sábado, 2 de noviembre de 2024

Mis lejanos parientes de la Argentina


Manuel Orus Almudévar
Armas de los Orus

Teresa Orus Almudévar










Doña Irene Almudévar Vallés, hermana de mi abuelo de Siétamo, de la Provincia de Huesca, Don Manuel Almudévar Vallés, que murió en el año de 1930, se casó con Antonio Orús Vallés, con el que eran parientes. Este era un joven comerciante del Coso Bajo de Huesca. Esa boda se realizó en el siglo XIX.
El apellido Orús tiene su origen  en el nombre de un pequeño pueblo de los Pirineos, que se encuentra  a unos diez kilómetros de Sabiñánigo, por la carretera de Yebra de Basa. En una casa de Javierre de Ara, en el Pirineo se exhibe sobre su puerta de entrada, un escudo, con un casco que mira a la izquierda y debajo se alzan dos, al parecer delfines, sobre  una raya que los divide de las cuatro barras de  Aragón. Desde este pueblo se extendió el apellido Orús por Aragón, más tarde por Barcelona y Antonio Orús Vallés, casado en 1881 en HUESCA o ¿Siétamo?, con mi tía Irene Almudévar Vallés y se marchó con ella, a la Argentina. Esta palabra Orús, es de origen vasco-ibérico, el mismo que tiene la palabra Javierre, que quiere decir “casa nueva” y Ara, que equivale a “valle”. En aquellos años de mil ochocientos  y pico del siglo XIX, la Argentina, con ese nombre tan bello, que despierta en los oídos del que lo oye, sonidos como los de una campanilla de plata era un País,  que atraía a los españoles e italianos. Huesca tenía un ambiente de escaso desarrollo y que no mejoraba, después del incendio provocado en el Monasterio de Montearagón, pasada la Desamortización de Mendizábal. En cambio Argentina era soñada por los españoles y los italianos, que emigraban a ella, llenos de esperanza. ANTONIO ORUS  VALLES y su esposa IRENE ALMUDEVAR VALLES, decidieron buscar su porvenir en aquella  gran tierra de La Pampa, la Patagonia, las Sierras y las elevadas cumbres de los Andes.
Tuvieron siete hijos e hijas, con el segundo apellido Almudévar.1ª- A-   María Teresa Orús Almudévar, nacida en Huesca en 1883; casó en Buenos Aires en 1913 con Julio Torino Solá, abogado y natural de Salta  en la Argentina.
2ª-B-Pilar Orús Almudévar, nacida en Huesca en 1886 y murió en Buenos Aires en 1899. Tanto María Teresa Orús Almudévar como Pilar Orús Almudévar nacieron en Huesca, la primera en 1883 y Pilar en 1886. Se deduce que emigraron a la Argentina ANTONIO ORUS e IRENE ALMUDEVAR, unos seis años después de casados.
3º-C-José María Orús Almudévar, nació en Buenos Aires, en 1889. Fue Cónsul argentino en Gijón, donde se casó en 1927, con María González Buhigas. Murió en Gijón en 1929, sin tener hijos. De este José María, conservo una carta,  dirigida a mi padre Manuel Almudévar Casaus, con una cultura inmensa, un gran humor y un cariño a los Almudévar, que al leerla conmueve mi sensibilidad.
4º-D-Antonio Orús Almudévar, nacido en Bellavista en 1891, que fue Ingeniero Civil. Murió en Buenos Aires en 1927.
5ª-E- Margarita Orús Almudévar, nacida en Bella Vista en 1894 y murió en Buenos Aires, en 1927.
6ª-F-María Magdalena Orús Almudévar, nacida en Bella Vista en 1897 .Murió en Buenos Aires en 1967.
 Primera Instancia en el Fuero Civil de la Capital Federal. De Manuel tengo, como me recuerda Manuel Torino en su carta del 24 de Julio de 1977, un retrato en carbonilla y una fotografía, que le adjudican una gran inteligencia y unos rasgos de nobleza.
¨Los hijos de JULIO TORINO SOLÁ y de MARÍA TERESA ORÚS ALMUDÉVAR, hija de ANTONIO ORUS VALLES  y de MARÍA TERESA ALMUDEVAR VALLES, fueron:
1-FRANCISCA TORINO ORÚS, nacida en Salta 1914; murió siendo niña.
