Luis
estaba en su casa, en la plaza de la Inmaculada, y por el balcón veía una
ermita o pequeña iglesia toda pintada de blanco. Se ve un tanto alejada, desde
el piso que habitaba y se daba cuenta de su altura, un tanto lejana. Desde
una ventana de su cuarto piso,
contemplaba una hermosa ermita, encima de un tozal, todo vestido de verde por
estar plantado de pinos. Entonces Luis me preguntó que era lo que había en
aquella ermita y yo le dije : allí encima de esa colina o tozal, ofrece la contemplación
mística de San Jorge, montado a caballo, que está dentro de ella.
Y entonces me volvió a preguntar: ¿quién es
San Jorge ?, y yo le respondí. Es un santgo que durante su vida en la época
romana, fue guerrero, montado sobre un caballo. Pero este soldado oriental, que
era un oficial en el ejército romano, con la fama de su santidad y de su
antigua lucha guerrera, se convirtió en santo protector de Oriente y de
Occidente. Fue tan famoso que dicen que fue un guerrero que ayudó a los
cristianos de Huesca o de Aragón en la batalla del Cerro de su nombre, que convirtió a Huesca en
la capital de la libertad del Reino Cristiano de Aragón.
Luis
Manuel y sus dos hermanas Marina y
Naralia y sus primos hermanos Ignacio ,
Luis y María, conocieron desde ese piso de la Plaza del Teatro Principal, en un
observatorio en que veían la Sierra de Guara ,que une y que separa a los
Pirineos de la Tierra Baja. Y desde el piso situado en el mismo lugar , donde
antes se encontraba el Teatro Principal,
pudieron ver mis nietos la unión de los Pirineos con la Tierra Baja. Desde la
altura de aquel piso, observaban el Cerro de San Jorge, coronado por la bella
Ermita dedicada a este Santo.
Desde
lo alto de la casa,donde radicaba el Teatro Principal, se miran al Cerro de San
Jorge, coronado por una blanca ermita, y sus laderas mostrando un verde pinar, plantado a principios del
siglo XX. La altura del Cerro le ha dado
una situación estratégica, tanto que fueron los romanos los que lo fortificaron
y el Rey aragonés, construyó una fortaleza para vigilar a los musulmanes, que
hizo se llamara a este lugar como “El
Pueyo de Don Sancho”. Este Cerro de San Jorge es un lugar que hace
soñar a los oscenses como una aproximación al cielo, por su altura, por el
deporte del Fútbol , que ha hecho soñar a los oscenses que San Jorge los ha
elevado a primera división. Se respira en ese Cerro la pureza que los pinos,
que dan una gran salud al ambiente.Es un lugar bendito para pasearse por él y
para mantener la afición al deporte. San Jorge, gran militar del Ejército Imperial en la Capadocia, que hoy es
Turquía,vivió entre los años del 270 y el 303 y su conocimento lo hizo patrono
en Italia, Inglaterra ,Grecia , el Reino de Aragón e incluso la isla de Malta.
Pero
en Huesca su Fiesta tiene un espacio extraordinario, que este año lo he visto
con menos peregrinaciones de alegría dirigidas
a San Jorge. Hace muy pocos años se veían y se oían voces y notgas
musicales por el Parque, por el que pasaban grupos de jóvenes, que iban al
Cerro a cantarle a San Jorge. Hoy en día hay menos jóvenes y sus familias se
los llevan de viaje ensa días de fiesta. Antes,cuando llegaba san Jorge y a
celebrar el Día de San Jorge,se llenaban los accesos a su Ermita de jóvenes que
subían a venerar y a celebrar su
recuerdo en aquel Cerro de su nombre. Se veían por el Parque subir jóvenes y
niños, llenos de alegría y algunos hacían sonar guitarras u otros instrumentos
musicales y almorzaban por el camino a San Jorge, y bebían vino que les
alegraba el corazón. Si subías al Cerro de San Jorge, oías a los y a las
jóvenes, cantar y alegrar los corazones de los oscenses. Se veían pavos reales
en los grandes árboles de la carretera de Zaragoza y oías los sonidos que
lanzaban dichos animales y observabas alguno que celebraba el día su Patrono
,irguiéndose y levantando su bella cola ,que extendían por el aire.
