Escultura realizada y pintada por mi hermano Luis Almudévar Zamora
Yo tengo muchos
recuerdos de mi sobrino Luis Manuel, de sus padres Luis y María Pilar Arnal y
de sus dos hermanas Natalia y Marina. Nacieron en Bilbao, Puerto Marino, donde
tenían un piso, iban a sus colegios y acompañados por su madre María Pilar
Arnal, casi siempre esperando a su padre
Capitán de Barco. Cuando ya llevaba muchos años navegando, se quedó en
el mismo Bilbao, trabajando en las tareas que requería su puerto. Pero un día,
estando yo mismo escuchando la radio, quedé con mi corazón muerto, al escuchar
a la Emisora, que habían explotado bombas en el puerto de Bilbao. Llamé
inmediatamente a mi hermano Luis, que no se había enterado de la cruel noticia
y se quedó absorto, extrañado y asustado. Se le acabó aquella vida familiar en
Bilbao, porque tuvo que volver a navegar por el Mundo, pero él, capaz de
navegar por los desiertos mares, aguantó hasta que lo jubilaron. Luis Manuel de
una curiosidad humana indescriptible, aprendió inglés y todo lo que encontraba
por el Mundo, le despertaba una gran curiosidad. Bastaba observarlo
cuando venía a Siétamo, como sentía una curiosidad de las serpientes que
en la Era, debajo de los pajares, se sentaba encima de una piedra como asiento,
frente a los agujeros por los que él había visto entrar o salir alguna culebra.
Y en su humilde asiento esperaba ratos y ratos para poder ver y apoderarse de
alguna serpiente, que debajo de la pared de la era, se había refugiado. El
quería cazar alguno de esos animales, a los que se sentía atraído por su forma
especial de vivir una vida, sin patas, que se desplazaba por la era reptando. Su
forma de ser le dotaba de fortaleza, para esperar el momento oportuno en que
podría capturar a una de ellas. ¡Qué amor a la naturaleza tenía Luis Manuel,
pues después de sentarse, como he dicho sobre una losa de piedra, era capaz de
esperar no a su enemiga, la culebra sino a su amiga, para hacérsela compañera
de la vida!. Yo como persona nerviosa no podía estar a su lado, pues no podía
hablar con Luis Manuel. Solamente lo observaba y lo dejaba sólo, comprendiendo
su paciencia. No me hablaba, pero me sonreía en tanto yo lo acompañaba.
Dios había puesto
en su corazón un atractivo hacia esas culebras y necesitaba vivir con ellas y
dedicaba el tiempo que tenía para convivir con ellas, porque a él no le causaba
soledad ni miedo en su corazón, sino que su presencia le hacía compañero en
este Mundo de tan misteriosos animales. El Señor le había dado el poder
convivir con ellas y él buscaba la ocasión de sentirse más cerca del Creador,
conviviendo con las mismas. La culebra es un animal misterioso y el diablo,
adoptando un cuerpo serpentino, se presentó ante Adán y Eva para tentarles que
comieran un fruto prohibido y a estos primeros hombres originarios de la
humanidad, les hicieron perder la vida humana en el Paraíso. Pero mi sobrino
Luis Manuel, sabía que las culebras no habían provocado la Expulsión de Adán y
Eva del Paraíso y él estaba enamorado de la imagen original de tales animales.
Y él centró su atención, la dirigió a las culebras y no podía hacer otra actividad
que sentarse en una piedra frente a las paredes de los pajares en la era de
Siétamo por cuyas bases, salían agujeros en los que se escondían las culebras.
Caricatura realizada por
mi hermano Luis Almudévar.
Además de coger
las culebras en la era, bajaba con su primo Mariano al río Guatizalema, donde
mi hijo no podía ver dichas culebra y Luis Manuel las captaba prontamente. Su compañía no les faltó nunca, pues su eterna sonrisa aliviaba la enfermedad, que
padecía su madre María Pilar. Cuando mi esposa y yo estuvimos en Bilbao, su
hija Natalia se preocupaba de que su madre fuera feliz. Mi esposa y yo nos
volvimos a Huesca y a los pocos días tuvimos que volver a participar en el
funeral de María Pilar. Luis mi hermano, ya estaba jubilado y pensó en vivir en
su Tierra Natal y con su hija Natalia, vinieron a vivir al piso de Huesca. No
estaba sólo, sino que le hacía compañía su hija Natalia, y él se dedicaba a
colocar símbolos de la Navegación, en pequeños armarios, para poderlos
contemplar. Construía barcos, que colgaba por diversas habitaciones familiares.
Tenía muchos amigos, que lo hacían feliz a él, como él mismo los hacía a ellos
y cocinaba preparando meriendas sabrosas, cuya preparación había aprendido en
los barcos en el curso de sus viajes. Luis cogió uno de los soldados de plomo,
ya medio destrozados por el juego y escribía artículos, que estaban llenos de
humor, acompañados por una gran humanidad. Cuando murió María Pilar, sus restos
fueron llevados al Cementerio por su esposo Luis, acompañados por toda la
familia. Cuando Luis murió, se incineró también su cuerpo junto con el de su
esposa. En el Panteón de los Almudévar de Siétamo, permanecen juntos gozando
del descanso eterno.
Luis Manuel,
hermano mayor de los Almudévar-Calvo, marchó de Bilbao a Málaga, donde ha
vivido feliz con su trabajo y con su placer de convivir con pequeños reptiles
en su casa. Marina, casada con el buen Gabriel, vive en Zaragoza, donde se
ocupa de la educación de los niños. Natalia que mientras vivía su padre en
Huesca, no lo abandonó. Y estando sola en la vida, se marchó a Madrid y después
de casada con el buen Juanma, se trasladó a Barcelona,donde trabajó con su
esposo , también abogado. Cuando van a Alicante a convivir con la familia de
Juanma, los niños gozan, unidos a sus abuelos, de su clima y corren por debajo
de los naranjos. Han crecido su hijo y su hija y Natalia, sufre para que no
sufran el niño y la niña. Hoy Luis Manuel llega a Huesca y a Siétamo a rezar en
la tumba por sus padres y yo animaré mi corazón al ver a Luis Manuel, que
soñará estar junto a sus padres. "Tuvo con la visita a la tumba de sus
padres, una gran alegría que le duro muy pocos días, pues murió al mes
siguiente para acompañar a sus padres en la tumba".
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