En sus cuadros, concreta un
encuentro de la tierra con el sol que todo lo ilumina, que
la hacía estar sonriente siempre, a lo largo de su vida. Y en medio de sus
pensamientos y múltiples ideas, representa en un cuadro, la figura de un
hombre, amante de la belleza, como era mi padre, que cuando lo miro en el
cuadro, que ella pintó, me recuerda la capacidad artística de Aida Corina, para
concentrar en el retrato de mi padre, los recuerdos de su esposo. Si, porque en
la Fábrica de Harinas de Siétamo, fue su amado esposo, el Jefe del Servicio
Nacional del Trigo y yo que entonces iniciaba mi profesión de agricultor,
escuchaba sus consejos. Me gustaba captarlos porque su trato era muy humano y
parecía que sus pensamientos y su vida eran muy sensibles. El tendría sus
pensamientos influidos por un vivir la belleza de ese Mundo, “bañados” por la
visión artística del de su esposa, que amaba todos los paisajes del Mundo,
todas las Plazas como la de Graus, de una belleza que guarda a través de los
años. Aquellos paisajes que resucitaban la belleza de lo quea ella contemplaba
cada día en el Mundo, pintado en una acuarela, como aquella que se contempló el
año de 2.011 en el Centro Cultural de Ibercaja, que muestra una “pincelada de
su vida”, y en ese cuadro lo preside con su misteriosa y poética presencia, la
Luna, que vuela por los cielos, como sus pinturas, se exhiben en los pisos de
sus admiradores. Yo soy uno de ellos, que en mi casa de Siétamo, colgué el
retrato de mi padre, pintado por Aida Corina y en Huesca capital, en el piso, donde se contemplan los jardines
del Parque, mi esposa hizo contemplar la belleza de las flores, en un cuadro en
el que presenta un ramo de flores, que alegran y me llevan a contemplar la
belleza de la Naturaleza, que representa la misma que exhiben los jardines del
Parque.
Y, después de años de crear
pinturas que embellecen el ambiente de los pisos de los ciudadanos, con sus
muchos años de vida y de contemplación de la belleza del a Naturaleza, yo
cuando regresaba al piso, me encontraba en el Parque a la Pintora acompañada
por un señor, que era un Médico, casado con una hija suya, sentados en un banco,
debajo de una plataforma de techo artificial, con plantas florales que subían a
la parte alta de ese refugio, levantado en el Jardín del Parque.
Yo no le pregunté el por qué de sentarse como
una admiradora de la belleza, para mirar como
pasaba el tiempo por el Parque, donde
se sentía feliz y si no era ya objeto de
ser recordado por sus pinceles, descansando acompañada por la bondad de su
yerno. Es que estaba contemplando la
belleza de aquellos jardines, que la habían hecho feliz, durante toda su vida y
ahora con los largos años que ya había
vivido, observaba la realidad de muchos cuadros reales que ella pintó en años
pasados. Yo, que pasaba por el lugar en
que ella descansaba, cuando paseaba por el Parque, saludaba a Aida Corina y a
su acompañante y recuerdo haberle entregado, en alguna ocasión, escritos que me
pasaban por la cabeza y quería compensarle, de los varios y bellísimos cuadros,
que yo le agradecía me hubiera proporcionado. A ella le compensaban más las
miradas al paisaje que había realizado ,unos para mí y otros para mis hijos, y
sonriente me agradecía. El retrato de mi padre, lo tengo colgado en el salón de
Casa Almudévar de Siétamo y la horrible Peste que ha invadido el Mundo, me ha
prohibido acudir a buscar el cuadro de mi padre, pintado por Aida Corina.
Es un disgusto insuperable el que
te hayas ido al otro Mundo, pero tu marido y tú os habéis unido en una
continuidad de la belleza Cósmica.
A mí tu obra pictórica me
consuela mirando el retrato de mi padre y tu recuerdo sentada bajo los rayos
del Sol, en que contemplabas el parque lleno de obras divinas, que tú habías
pintado, de las bellezas de los jardines del Mundo.
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