2-MARGARITA TORINO  ORÚS nacida en Salta en 1916.Casó con OSCAR CORNEJO SOLA, médico, en 1939, y tuvieron siete hijos.  A saber: a)Oscar , médico, casado con María Isabel Colombres Pasquini, con tres hijos; b)Manuel, militar, casado con Amalia Jovanovics Figueroa, con cuatro hijos; c) Ramiro, ingeniero, casado con Gloria Cabanillas Urrestarazu, con cinco hijos; d)Margarita,profesora de inglés y bibliotecaria, soltera; e) Jorge, militar, casado con Margarita Jovanovics Figueroa , con cuatro hijos; f) María Teresa, profesora de letras, casada con Carlos García Pareja, con tres hijos y g) Fernando,ingeniero, casado con Claudia Becker Lastra, con cinco hijos.
3-JULIO TORINO ORÚS, nacido en Salta en 1919, fue abogado, presidente del Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Salta y casó con Mercedes Escudero Gorriti en 1955.Tuvieron siete hijos.
4- MARÍA TERESA TORINO ORÚS, nació en Salta, en 1922, casó con Francisca Uriburu Michel y fue abogado. No tuvieron hijos.
5-MARÍA DEL PILAR TORINO ORÚS, nació en Salta, en 1924, casó con Julio Michel Cornejo, abogado en 1949.Tuvieron siete hijos.
6-MANUEL TORINO ORÚS, nació en Salta en 1926.Casó con Carmen Ortiz Sánchez de Bustamante, en 1947.Tuvieron cuatro hijos.

Mis abuelo, don Manuel Almudévar Vallés se casó con mi abuela doña Pilar Casaus López, nacida en el  pueblo de al lado de San Juan de la Peña, llamado Botaya y de donde guardo algún  libro del Padre Larripa, que al cerrar el Monasterio por la misma Desamortización que acabó con el de Montearagón, las habitantes de Botaya,  tomaron algunos, para guardarlos y leerlos en sus casas, impidiendo que fueran abrasados, como lo fue todo el Monasterio  de Montearagón y gran parte del de La Peña.
Siempre se comunicaron por correo los habitantes de casa Almudévar de Siétamo, situada en la Plaza Mayor de Siétamo, con el  matrimonio emigrado. En 1930, en que yo nací, murieron mis dos abuelos. Llegó la guerra Civil y casi todos los papeles, incluidas sus cartas, desaparecieron. No desapareció solamente la correspondencia familiar,  sino además sesenta y tres antiguos cuadros de pintura y libros históricos como Las Crónicas de Diego de Aysa. Yo tengo un borroso recuerdo de los cuadros y de los libros porque mi querida tía Luisa, nos entretenía jugando lejos de tan sagrados recuerdos, para que,  como niños, mis hermanos y yo,  no hiciésemos algún destrozo.
Pero, al llegar la Guerra Civil el año de 1936, tuvimos que huir a Huesca y en nuestra casa se destruyeron y se robaron  muebles, libros, cuadros y todo lo que allí se encontraba. Don José María Trisán de Fañanás, que estaba de chofer con los nacionales, un día, entró en mi casa y en un saco metió todos los papeles antiguos que pudo y los entregó en Huesca en la Farmacia de Llanas Almudévar.  Al volver a Siétamo mi padre,  una vez acabada la Guerra, encontró muy pocas cosas, de las que  se conservan algunas fotografías   disparadas por mi tío Don Feliciano Llanas, unas sacadas del saco del generoso  Trisán y otras de  la Torre de Casaus, que estaba debajo del cerro de San Jorge de Huesca, con su ermita dedicada al santo patrono, que ayudó a los cristianos a conquistar Huesca en 1096 y donde tenía mi familia una vivienda en la que se encontraron cartas de correspondencia, enviadas por los parientes argentinos y un hermoso látigo, que se conserva como nuevo y que también está fotografiado en manos de mi tío José María, vestido de gaucho de la pampa argentina. El látigo con su cámara escondida, en la que se aloja una especie de machete o espadín, que tenía por objeto, sacarlo, unas veces para atacar y otras para defenderse y siempre para domar el ganado y para bailar  Este látigo se guardaba en la Torre de Casaus y después en la casa de Siétamo, muchos años, pues en una fotografía aparece entre las manos de mi tío José María Almudévar, hermano de mi padre Manuel y estando mi tío revestido con un traje de gaucho, que ya está desaparecido. El látigo toda mi familia lo ha tratado con cariño y se conserva como nuevo y se venera como una reliquia, unida al traje de gaucho, de aquellos queridos parientes de la Argentina El bonaerense,  que   se llamaba JOSE ORUS ALMUDEVAR se escribía con mi padre y todavía he encontrado una carta suya escrita en Gijón (Asturias), donde mi padre me dijo que  estaba ocupando el cargo diplomático de Cónsul. Esta carta es de fecha once de Junio de 1926.  