatomía de ese animal. Yo recuerdo la prisa que
teníamos los niños de saborear ese tejido graso que debajo de la piel del
cerdo, le daba una hermosura porcina. Durante la matanza del cerdo se encendía
fuego para quemar las “cerdas o pelos”, que recorrían su piel y darle una
limpieza y un brillo, que daba sensación de limpieza de su superficie corporal.
Aquellos hombres, que tenían una necesidad inmensa de satisfacer su hambre o
apetito, con unas paletas metálicas, con mango de madera, arrascaban la piel de
aquellas víctimas, para dejarla limpia y apetecida por todos los que rodeábamos
la escena de aquel sacrificio. Se hacía el sacrificio del cerdo para conseguir
que el ser humano, siguiera vivo y desarrollando sus cualidades humanas, pero
ese sacrificio a algunos niños nos hacía pensar en aquel “sacrificio” de la
vida de aquellos desgraciados animales. El matarife clavaba en la parte
inferior del cuello de un cerdo un cuchillo y empujándolo hacía brotar la
sangre, que la depositaban con el auxilio de varios hombres, encima de una cuba
de madera y a provechaba la ocasión para clavarle el cuchillo, que hacía brotar
la sangre de la infeliz víctima.
Entre tanto los niños y jóvenes,
algunos pensaban en la utilidad alimentaria de aquellos cuerpos y algunos casi
lloraban al contemplar aquel sacrificio sanguinario de un inocente cerdo.
Esta es una parte inferior del
sacrificio de la Vida, que a lo largo de la misma del ser humano sobre la
Tierra, ha sufrido el hombre con sus luchas y sus guerras. El hombre ha tenido
que luchar contra el hombre, no sólo contra los animales, como el cerdo y
leyendo su historia y viendo el ambiente que reina en la humanidad, sigue
contemplando las luchas, desde las políticas hasta las más sangrientas.
Mi compañero de profesión, Alvaro
Franco Oliván, Veterinario como yo, me ha contado un cuento o leyenda, que
ocurrió en la Villa de Almudévar. Hemos visto el sacrificio que los hombres han
realizado con los cerdos, pero no la esclavitud que el hombre ha realizado, no
sólo con los cerdos, sino también con muchedumbres de seres humanos y Alvaro
Franco, que tiene el corazón sensible a todas esta ocasiones en que se ha
perdido la sensibilidad de la humanidad, me ha contado una historia o leyenda,
ocurrida en la Villa de Almudévar.
El escritor
Braulio Foz nacido en la provincia de Teruel y profesor de la Universidad de
Huesca, nos ha dejado escrito durante los primeros años del siglo XVI el
relato de las aventuras de PEDRO SAPUTO. “En la tradición oral,
Pedro es
la personificación del ingenio popular , el que aplica en las tribulaciones
de sus paisanos, soluciones sencillas, de sentido común, o actúa como un pícaro
riéndose de los que quieren burlarse de él”.
Muchas de las
aventuras de Pedro Saputo están escritas en la biografía de Pedro Saputo, pero
muchas han quedado sin escribir. La que voy a sacar ahora me la ha comunicado
mi amigo y compañero Alvaro Franco Oliván.
Pedro Saputo, cuya vida ha sido comparada con
la de Don Quijote de la Mancha, es una figura que recorrió todo el Alto Aragón
y a la que todos las aragoneses le consultaban los problemas de su vida, un día
se le presentó en su casa un vecino de Almudévar, que las pasaba mal, igual que
en tiempos del Quijote, les ocurría a muchos en toda España. ¿Qué quería?.
Sencillamente comer. Pedro Saputo no poseía en aquel momento muchos y buenos
alimentos para sí mismo y menos para los demás. No sabía como remediar la
situación de su consultor y se le ocurrió ofrecerle un trozo de piel de cerdo,
que él mismo había usado para darse
algún masaje, pues el frote con ella, la aliviaba las molestias en sus órganos
viscerales o anales.
Ya los había
usado el mismo Pedro Saputo y en un rincón los conservaba para solucionar algún
problema. Se le ocurrió darle aquella vieja porción de piel de cerdo, y al
desgraciado mendicante, al ver tan vieja pomada y tan asquerosa, echó a correr y Pedro Saputo.se quedó
desanimado por su poca utilidad, para curar un mal en el ano de su visitante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario