lunes, 25 de noviembre de 2024

La Sociedad de San Vicente de Paúl.-



La verdad es que a todos nos suena el nombre de esa Sociedad, pero son pocos los hombres y mujeres que en Huesca trabajan por ayudar al desarrollo de los necesitados, para asistirlos socialmente, para que se vistan y alimenten y en breves palabras, para aliviar su soledad. Son pocos, para realizar la tarea de amar al prójimo, que  aman con todo su corazón.  Sin embargo  no son pocos, porque forman parte de la humanidad los que ayudan y los que reciben esa ayuda, ya que  son muchos los necesitados, como los inmigrantes, los ancianos, los gitanos y en general los que más sufren en los días de esta cruel  crisis. Pasando por la calle Espinosa de los Monteros, hace escasos días, en un local estaba el nombre de Federico Ozanam, que obtuvo el título de  Doctor en Leyes, en París. Nació el veintitrés de Abril del año 1813. En su labor de profesor de literatura, brilló el genio de Federico, que fue nombrado profesor de la Sorbona en 1844.  Fue seglar o laico,  pues se casó en Junio de 1841. Murió muy joven, ya que día a día, año tras año había dedicado su vida a proteger a los débiles, el día ocho de Septiembre de 1853. Víctor Hugo, en la novela Los Miserables, escribió en 1862, la situación de Francia en el siglo diecinueve; su gobierno pasó de la monarquía a la república, al imperio  y otra vez a la república. Decía que “los ricos se hacían cada día más ricos a causa del trato preferencial que recibían del gobierno y a impulsos de la avaricia  que les obsesionaba”. Pasó entonces en Francia  la crisis  que está ahora ahogando a España, pues ”el pauperismo se extendió grandemente, el desempleo y la falta de vivienda cundieron como una epidemia; los pobres vivían al día”. En España los que son de mi edad  hemos conocido la Monarquía, la República, la Guerra Civil, la Dictadura y nuevamente la Monarquía. Así como antes he dicho que son pocos hombres y pocas mujeres los que trabajan en la Sociedad de San Vicente de Paul, para ayudar a los necesitados, pasaba lo mismo en Francia, pues Víctor Hugo escribía: “Pocos miembros de la clase alta querían  manchar sus manos asistiendo a los “miserables” en sus fétidos y sucios suburbios, pocos ricos querían  correr el riesgo de introducir cambios en las estructuras de la industria”.Al pasar por la calle Espinosa de los Monteros, debajo del nombre del gran Ozanam,  que buscaba con pasión el retorno del bienestar al pueblo, siendo un intelectual,  pero no rico en dinero, alguien había escrito: “Que la crisis la paguen los ricos”. Llegué al número 56 de la Calle de San Lorenzo a las  seis de la tarde y me recibieron en una sala, seis miembros de la Sociedad de San Vicente de Paul. Todos ellos eran hombres sensatos, con inquietudes sociales, pero como yo, próximos a la madurez. Tenían la inquietud de aprovechar los locales del gran edificio, cuyo uso les han devuelto los Hermanos de la Cruz Blanca , a los que se lo dejaron como residencia de ancianos. Todos ellos coincidían en que los jóvenes no venían a participar e incluso a dirigir las obras en favor de los necesitados. ¿Qué pasa con la juventud? Tal vez se ha convertido en una porción del consumismo, pero hace falta que se den cuenta de que ellos son responsables del porvenir de la Humanidad. Dice la poesía :”Oh, jóvenes amables –que en vuestros tiernos años, al templo de la Ciencia dirigís vuestros pasos”, no olvidéis que, como dijo el escritor oscense José María Llanas Aguilaniedo:”Desde la moral primitiva a la moral del tiempo presente, llamada independiente o científica, desligada de la moral religiosa, no es extraño que la generación actual, conforme con esa moral provisoria, prescinda con tanta frecuencia de la ética o moral pura”. Los miembros de la Sociedad , ya mayores, soñaban con incorporar a jóvenes hombres y mujeres, que hace falta que se den cuenta de que son necesarios en esta Sociedad, pues como dice la Biblia : “Amarás a tu prójimo como a  ti mismo”. Al acabar la reunión nos dieron a cada uno una hoja de papel, en el que decía: Infunde confianza y decisión en el corazón de los niños y de los jóvenes, para que respondan a la llamada y entreguen su vida al servicio de Dios y de los hermanos”.

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