El agua que la gente usa para beber y para limpiar las casas viene por sí misma desde el depósito municipal y sale por los grifos, pero antes al entrar en sus patios uno veía, tinajas en el patio, cántaros en el cantaral y un cazo colgado en la pared, para sacar el agua a los cubos o pozales, que se llenaban para vaciar en fregaderas, para dar de beber a los cerdos, gallinas y palomas; también para regar en el verano el patio de la casa y tal vez la parra, plantada en la fachada y que subía por el balcón y se extendía por la cara de la vivienda. Y ¿quien traía el agua a las tinajas, hoy vacías? ; la traían las mujeres, a las que he visto con un cántaro en la cabeza, donde se posaba con un trozo de tela plegado como si se tratara de una almohadilla o de una tela medianera entre dicha cabeza y el cántaro, y llevaba la misma mujer otro cántaro en su costado izquierdo, cuyo culo se apoyaba en la cadera femenina y por fin, con la mano derecha cogía un botijo de agua, para beberla fresca en su vivienda. Si eran varias las mujeres en la casa: una la abuela, otra la dueña joven y alguna hija, se llenaban mucho antes las tinajas y si, por desgracia, una señora estaba enferma o era vaga, el agua llegaba a faltar en su pobre casa. No faltaba agua en casa Rafaeler, pues la abuela María Berges, se cargaba en la cabeza dos cántaros llenos, enfrentados entre sí por la boca (boca con boca) y yo he probado a embocar dos vasos de agua y esta no se iba. En la fuente o en la balsa, en el lugar donde cogían el agua, conversaban las mujeres y al oscurecer, cuando el sol se escondía, algún hombre esperaba a alguna mujer y trataban de amor o de bodas, ocultos por paredes, árboles y sobre todo por la obscuridad de la noche. Pero en algunas casas no hacían tanto esfuerzo para llenar sus tinajas, pues tenían una burra, con sus "argaderas" de mimbre con cuatro recipientes donde se colocaban cuatro cántaros y con pocos viajes que hicieran, se subían mucha agua, que permitía tener las tinajas rebosantes.
En cierta casa, me acuerdo que tenían un carro con un depósito de madera, como un enorme tonel, que llenaban en la fuente y descargaban en un depósito alto de la casa, y el agua se distribuía por los grifos de los lavabos, fregadera y por los excusados.
¡Qué placer producía el sonido del agua al caer de los cántaros a las tinajas, que una vez llenas se tapaban con un tape redondo de madera con su asidero!.Hoy unos saludan a las tinajas y a los cantarales que todavía se conservan en algunas casas, donde, por otra parte ya no se usan, pero el recuerdo de haberlos llenado con el esfuerzo de su madre o de su abuela, impide que los saquen a la calle y guardan con ellos el recuerdo familiar de sus mayores.
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