Comunica a mi padre que había recibido en Gijón, dos cartas, una para su madre y otra para él y dice que después de leídas, complacido, expidió la primera para América. Escribe con estilo y con gran sensibilidad, pues hablando de las cartas dice así:”De la primera me son particularmente agradables los recuerdos de los riquísimos Mariví (mi hermana mayor) y Lorenzín (primo hermano mío) con sus raras cualidades imitativas del tión lejano que una vez pasó por Siétamo, y que ahora les envía una porción de besos”. Luego escribe: “He encontrado en casa de un amigo de Gijón una obra heráldico-genealógica de colosales proporciones, y en ella, unas notas sobre nuestro apellido. De estas tomé copias literal y fotográfica que considero pertenecen de derecho a mamá y a vosotros, y por consiguiente envío a Buenos Aires y a Siétamo. Van adjuntas”.  Escribe, a continuación de “Nuestra querida Teresina, la que dejó los pinceles en abandono imperdonable, quizá tenga la ocurrencia de hacer, con los elementos que os envío, una copia colorida mucho más perfecta que la que os va. Ojalá sea”. Como escribe José María:”Nuestra querida hermana Teresina, que dejó los pinceles en un abandono imperdonable”, aprendió a pintar de niña, pues era  tarea que utilizaban las familias  para educar a sus hijas. Esta educación artística y disciplinada, le fue impartida en mil ochocientos y pico y en 1926,  José María Orús, escribe que Teresina “quizá tenga la ocurrencia de hacer, con los elemento que os envío, una copia colorida mucho más perfecta que la que os va”.  Lamentábase  el cariñoso pariente de que Teresina no pudiera pintarnos algún retrato de la familia o algún colorido paisaje. Aquella carta fue escrita en Gijón el once de Junio del año 1926, año en el que todavía no había venido yo  al Mundo. No sé si enviaría a mi casa, alguna obra en color, porque el año 1936, estalló la Guerra Civil, lo que no dio tiempo a mi familia para recoger nada, pues entre otras obras,  los “rojos” se llevaron sesenta y tres cuadros de nuestra casa. Esto no fue nada, porque salimos vivos todos los miembros de la familia, no como le ocurrió a Mosen Jesús Vallés Almudévar de Fañánas, doblemente pariente vuestro y nuestro, al que le fusilaron a su buena madre y a su hermano de unos dieciséis años. Mi hermana María, la única que conmigo queda de los seis hermanos, me dice que mi padre, después de la Guerra Civil, recibió una tarjeta de felicitación por haber salido de ella, sanos y salvos. No se acuerda María de quien fue el argentino que la escribió, pero yo creo que fue Manuel Orús Almudévar, que se murió hace pocos años. A Jesús Vallés, lo conocieron Manuel Torino  y sus hermanas Carmen y Pilar, cuando ya hace muchos años los recibimos en mi casa de Siétamo, enseñándoles la fotografía de su madre TERESINA ALMUDEVAR.  Sintió ella una emoción al encontrarse retratada a su madre, que la impulsó a decir toda emocionada: “¡mi mamá!”. Después fuimos a comer con José Antonio Llanas Almudévar y con Jesús Vallés, también Almudévar y pariente vuestro  y nuestro, con vosotros por los apellidos Vallés y Almudévar. Hace unos pocos años murió el sacerdote Jesús Vallés Almudévar, al que para la Guerra Civil, le mataron a su madre y un hermano. Teníamos apellidos comunes pero usábamos muchos nombres familiares en unos y en otros, como, por ejemplo Manuel, José María, Antonio, Margarita y Teresina. 
El  retrato con carboncillo de MANUEL ORUS, nacido en 1889, que  fue abogado y Juez Nacional de Primera Instancia como pone en la parte posterior del mismo y escrito por mi padre, tiene veinticuatro centímetros de altura por dieciocho de anchura. Está dibujado sobre una recia cartulina y dibujado con lápiz, resultando un retrato de gran belleza. Tengo una fotografía de MANUEL ORUS ALMUDEVAR, enviada a mi padre y sacada en 1933 y un retrato dibujado a  lápiz y realizado  el mismo año de 1933. En la fotografía se ve la bondad de los  ORUS  ALMUDEVAR, su tranquilidad acompañada de un gran sentido de la justicia, su elegancia  y en el dibujo se cruza su mirada penetrante y serena con la del que siente la necesidad de interrogarle. No eran la fotografía  y el retrato de José María, pero al leer la carta que éste  escribe a  mi padre, estoy leyéndolo a él, pero representándose en mi cabeza la imagen de MANUEL ORÚS  ALMUDEVAR, dos hermanos gemelos en su físico y en su espíritu.
