martes, 28 de abril de 2020

Aida Corina pintora, que recuerda la vida.


     
                            

En sus cuadros, concreta un encuentro  de  la tierra con el sol que todo lo ilumina, que la hacía estar sonriente siempre, a lo largo de su vida. Y en medio de sus pensamientos y múltiples ideas, representa en un cuadro, la figura de un hombre, amante de la belleza, como era mi padre, que cuando lo miro en el cuadro, que ella pintó, me recuerda la capacidad artística de Aida Corina, para concentrar en el retrato de mi padre, los recuerdos de su esposo. Si, porque en la Fábrica de Harinas de Siétamo, fue su amado esposo, el Jefe del Servicio Nacional del Trigo y yo que entonces iniciaba mi profesión de agricultor, escuchaba sus consejos. Me gustaba captarlos porque su trato era muy humano y parecía que sus pensamientos y su vida eran muy sensibles. El tendría sus pensamientos influidos por un vivir la belleza de ese Mundo, “bañados” por la visión artística del de su esposa, que amaba todos los paisajes del Mundo, todas las Plazas como la de Graus, de una belleza que guarda a través de los años. Aquellos paisajes que resucitaban la belleza de lo quea ella contemplaba cada día en el Mundo, pintado en una acuarela, como aquella que se contempló el año de 2.011 en el Centro Cultural de Ibercaja, que muestra una “pincelada de su vida”, y en ese cuadro lo preside con su misteriosa y poética presencia, la Luna, que vuela por los cielos, como sus pinturas, se exhiben en los pisos de sus admiradores. Yo soy uno de ellos, que en mi casa de Siétamo, colgué el retrato de mi padre, pintado por Aida Corina y en Huesca capital,  en el piso, donde se contemplan los jardines del Parque, mi esposa hizo contemplar la belleza de las flores, en un cuadro en el que presenta un ramo de flores, que alegran y me llevan a contemplar la belleza de la Naturaleza, que representa la misma que exhiben los jardines del Parque.


Y, después de años de crear pinturas que embellecen el ambiente de los pisos de los ciudadanos, con sus muchos años de vida y de contemplación de la belleza del a Naturaleza, yo cuando regresaba al piso, me encontraba en el Parque a la Pintora acompañada por un señor, que era un Médico, casado con una hija suya, sentados en un banco, debajo de una plataforma de techo artificial, con plantas florales que subían a la parte alta de ese refugio, levantado en el Jardín del Parque.
 Yo no le pregunté el por qué de sentarse como una admiradora de la belleza, para mirar  como  pasaba  el tiempo por el Parque, donde se sentía feliz  y si no era ya objeto de ser recordado por sus pinceles, descansando acompañada por la bondad de su yerno.  Es que estaba contemplando la belleza de aquellos jardines, que la habían hecho feliz, durante toda su vida y ahora con los  largos años que ya había vivido, observaba la realidad de muchos cuadros reales que ella pintó en años pasados.  Yo, que pasaba por el lugar en que ella descansaba, cuando paseaba por el Parque, saludaba a Aida Corina y a su acompañante y recuerdo haberle entregado, en alguna ocasión, escritos que me pasaban por la cabeza y quería compensarle, de los varios y bellísimos cuadros, que yo le agradecía me hubiera proporcionado. A ella le compensaban más las miradas al paisaje que había realizado ,unos para mí y otros para mis hijos, y sonriente me agradecía. El retrato de mi padre, lo tengo colgado en el salón de Casa Almudévar de Siétamo y la horrible Peste que ha invadido el Mundo, me ha prohibido acudir a buscar el cuadro de mi padre, pintado por Aida Corina.
Es un disgusto insuperable el que te hayas ido al otro Mundo, pero tu marido y tú os habéis unido en una continuidad de la belleza Cósmica.
A mí tu obra pictórica me consuela mirando el retrato de mi padre y tu recuerdo sentada bajo los rayos del Sol, en que contemplabas el parque lleno de obras divinas, que tú habías pintado, de las bellezas de los jardines del Mundo. 

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