jueves, 3 de julio de 2014

La señora Carmen o la gaceta



Andrés Moreno nació en Torquemada, provincia de Palencia, donde escucharía alguna de las barbaridades que en ella se cometieron en tiempos de la Inquisición. Se casó Andrés con Natividad Villahoz, nacida también en Torquemada. Ingresó en los Ferrocarriles Españoles antes de la Guerra Civil y lo mandaron a Lérida. Allí esperaron a Carmen, que nació también en Torquemada,  pues allá se fue su madre, para dar a luz. Se querían Andrés y Natividad tanto que se adoraban, pues él era un hombre muy prudente y muy trabajador, tanto que cuando empujaba un vagón, no necesitaba a nadie más, para sacarlo del lugar donde se encontraba. Natividad gozaba de buen humor, que transmitía a Andrés y a sus hijos Carmen, Rosa y Andrés. Estos hechos ocurrieron antes de la Guerra Civil, de donde se deduce que Carmen, cuando estalló dicha Guerra, tenía catorce años y hoy alcanza los ochenta y cinco. Carmen heredó todas las cualidades de sus padres, pues ha resultado ser, en la actualidad, una mujer de un carácter bondadoso y de un humor extraordinario. Habla en catalán y en castellano y lo mismo en una lengua que en otra, hace reír a todos los que la escuchan. Dentro de su conversación cambia del idioma catalán al castellano y viceversa, con una facilidad que llama la atención. A veces exclama: ”Escolta, hem pasat moltes  penuries, pero gracias a Deu, estem tota la familia junta”. Tiene unas grandes cualidades para narrar historias que han sucedido, pero sin embargo no cuenta cuentos ni mentiras. Cuando era una niña y llegaba a su casa, delante de sus padres y de sus hermanos, contaba todas las aventuras que le habían ocurrido durante el día. Su padre, al verla llegar, exclamaba: ”¡ya viene la gaceta!”. El periódico  “La Gaceta del Norte” y todas las demás gacetas que en el mundo proclaman noticias, para la Guerra Civil escribían muchas batallas, pero Carmen, la “gaceta de Lérida”, sigue contando, no las batallas de la Guerra, sino que hoy, en el mes de Marzo del año 2009, cuenta las miserias y apuros que tuvieron que sufrir su familia, ella misma y casi todas las demás familias, con sus hijos, que vivían en Lérida. Pero no cuenta tales realidades llorando, sino que las relata en medio de un humor extraordinario y riéndose y haciendo reír a los que la escuchan, que no se alegran de esas tristezas, porque reaccionan agradeciendo al Señor, el poder haber salido con vida de tales situaciones.
Al estallar la Guerra, la modesta familia pasó de un bienestar también modesto, a una situación de hambre y de miseria. Y, ¿cómo ha comenzado Carmen a contar todo eso?, pues sencillamente cuando Palmira, compañera de mesa, al oír hablar de Tarrasa, exclamó: ¡ay, qué mal recuerdo tengo de Tarrasa por las penas que allí tuve que pasar!. Palmira, que nació en Torrente de Cinca, en la provincia de Huesca, en pocas palabras, reveló la tristeza que le producía el recuerdo de la Guerra. No pasó excesiva hambre, pues su madre y su abuela eran panaderas y vendían pan a tanta gente necesitada. Pero tuvo un disgusto terrible, pues acabada la Guerra, su padre que estaba luchando, se retiraba en un camión, sobre el que un avión disparó y lo mató.
Carmen, en lugar de lamentarse, empezó a contar las miserias que tuvo que pasar, pero riéndose y como recordando elegantemente, tal vez el haber podido superar esas circunstancias asquerosas, que producen las guerras.
En Tarrasa, precisamente, tuvieron que superar numerosas dificultades, pues a su padre, destinado a esta ciudad, le acosaban las dificultades que le iban a causar la carencia de los suyos y éstos, que lo amaban, lo mismo la esposa que los hijos, dijeron:”si Andrés  se va, nosotros nos iremos con él”. Y así lo hicieron. En Tarrasa vivieron en un “cuarto de agentes de la RENFE”, que consistía en una habitación de unos setenta metros cuadrados,  con cocina  y con un solo colchón en el suelo, en el que tenían que acostarse todos, es decir cinco personas.
Cuando acabada la Guerra, volvieron a Lérida y se encontraron el piso que tenían alquilado ocupado por otras personas, teniendo que luchar para poder habitarlo otra vez. Lo pasaron mal sobre aquel colchón, pues cuenta Carmen, que cierta noche, cuando sus padres y hermanos estaban dormidos, se acordó de que su madre tenía guardado un pequeño trozo de pan y como sentía hambre, lo cogió y con mucho miedo, cortó un trocito todavía más pequeño y lo devoró. Al día siguiente, preguntó su madre,¿quién ha tocado el pan que yo guardaba para alimentaros?. Carmen exclamó: yo no he cogido nada. Esta fue una mentira piadosa, pues como he dicho Carmen no mentía nunca en su gaceta.
Después de tantos años, Carmen vive con un respeto muy grande al pan, pues dijo: “yo no he tirado en mi vida ni un trocito de pan, o lo he rallado o he hecho sopas”.
Aquellas luchas por la vida, han hecho que sus nietos, cuando ven a su abuela, le digan:  ¡yaya, cuéntanos cosas de la Guerra!”. Entonces ella, les cuenta como tenía que ir con sus hermanos sobre los peldaños por los que se subía a aquellos vagones de tren ruidosos y sucios de carbón. Llevaban tabaco e iban a cambiarlo por leche condensada. Iban sufriendo en el tren ruidos y “chacachacas” y golpes que recibían en la cara dados por las cañas que estaban al lado de la vía. Cuando en cierta ocasión, habían conseguido la leche, los descubrió algún agente y los dejó sin tabaco y sin leche. Son innumerables las ocasiones en que tuvo Carmen que hacer “estraperlo”, pero cuando acabó la Guerra, se puso una mercería en unión con su hermana. A los veinticuatro años se casó con José Valero, un hombre muy equilibrado, que no bebía ni jugaba, porque sólo gozaba con el fútbol. Murió a los ochenta y cinco años y nunca estuvo enfermo, porque murió como los devotos de Santa Ana, que le piden a la santa:”¡Santa Ana, buena muerte y poca cama!”. Carmen vive muy atendida por sus hijos y es feliz. Reparte felicidad entre los que con ella conviven.
He escrito estas cosas, porque cuando cuenta sus lejanas aventuras a los nietos, les está instruyendo para que cojan ánimo, en estos tiempos,  a los cuales dicen que está llegando una terrible “crisis”.


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