jueves, 21 de noviembre de 2019

La “Casa Musical Arilla”, se encuentra en la Calle Zapatería.-




Ibamos  mi amigo Santiago y yo visitando Pamplona por esa calle por la que pasean numerosos ciudadanos. Esta calle en todo su recorrido tiene sus puertas abiertas, me refiero a las de las tiendas, que en todo su  trayecto,  sus escaparates se encuentran iluminados. Pero no sólo lo están los escaparates comerciales, sino que la luz pública contribuye a realzar el interés de los objetos comerciales que se exponen en los escaparates. Qué por cierto, encontramos con Santiago uno de ellos, presentando expuestos en el espacio interior de la tienda, multitud de instrumentos musicales, que no sólo producen placer en nuestro oídos cuando escuchamos su sonido, sino que con sólo verlos apoyados o colgados para ser vistos por los posibles compradores, como Santiago y yo, producían gozo en nuestros oídos. Las imágenes de aquellos violines y guitarras atrajeron nuestra atención, que de igual forma que nos dejaban ver sus imágenes. Si entrábamos en la tienda musical , nos harían gozar con sus sonidos. Además Santiago llevaba en uno de sus bolsillos, un instrumento sonoro, que yo había comprado ya hacía muchos años,  ya que   lo escuchaba hacerlo sonar a Pepe, Alguacil de la villa de Siétamo, cuando éste tenía la obligación de anunciar al público, unas veces la venta de objetos de consumo para los ciudadanos o algún aviso del Ayuntamiento para los ciudadanos que habitaban en el pueblo. Pero a esa pequeña trompeta  no sólo tenían los ciudadanos la obligación de hacerla sonar en las calles de los pueblos, para anunciar edictos para avisar a sus ciudadanos, sino que en las cacerías, un caballero la hacía sonar para que los cazadores avisados por el sonido de aquella pequeña trompeta, estuvieran atentos para disparar a alguna pieza de caza, como una raposa o un jabalí. A esas trompetas o trompetillas de uso municipal y de caza, a las que hacían sonar en las calles de los  pueblos, para anunciar servicios a los ciudadanos y ayudar con su sonar a los cazadores en el monte, yo las amaba y compré dos de ellas. Ahora que ya soy viejo, le he regalado una a mi nieto Ignacio y otra a mi cuñado Santiago, para que no se acabe su recuerdo en mi familia.    
Entramos con Santiago en el salón musical del señor ARILLA, en que los instrumentos musicales nos emocionaban, pero no pudimos ver ni oír a esa trompetilla de sonidos no tan altos y nobles como los del violín o el piano, pero que conmovían mi sensibilidad. No vi ninguna trompetilla de sonidos bellos, porque era la encargada de hacerme oír los sonidos que se producían en aquellos pueblos, en los corderos y en los jabalíes. Le pregunté al caballero todavía joven sobre ese primitivo instrumento, cuyos sonidos emocionaban a mi corazón y a este  señor  le saltaron sonrisas, que le hacían recordar el uso de una trompetilla de la que guardaba un recuerdo juvenil de cuando en su juventud, para las fiestas de San Fermín, que producía alegría en los que la escuchaban. En cambio, en mi compañero y en mí mismo aquella ausencia de la trompetilla, nos dejó entristecidos.        
Aquel señor no vendía hacía ya varios años trompetillas de las que yo buscaba, pero tenía en su cerebro el recuerdo de una, que para las Fiestas de San Fermín se la llevaba a la calle, vestido con su camisa y su pantalón blancos, y la hacía sonar, alegrando su corazón, pero ahora ,este comprador deseando conservar esa ”trompetilla”, no podía comprarla, porque ya habían variado las costumbres.
Nos quedamos el vendedor, señor Arilla, mi amigo Santiago y yo mismo, contándonos aventuras antiguas de las “tropetillas” y de los toros. Nos despedimos con tristeza por el pequeño fracaso de no poder arreglar la sonora “trompetilla”,que le quería regalar a mi amigo Santiago y nos despedimos amigos, pero tristes.   

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