  José María, escribe desde Gijón una carta familiar, genealógica y moral, que dice del hermano de mi padre, eternamente soltero y conocedor del único oficio de  la vida en que no se trabaja, que es el de vividor.   Dice de él : ”Otro “imperdonable” tenemos en la familia: mi tocayo. Invítalo de mi parte a calificar su actitud de reiterado silencio ante mis cartas. Dile que yo no quiero hacerlo, por temor a subirme un poco en la calificación; pero que él, con mayor confianza consigo mismo, puede apretar cuanto quiera en los adjetivos, seguro de que nunca me parecerán exagerados”. ¡Dios mío,  qué razón tenía José María Orús Almudévar, al diagnosticar la “vagancia” de su primo José María Almudévar!.
No es que su primo y tío mío José María Almudévar fuera malo y no quisiera tratos con  sus familiares, sino que siempre estaba alegre y de conversación con todo aquel con el que se encontraba. Pero no quería obligaciones que le obligaran a trabajar o hacer el sacrificio, de simplemente, escribir una carta o contestarla. No fue el hermano heredero, pero tenía derecho a vivir en casa  Almudévar, sin trabajar ni manualmente ni administrativamente. Estuvo algún tiempo en Zaragoza, para estudiar la carrera de Ingeniero. No aprobó ninguna asignatura y al llegar a su casa de Siétamo, le preguntó su padre que era lo que prefería, si estudiar o no. El padre de José María, don Manuel Almudévar Vallés, fue un hombre trabajador, pues llegó a levantar la Fábrica de Harinas de Siétamo, pero a su hijo no le transmitió la cualidad de ser útil,  por medio del trabajo para la sociedad humana.  El, como si se encontrara en apuros, no se tomó la molestia de contestarle y allí se dedicó a vivir, primeramente  en Siétamo y después de la Guerra Civil en la Torre de Casaus de Huesca, cuando sus hermanos le ofrecieron la oportunidad de ser transportista, a lo que no contestó, como no contestaba a las cartas de su primo José María Orús. Pero siempre fue  acompañado y siempre servido por su hermana y tía mía, Luisa. Esta fue una santa mujer, pues siempre estaba sometida por el amor al prójimo. Cuando éramos niños, a mis hermanos y a mí, algunos montados en la burra torda, nos bajaba a todos a bañarnos al río Guatizalema, donde nos instalaba al lado de una fuente y nos servía agradables meriendas. En Huesca apoyaba a los que pasaban apuros económicos y llevaba alimentos a diversos conventos de clausura. A José María le ayudó a pasar una vida feliz. Montaba en su caballo y paseaba por el monte y en ocasiones cazaba algún conejo o perdiz, pero no se apeaba del caballo para recoger ninguna pieza, porque ¿cómo se iba a sacrificar?. En el hogar siempre estaba de conversación humorística y yo me acuerdo de cómo en una ocasión levantaba la cabeza y se miraba con cara de mal genio, torcía la boca y me  preguntaba que quien era aquel personaje, que estaba representando.  Me dijo  que era Musolini, el rostro del político, que estaba imitando y yo, con sólo cinco años, también imitaba la figura todopoderosa del dictador. Aquello, después me ha parecido una profecía de mi tío José María de la proximidad de la Guerra Civil,  que iba a llegar muy pronto.  En la Guerra Civil por no tener ya edad para ingresar en el Ejército, hacía por las noches vigilancia por las trincheras voluntariamente y no lo pasó muy mal, pues se consolaba echándose buenos tragos de vino. Fue feliz, mi tío José María, pues nadie de la familia le achacó ningún vicio ni  defecto. Sólo su primo y tocayo José María Orús Almudévar, lo quiso enmendar. En la carta que desde Gijón le envió a mi padre, le decía: “Otro imperdonable  tenemos en la  familia: mi tocayo, invítalo de mi parte a calificar su actitud de reiterado silencio ante mis cartas”. Acaba esta carta, escribiendo:”Sólo un temor me asalta en este caso, porque lo sé honrado; y es el de que imite a aquel prototipo de la honradez y de la justicia que, a puñetazos, se puso a sí mismo un ojo negro por haber descubierto que hacía trampas en un solitario”. Y después de esta anécdota moral le pone a su primo:”Que no te dé tan fuerte, José María y que me contestes, ¡concho!”. Mi tío José María, era feliz leyendo todos los días el periódico ABC y recibiendo tus cartas, unas procedentes de Gijón y otras desde la Argentina y lo demostraba, revistiéndose con las ropas de gaucho que le mandasteis desde la sonora Argentina y haciendo exhibiciones con el látigo precioso con el que hacía ejercicios como los hacían  los gauchos en la Pampa. Bueno, quizá exagere con esta afirmación, porque el látigo está igual que nuevo con los años que hace que su familia nos lo envió a Siétamo.  Don Feliciano Llanas sacó una  fotografía de José María con la ropa de gaucho y  agitando el látigo.
