Estos días del mes de Abril,
cuando me ponía a tomar el sol en la galería, en qué me iluminaba, me sentaba en una silla para tomarlo y observar la laguna en que los patos
vola nderos y nadadores, lo tomaban en dicha
laguna. Veía desde la galería los jardines del Parque, y miraba como esos
patos, se daban cuenta, de que
estando cerradas las entradas al Parque a los humanos y a los perros, con
vallas metálicas, para detener su entrada en él, recorrían todos los jardines,
que adornaban su superficie. Recorrían, zanqueando con sus torpes patas, impulsadas
por su naturaleza, para andar por todos los lugares del Parque, incluso los más
alejados de la balsa. Es un espectáculo ver aquellos patos como dominan sus
alas en sus vuelos, que los trasladan de los prados al agua de las balsas.
Cuando aterrizan o más bien llegan a las aguas
de las lagunas, parecen ser felices, desplazándose con elegancia sobre
ellas, manifestando su belleza, en sus desplazamientos sobre las aguas. Cuando
sienten la necesidad de ir a alimentarse en la balsa municipal, arrancan su
vuelo y con rapidez, se desplazan a ella pero no vuela sólo un pato, de
elegantes colores sino que se ve en el aire a su “esposa”, que arranca también
de la gran balsa, para acompañar a su “esposo o marido”. ¡Qué colores llevan más
brillantes en sus plumas, los machos, que a esas
plumas elegantes, que con su pico, las engrasa después de recoger una grasa que crea la Naturaleza, que
brota por una elegante pluma, que se alza, formando un rizo del que con su
pico, recoge una grasa que distribuye por encima de su elegante vestido plumífero!.
En el hombre se considera la
belleza de los hombres y la de las mujeres y en los patos del Parque, los
machos se presentan más elegantes que las hembras, pero unidos, entre sus dos
sexos, forman una pareja de gran belleza, que
siguen nadando por la balsa, para llenar la balsa- madre de patitos
pequeños y amarillos. En esta balsa crían los patitos el pato y la pata y los
hijos nadan como si estuviesen volando no por el aire, sino por el agua.
He escrito sobre el volar y el
remar con sus compañeros en la balsa, pero me he fijado otras veces en su torpe
andar, como los he visto desde el balcón de mi casa, después del cierre
de las entradas del Parque. En cualquier lugar de este Parque, los he
visto andar en parejas, torpemente, porque aunque pueden lucir en el aire sus
vuelos y hacer espectáculos elegantes en el aire y en el agua; en la tierra
ponen de manifiesto su torpeza, caminando sobre ella. Este torpe andar de los
patos se da porque dispone en las palmas de sus patas remadoras, una membrana
de piel entre los dedos de sus extremidades, que convierten sus patas para
caminar en remos para nadar en el agua. Su doble misión de las plantas de sus
patas, es la que hace que su andar sea un tanto torpe.
Pero muy cerca de la laguna del
Parque, en que aparecen con frecuencia patos enamorados, se encuentra al Sur el
piso en que vive Mariano Sampietro, otro enamorado, que en tiempos pasados,
cultivaba flores y hoy en día aparece su balcón como un jardín de flores rojas.
Desde ese balcón se observa el de Cristina Pérez Martínez, mujer de una belleza
extraordinaria que se quedó viuda, con un tiempo escaso de felicidad. Quedó
sola con sus hijas en este mundo y el tiempo y la providencia, hizo que se
encontrara con Mariano, hombre que perdió a su esposa y siguiendo su caridad,
convivió con él.
¿Ay soledad, soledad, que Cristo
amó a los hombres y mujeres y María Magdalena se quedó sola en la muerte de
Jesús?. Desde los balcones de sus casas adornadas con flores, se ven y el amor
llama a él y a ella y ambos se aman y son felices, y aquel espectáculo del
Parque con el verde de sus plantas, que se besan con las flores rojas del
balcón de Mariano, convive la Naturaleza entre la belleza de la flores del
Parque y del balcón privado” del amor.
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