Cuando paso por la Laguna de los
cisnes rodeada de bellos árboles, en el Parque de Huesca, al contemplar aquel
cisne negro, me emociono como le pasó al hispano- americano Rubén Darío. En la
laguna ya queda tan sólo un cisne negro. Parece que se está acabando el
“modernismo” en ella. Exclama, ante tal panorama, Rubén Darío: “ y un cisne
negro dijo: “ La noche “anuncia el día”. Y un cisne blanco, al verlo, exclamó:
¡la aurora es inmortal!, ¡la aurora es inmortal!”. “Aún guarda la Esperanza de la
caja de Pandora”.
Rubén Darío llevaba por sus venas
sangre ibérica y sangre de los indios de América y siendo un poeta puro, se
acordaba de ambos ambientes, el europeo y el americano y soñaba con alcanzar el
“modernismo” con el progreso y exclamaba: ”Juventud divino tesoro, ya te vas
para no volver, cuando quiero llorar, no lloro y a veces lloro sin querer”.
Pero no fue sólo el escritor que
hablara del “modernismo”, pues escribió del oscense “el Señor Llanas
Aguilaniedo, uno de los espíritus qué en la nueva generación española, hacen el
estadio y la meditación en el “modernismo”, debido a la sociedad”. José María
Llanas Aguilaniedo, nació en el año de 1.875 y murió el año de 1.931, fue
Farmacéutico Militar, escritor, periodista y crítico de la literatura
española. Escribió de problemas sociales
y otros sobre la época en que vivió. Pero José María se ve
envuelto por el “modernismo” y Rubén Darío contempla en José María el cisne que preside la Laguna del Parque de
Huesca, porque vuelve a escribir, que le parece sumamente interesante. Escribió
y el cisne negro, oscureció su pluma, atacando su cerebro , que lo dejó
abandonado por los bancos de los paseos andaluces.
Ya, cuando penetraron en su cerebro, las
situaciones nerviosas de las dudas de su espíritu, estuvo por Andalucía,
abandonado por la sociedad, en la que se encontraba solo. Pero su hermano,
Feliciano Llanas, farmacéutico oscense, cuando se enteró de la situación del
espíritu de su hermano, el farmacéutico militar, fue a buscarlo a Andalucía,
para traerlo a Huesca, para que viviera con su familia en la casa de sus
padres. Allí estuvo viviendo varios años. Pero el hombre, inteligente y amante
de su prójimo, ordenador de los distintos medicamentos, Joaquín Santafé, nacido en ibieca,
que obraba en la Farmacia el bien, procurando la salud para los enfermos y
ancianos. Vivía con su familia en un piso de Llanas y era un hombre responsable del bien de
su prójimo e hizo vivir al gran escritor Llanas, acompañado
de sus pensamientos, dándole una amistad, acogida con cariño por el sabio y
pensador Llanas. Joaquín Santafé era un
hombre sabio, que amaba a los miembros de la humanidad y que vivió haciendo el
bien, más de cien años.
Dice que José María, ”en su
juventud surge alguna que otra esperanza, y no es poca la que ha de dar en su
cerebro, tan bien surtido y generoso como el del cantar de “ Alma contemporánea”,
que escribió el mismo.
“Llanas Aguilaniedo ha
entusiasmado a los intelectuales contemporáneos suyos, como al mismo
descontentadizo Clarín”. Pero murió muy
pronto y en tanto él vivía en casa de su hermano, el Farmacéutico, parece que
su inteligencia pensaba, pero no podía vivir gozando de su propia sabiduría,
porque su cerebro, había tenido tantos pensamientos, que le hacían sufrir su cerebro,
que había pensado tanto, que ya se le estaba agotando la vida, de tanto pensar.
Llanas Aguilaniedo fue un hombre estudioso y
reflexivo, pero al morir tan joven, España se dejó olvidar sus pensamientos
modernistas.
