Sentados con mi esposa delante de
la puerta de nuestra casa, estábamos acomodados en una silla casa uno, contemplando la
tranquilidad de esa noche en que se iba apagando poco a poco la luz del día. Si,
se nos iba apagando poco a poco, el ambiente de aquella Plaza Mayor, porque la
luz del día, se nos iba marchando, lentamente, disminuyendo su intensidad,
siendo ocultada por la oscuridad de la
noche. Me parecía que el tiempo nos lo daba el Señor que lo estaba apagando poco a poco, ante nuestras
miradas de la vida.
El ambiente de la Plaza Mayor de
mi pueblo de Siétamo, que recordando el año de 1.936, por no poder
olvidar aquel ambiente
guerrero, que lanzó por el suelo de la dicha Plaza, que nos hace recordar aquella cruel Guerra destructora, del
Palacio del Conde de Aranda hasta las más humildes casas, y un monumento pétreo, sobre el que se alzaba
la Cruz de Cristo. Hoy, aquella bella columna que nos recordaba a los vecinos
de Siétamo, una dirección hacia el Cielo, que desde allá arriba, nos estaba
esperando el Señor, ha perdido la piedra y se restauró con ladrillos macizos y
amarillos. Hoy delante de la Cruz reconstruída por el ya difunto albañil, hijo
del pueblo de Siétamo “Emiliano Boira”, que con ladrillos, levantó una hermosa columna de gran belleza, sobre la que
se alza en lo más alto de ella una Cruz de hierro forjado, que eleva al cielo,
el recuerdo de los que por debajo de ella pasaron, de los que entonces, quedamos
algunos todavía vivos y muchos más muertos. En lo más alto de la columna se
yergue una hermosa Cruz, que aquel entonces ya viejo
Alcalde, la reservó para recordar al
pueblo, que todos seríamos bendecidos por ella el día de nuestra muerte.
Estábamos sentados con mi esposa
Feli, cada uno en su silla, mirando hacia lo alto la hermosa Cruz, que nos
hacía ver, al mismo tiempo que su belleza, el principio de nuestra guardia, observando
un sol brillante, que nos hacía recordar , al lado mismo de la puerta de
nuestra casa, la iglesia parroquial, con sus arcos pétreos de la Lonja, que
defienden de la lluvia, a los que, como ahora a nosotros, nos invitaba a
contemplar el cielo.
Ahora ya no estaban en la Plaza
Mayor “los señores, señoras y niños” de Siétamo ,como cuando, un “ramo” de
niños y niñas” inocentes, iban subiendo en un camión, para llevarlos a Rusia.
En aquella ocasión, la entonces niña Joaquina, estaba entre aquellos niños,
para subir al camión que había de llevarlos a aquel Imperio dictador. Hoy es
Joaquina la única mujer, que todavía nos sigue contando, historias y cuentos
antiguos.
Han pasado
muchos años desde entonces y en
aquella Plaza Mayor, sólo se respira Paz. No circulan por esa Paz, hombres,
mujeres y niños, que de aquellos tiempos sólo queda la señora Joaquina Larraz y
Latre, en la calle Mayor del Pueblo, y mira por una ventana para recordar
aquellos tiempos de odio y de miseria, que pasaban los ciudadanos de la Villa. No cuidaban sólo por Joaquina, hombres,
mujeres y niños, sino que el silencio del ambiente hacía pensar en la
continuidad de la vida que debía dominar, en aquel pueblo. Han pasado muchos años y ahora no se
dan escenas de Guerra, pero en el ambiente ya no se da una Paz alegre y pacífica, porqué está el pueblo
dominado por “una peste oscura”, que no deja salir de sus casas a las escasas
personas que quedan vivas en el pueblo.
Pero después de una esperanza en
la Humanidad, paró un coche y de él bajó una bella y buena señora de la moderna
casa del difunto señor Avelino y su hija la bondadosa Pepitina, nos saludó y nos dio explicaciones de que Huesca capital, empezaba a gozar o mejor
dicho a sufrir una guerra contra la salud humana, donde hombres, mujeres y
niños, llevaban unas caretas, que les ocultaban sus rostros, como si fueran víctimas de una guerra, que
entorpecía el trabajo y el placer de los ciudadanos, que circulan ,como si
estuvieran en un entierro, que recordaba la antigua salida a la calle de la
Procesión de Viernes Santo, tapando las caras de los devotos con velos, como ahora
sin motivo religioso, por caretas que salvan la vida de los cuerpos de los
ciudadanos. Hay una bondad que afecta a todo el mundo, ya que caminan los
ciudadanos con sus rostros llenos de miedo, ocultando su personalidad como si fueran víctimas de una Guerra, que
mataba y entorpecía el trabajo y el placer de sus ciudadanos, que en Viernes
Santo, circulan, como si estuvieran en un entierro, que recordaba los
asistentes la Procesión del Viernes Santo con los asistentes ,como ahora sin
motivo religioso, sino por una crueldad que afecta a todo el Mundo, ya que
caminan los ciudadanos con sus rostros ocultando su personalidad, por esas
cortinas, que ocultan esos rostros llenos de miedo
La señora Pepitina, amiga de mi
esposa, que llegó a nuestra puerta,
junto a la entrada en nuestra casa, paró el coche y se quitó la triste
careta de una guerra terrible y nos
contó, unos ocho días antes, como se murió su buena madre, a la que no pudieron
asistir más de cuatro hijas, en su entorno. Venía de la capital oscense, en que
había comenzado a trabajar en las
ciudades, en algunas actividades, que empiezan a dar cierto trabajo.
Pero el Señor no permitió que
quedáramos solos la señora que venía de trabajar en Huesca, porque se acercó a
nuestro lado, muy cerca de nosotros el joven Vicentico, al que todavía se le
adivinaban por la superficie de su rostro, unas manchas rojas producidas por
la “peste”, que inunda el Mudo en estos días. Un tanto alejado de nosotros, nos
contó los sufrimientos que padeció a causa de la moderna enfermedad, que ha
invadido la Humanidad. Había superado el mal, que ha matado a miles de seres
humanos, y en medio de la conversación, se apartó un momento a su casa, que
está al lado de la nuestra, y volvió con
una maceta de flores y se las dejó al lado de mi esposa, porque se acordaba,
del cuidado y el interés que ella tuvo con su salud y lo agradeció con flores.
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