miércoles, 30 de julio de 2014

Mari-Carmen piensa en José Ramón

Virgen de  Pueyos (Alcañiz)


Me he encontrado sentadas en un velador a Mari-Carmen con su amiga, que se estaban tomando un café. A Mari-Carmen la conocí, hace ya bastantes años en las Oficinas de Obras Públicas, a donde tuve que ir para aclarar un pequeño problema de la carretera N-240. No sería el problema muy grave, pues ya no me acuerdo de lo que planteaba, pero desde entonces recuerdo a Mari-Carmen, funcionaria,  entonces del Ministerio de Obras Públicas, porque siempre que nos vemos, nos saludamos. Hoy la he encontrado sentada con su amiga, en un velador y me ha invitado a tomar algún cortado. Me he sentado y como ésta, ha sido la ocasión de recordar tiempos pasados, me ha recordado a su difunto marido, José Ramón, que aunque está ya difunto, parece que vive en la mente de Mari-Carmen. Sí, porque me hace recordar la figura humana, llena de sentimientos  de José Ramón. Me cuenta Mari-Carmen, que en cierta ocasión, su marido, se encontró en la calle  un joven muchacho, que por lo visto pasaba alguna necesidad y sin pensarlo ni un minuto, lo hizo subir a su piso, donde le proporcionó un desayuno, que lo dejó, como nuevo. Me dice Mari-Carmen que ese muchacho, movió el corazón de José Ramón y, casi sin conocerlo, trató de remediar sus necesidades. Es que José Ramón había nacido en Alcañiz, donde se alza La Virgen de Pueyos, a la que tenía una gran devoción. Ese templo es un santuario dedicado a la Virgen María y se encuentra al noroeste de Alcañiz, a dos kilómetros del río Guadalope. Hace mucho tiempo servía a los pobres en un asilo, que hoy es la iglesia y entonces existía una ermita del siglo XII. Se le apareció a un sencillo pastor,  lo que explica la bondad de José Ramón con el pobre muchacho, que se encontró en la puerta de su casa. La Virgen le dijo al pastor Lucio: “quiero que veneréis esa imagen en ese sitio, mientras lleve aguas el Guadalope y la campiña sostenga plantas”. Es que  Pueyo, en aragonés, significa altura y para alcanzar su cumbre, es preciso “puyar”, es decir, en castellano, subir. Yo en cierta ocasión acudí a Alcañiz, acompañado por el amigo veterinario Don Alvaro Franco Oliván y me llamó la atención la altura del Pueyo, en que reside la Virgen. Esa altura impresionó la mente y el corazón de José Ramón. Bajamos con Don Alvaro por la carretera de Sariñena, pasando a la de Zaragoza, para la llegar a Caspe, cruzar la carretera, que conduce a Barcelona y  en pocos kilómetros llegamos a Alcañiz. No me fijé entonces en tan alto Pueyo de la Virgen, pero me acordé de que también cerca de Barbastro, se alzaba otro Pueyo altísimo, donde también presidía la Virgen del Pueyo. Pero,  en cambio  José  Ramón ya  había fijado en sus ojos, la altura de la Virgen,  sobre el alto Pueyo de Alcañiz, pero ese fijarse había hecho penetrar en su corazón, la altura del Virgen sobre aquella tierra bañada por el río Guadalope. Su corazón también subía hacia el cielo. Todos los sábados José Ramón, acompañado por Mari Carmen, subían al Pueyo a rezar por él y por su amada Mari Carmen, que me cuenta esta fusión de amor con la Virgen, con una gran emoción. Pero no sólo destacaba allá arriba, cerca de la Virgen, la belleza del paisaje, sino la presencia por tan alto lugar, de aquellos que querían hacer ejercicios espirituales. Cerca de la iglesia del Pueyo, se eleva una Residencia, dirigida por la Hermanas de los Desamparados, que acogen a los peregrinos que van a visitar a la Virgen del Pueyo y a los teólogos, que dan conferencias a los cofrades y buscan el progreso de la Humanidad.
Es que Alcañiz es una tierra bendita, que a su vez bendice al Señor, cuando llegan los recuerdos de la Cuaresma y de la Semana Santa, porque allí los turolenses hacen sonar los sonidos bravos de los tambores, de la misma forma que también lo hacen en las tierras turolenses de la Puebla de Hijar, en Hijar, Andorra, Calanda, Alcorisa, la Puebla, Samper y Urrea.



Allí se da uno cuenta de que la zona del Bajo Aragón, tiene una gran personalidad, porque hacen retumbar fuertemente el sonido de los bombos y de los tambores, para la Semana Santa.
¡Cómo se acuerda Mari Carmen de su amado José Ramón, nacido en Alcañiz, visitando con una gran frecuencia la cumbre del Pueyo, donde la Virgen ,como una madre se fija desde las alturas en todos sus hijos!. Sí, porque el Pueyo, le hacía soñar con la altura y él quiso ser aviador. De la misma forma que la Virgen le dijo al pastor llamado Lucio :” quiero que veneréis esa imagen en este sitio, mientras lleve agua el Guadalope y la campiña sostenga plantas”, José Ramón quería ser aviador, para ver todos los Pueyos que se alzan por Aragón y los ríos como el Guadalete y el Ebro. En las alturas se acercaría al Señor y le pediría por Mari Carmen.

Los padres de José Ramón no le dejaron ser aviador, pero el Señor le dio facilidades y voló, con un gran dolor de Mari Carmen, hacia el Cielo, donde pide por su amor y éste, sigue pensando en  la Virgen del Pueyo.

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