En
lo alto del cerro y dentro de la Ermita con sus arcos de un gótico tardío, se
veneran en él a San Lorenzo y a San Vicente, que son venerados como patronos de
Huesca y acompañados dicho patronos por San Orencio y Santa
Paciencia,acompañados por el santo y noble guerrero , luchando con un dragón.
En la Guerra Civil dicen que subieron a lo alto
del Cerro los que estaban intentando conquistar Huesca y a sus pies estaban sus
defensores, con algunos soldados y militares, ocupando un hexágono defensivo,
que duró muchos años y que se desmontó cuando se urbanizó el monte de la Tore
Casaus y se construiyó debajo del mismo, el Hospital de la Seguridad
Social, porque a la guerra siguió la
paz.
Y
hablando con mis nietos les enseño a mirar el paisaje que desde el tejado del edificio
de la Plaza de la Inmaculada, y se contempla, al recrearse con el Parque
Municipal, el Pabellón de Deportes adjunto y pasando a la Calle de San Jorge,
se llega al Cerro del mismo Santo, a cuyos pies se alza el Hospital ,que se
acuerda de la salud de todos los oscenses.
Mi tía Luisa, Penélope para los leñadores, era amante de observar
los ruiseñores en las yedras del jardín de la Torre de Casaus y aseguraba que, según opinión del gran pintor Zuloaga, las
puestas del sol del Cerro de San Jorge, eran las más bellas en variedad de
colorido de toda España. No tengo noticia de que llegara a conocer a tan eximio pintor; tal vez
escuchara esa opinión de boca de su primo Don Manuel Bescós Almudévar (Silvio Kosti), pintor, además de escritor y rico en relaciones
humanas de todo tipo.
De
todas formas, no creo que se sacase la opinión de la manga, pues las mangas,
por sí solas, constituían en aquellos tiempos una cuestión de moral conflictiva
y que hacía que las pobres modistas unas veces tiraran de ellas para arriba, y
otras para abajo. En aquellos tiempos, la moral se calibraba , se ponderaba
escrupulosamente, y por tanto, el dejar al descubierto unos centímetros más o menso de tejido
epitelial de las extremidades superiores, constituía materia de consulta en el
confesonario.
En
cuanto al tejido epitelial de las extremidades
inferiores, más vale no “meneallo”,
porque mi tía, se levantaría de su tumba para amenazarme como a los
leñadores que talaban los corpulentos y
copudos árboles de la carretera de Zaragoza. De esta anécdota le vino que su
sobrino y primo mío José Antonio, la llamara Penélope por mal nombre; si se
mete uno a redentor, sale crucificado.
¡Pobre
tía Luisa, amante de la naturaleza y de la belleza visual y auditiva!. Tenía
una borrachera de belleza ambiental cuando,
a la puesta del sol refulgente, se unía la frondosidad de aquellos
enormes árboles y, sobre ellos, el “triunfo de los pavos reales”, que con su
rueda erótica, competían en color con el ocaso. Aquellos pavos reales fueron
uno a uno, aplastados por el tráfico en
aumento de los vehículos de motor; los enormes árboles, cuya tala no pudo evitar mi tía, cayeron estruendosos,
víctimas de la sierra también de motor. En cambio su prima la escritor María
Cruz Bescós, consiguió que se respetase el Plátano de Indias gigante, que todavía se alza frente a la puerta de su
casa.
El ocaso sigue cada
día teniendo lugar, y seguirá mientras
exista el sol, pero su colorido espectacular y cambiante se ve oscurecido y como emborronado por el humo que vomitan las
altas y negras chimeneas que por aquella zona proliferan. Me queda el consuelo
que tantas veces, y en plan irónico, se aplican las gentes entre ellas: ¡ya
vendrá el verano para que no se eleven esos humos negros, que velan la
hermosura de nuestras puestas de sol en el Cerro de San Jorge!. Las más bellas
de España.
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