sábado, 28 de enero de 2023

Una Fisioterapeuta de Torres de Barbués.-

 




Huesca Capital se encuentra debajo de la Sierra de Guara y de los Montes de su Cordillera, como si se hubiera rebajado, huyendo de los Montes Pirineos, para dominar su visión, para observar, huyendo de los Pirineos, desde las alturas montañesas la Tierra Plana, que más abajo la recorre el río Ebro y baña la Capital aragonesa de Zaragoza. Huesca fue situada por los vascuences debajo de la Montaña Pirenaica, al comienzo de la Tierra Baja, debajo de la Sierra de Guara, como buscando la Tierra Llana, como se ve mirando la elevada Plaza de la Catedral, a donde suben y bajan los oscenses, que cultivaron la Plana de Huesca y se ha ido extendiendo como vigilando la Sierra de Guara, y desarrollándose por la Gran Llanura o Plana que baja desde la Sierra de Guara hasta el río Ebro.

En todo el Somontano y los Monegros se extienden muchos pueblos, como Siétamo por su destruido Castillo del Conde de Aranda y como Barbués, con su palacio, en cuya vecindad nació Lourdes Gabarre, casada con mi hermano Jesús Almudévar. En el cercano pueblo Torres de Barbués nació Clara Gabarre, que ganó el puesto de fisioterapeuta. Era amiga de mi hija Pilar y tuvo ilusión de acogerme para sanar mis dificultades motoras debido a mis años de envejecimiento. Fui acogida en una clínica moderna y que estaba situada en la parte norteña de la ciudad de Huesca, encima del Gobierno Civil que llama la atención por la altura de sus viviendas que acumula un gran número de pisos.

Esa Clínica acoge a los enfermos que acuden a ella para conservar su vida y allí fui atendido por la joven Clara Gabarre, que ganó el puesto sanitario de Fisioterapeuta. Tuve la gracia de ser atendido sanitariamente en dicha Clínica, pero la desgracia de que dejara de ser atendido, después de ser visitado tres veces por la citada Clara. Yo ya tenía el deseo de ser sanado de mi torpeza física, pero tuve un despido como si fuera abandonado por tan competente señorita, pues enfermó y ya no fui recibido más veces por su inteligente figura. Era una mujer que no conocía su rostro, como ella tampoco conocía el mío, porque entrábamos en la Sala donde me guiaba Clara para perfeccionar mis ejercicios, con nuestros rostros tapados por unas “ojeras de tela”, que impidieron conocernos mutuamente nuestro rostros. Después de la tercera visita nos despedimos hasta la próxima, pero ya no nos volvimos a ver y ella ya no ha podido conservar, entre otras cosas para trabajar, en mejorar mi vejez, convirtiéndola en una parecida juventud.

 Nos marchamos de la Clínica, conociendo nuestra personalidad, pero sin conocer nuestros rostros, por haberlos llevado durante tres días tapados con sendas pañoletas.

Salió de la clínica a despedirme y nos dijimos adiós con gran respeto, pero ya no he sido tratado sanitariamente por la profesional Sanitaria Clara Gabarre.

Qué sea lo que Dios quiera y ya nos dirá el porvenir lo que ha de pasar después de su porvenir porque mis ojos ya durarán poco tiempo para gozar de su visión y percibir el consuelo de su terapéutica labor curativa.


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