José María Orús Almudévar en su carta dirigida a mi padre el día 0nce de Junio de 1926, muestra un gran amor a su familia que se quedó en Siétamo, en tanto su madre unida con su padre, emigró a la Argentina. ¡Con qué delicadeza trata a mi hermana Mariví y a mi primo Lorenzín! y habla de “sus raras cualidades imitativas del tión lejano, que una vez pasó por Siétamo, y que ahora les envía una porción de besos”. Envió a los Almudévar de Siétamo “copias literal y fotográfica de una colección heráldico-genealógica”, diciéndoles que “pertenecen de derecho a mamá y a vosotros”. Hoy ,después de ochenta y seis años de recibir el dibujo del Escudo de Armas de los Almudévar y no queriendo ser tan poco cumplidor como mi tío José María, os envío una fotografía del escudo de los Orús.
El tiempo va pasando y de la misma forma que ya no podréis lucir lar Armas de Almudévar, quizá tampoco os den categoría las de Orús, aunque ya la poséis. Sin embargo, después de leer la carta de José María Orús Almudévar a mi padre Manuel Almudévar, me ha dado la impresión de que  el tiempo pasa para los hombres, por lo menos por sus cuerpos, pero nuestros espíritus, deben volar por los caminos de Dios, que es eterno. Y de la misma forma que yo he recibido una gran satisfacción con la contemplación del retrato y de la fotografía de Manolo Orús Almudévar y he aplicado su mirada a José María, ambos por los cielos se acordarán de nosotros,  aunque ya no tienen laringe ni boca para hablarnos, ni oídos para escucharnos; pero  tendrán medios para enterarse del agradecimiento que yo, Ignacio Almudévar les envío por sus rasgos y por sus palabras. Manolo Orús Almudévar, del que tú, MANUEL TORINO, en tu carta del 24 de Julio de 1977, me recuerdas que poseo su fotografía.
Pero conservo una fotografía, sacada en Buenos Aires, que el día uno de Enero de 1903, recibida en casa Almudévar de Siétamo, en la que aparece una bellísima y elegante dama, todavía muy joven, que representa a Doña TERESINA  ALMUDEVAR VALLES, casada con ANTONIO ORUS VALLES, tía de mi padre y madre de siete  hijos e hijas, con los apellidos ORUS y ALMUDEVAR. El año 1977, me escribió MANUEL TORINO ORUS y me decía:” Ayer día 23 de Julio, fui a visitar a MANOLO ORUS (¿recuerdas que tú tienes su fotografía?) y con unos pocos papeles que conserva y un mucho de su memoria, hemos compuesto los datos que te envío en hojas separadas. Puede haber algún error en las fechas, pero son, en general correctas y los que hubiese de menor cuantía).Dice a continuación que “desde que nos despedimos, continuamos nuestro viaje con CARMEN y PILAR….” Los tres coincidimos en que el hecho de “encontrarnos a  ti  y los tuyos y todos los primos con quienes estuvimos, fue lo que nos “hizo” del viaje, sin duda, lo más agradable que nos ocurrió”.  
Su hija se emocionó al contemplarla, con un cariño semejante al de mi padre, que guardaba esa fotografía, después de haber sufrido los dolores de una Guerra Civil y criminal, como quien conserva un santo o un antepasado suyo. A mí me da la impresión de que alguna devoción me transmitiría, porque al encontrar en la Plaza Mayor de Siétamo, a sus hijos, como una chispa me vino el recuerdo de la fotografía de TERESINA ALMUDEVAR, y corriendo los acompañé al despacho donde la guardaba y se la mostré. Les di una copia de esa emigrante española, bella, elegante  y  simpática, más animada  que mi tío José María Almudévar Casaus. Supongo que la conservaréis, como yo, pues también os la presento en este escrito.  
 Al despedirse no se olvida de nadie, pues escribe: ”Recuérdanos a Jesús, A Luis y  Mariví, a José Antonio y María Antonia y sus hijos, particularmente a María Teresa para que no nos olvide.
A Felisa y los chicos muchos cariños, muy especiales de CARMEN para la pequeña Pilar, y para ti un agradecido y cariñoso abrazo de CARMEN  y MANOLO.     

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