¡Qué ilustre ilusión supuso el
“modernismo”! y Rubén Darío, contempla en José María Llanas el cisne, que
preside la Laguna del Parque de Huesca, porque vuelve a escribir que le parece
sumamente interesante. Ya Calderón en la época brillante de la literatura
castellana, esclamó: ¡la vida es sueño!. Y tenía razón Calderón porque
analizando la vida de José María Llanas Aguilaniedo y buscando el “modernismo”,
se ve que esa vida era un sueño, porque yo
pude comprobar, que aquel “modernismo” de la Laguna del Parque, formada
por la belleza de la pareja de cisnes negros, de las tórtolas, de los ánades,
de las palomas, de los altos y verdes árboles, con las cañas de bambú de la
isleta, en medio de la Laguna, se acababa con la lucha entre las aves de rapiña
persiguiendo a los estorninos.
Rubén Darío y José María Llanas
Aguilaniedo soñaron, con la “sangre de Hispania, fecunda; sólidas, inéditas
razas, - muestren los dones pretéritos, que fueron antaño su triunfo.- vuelva
el antiguo entusiasmo; vuelva el espíritu ardiente,-que regará lenguas de fuego
en esa epifanía”. Añade Rubén Darío:
“¡inclitas razas ubérrimas; sangre de Hispania fecunda!. Latina especie, verá
la gran alba futura en un trueno de alba
gloriosa; millones de labios saludarán la 2espléndida luz, que vendrá del
Oriente. Oriente augusto, en donde todo lo
cambia y renueva la eternidad de Dios, la actividad infinita!”. ¡Inclitas razas
ubérrimas sangre de España fecunda!.
Yo creo que los pensamientos de
Rubén Darío, tienen como tema dos fines diferentes, uno el que busca un porvenir mundial de
Hispano-América, sin amparar al racismo, sino a la labor humanitaria y se da cuenta de la voluntad de José María
Llanas, de su amor a las virtudes de los hombres, y su inquietud por las
costumbres corrompidas y sin repartir entre el pueblo, las buenas costumbres y
la cultura. Sus obras son de una rareza y de una exquisitez, que escribe en el
papel, de una gran calidad artística y con una originalidad extraordinaria.
El señor Santafé era un gran amigo de José
María Llanas Aguilaniedo, me contó la aventura de José María Llanas
Aguilaniedo, que fue la siguiente: “No me llevó a ese cementerio el
romanticismo de principios de siglo…iba sencillamente a estudiar efectos, efectivos
y subjetivos, cuya grandiosidad a media
noche y en las condiciones de
ánimo en que me hallaba, calculé sacudiría mi espíritu de una manera nueva e
imprevista”. En medio de la noche, “descubrió un sepulcro donde estaba
enterrada una joven, representada por una bella estatua, a la que conmovido le
dirigió sus palabras,diciéndole:muerta mía, vive!.Vea yo moverse tus ojos,
levantarse anheloso tu pecho…agítense tus labios estremecidos por convulsiones
de amor. Hermoso ángel dormido ¡háblame!. Estaba el oscense “José maría Llanas Aguilaniedo trabajando en su cerebro el
“modernismo”, la pintura, la criminología, el dcadentismo pero se iluminaba su
sensibilidad con los sentimientos del corazón,a causa de la belleza de la bella
joven”. En estos momentos de encuentro en el cementerio con una estatua
femenina de gran belleza, en su interior percibió Llanas Aguilaniedo, una gran
emoción, propia de la “locura cerebral”. Eran instantes de emoción humana ante
la muerte de una bella joven, que hace ver como un hombre superinteligente,
estaba perdiendo la razón. Efectivamente Joaquín Santafé que alcanzó los cien
años de edad, fue un testigo de ello, pero se entendía perfectamente con el
sabio y con mente alocada. Conocí al
señor Joaquín, pero de José María Llanas, ya no lo vi jamás en esta vida, pero
recuerdo su obra, como su novela Pityusa cuando paso por la laguna oscense del
Parque de Huesca.
Cuando paso por dicha laguna,
recuerdo también a Rubén Darío, amigo de los cisnes y a José Llanas
Aguilaniedo, que a sus cuarenta años perdió la razón, pero quedó unida a
Joaquín Santafé.
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