Artículo escrito por mi
sobrina Marina Almudévar Arnal, dedicado a su hermano Luis Manuel. Lo leyó en
el huerto de la piscina, ante una asistencia de familiares de la familia
Almudévar y Arnal.
(Tomo prestadas estas palabras del título de la elegía que
el poeta norteamericano Walt Whitman escribió en homenaje a Abraham Lincoln,
presidente de EE.UU. después de su asesinato en 1865 y que se popularizó
gracias a la película “El Club de los Poetas Muertos”).
En
la travesía de la vida no podemos dirigir el viento pero sí ajustar las velas.
Y cuando Luis supo de la fatal tormenta que se avecinaba, tomó el timón de su
nave con decisión y se dispuso a capear el temporal con la inteligencia, el
coraje, la coherencia, el humor, el agradecimiento y la bondad que siempre le
han caracterizado. Cualidades que en esa situación eran más útiles que nunca
para hacer de él un buen navegante y conseguir así alcanzar su último puerto en
paz.
Como
justo patrón de navío, se rodeó de todas las personas que en un momento u otro
de su vida habían embarcado con él, para compartir generosamente con ellas las
anotaciones de su libro de navegación: sus miedos, sus logros, sus deseos, sus
recuerdos... Y regalar a cada uno de sus compañeros de viaje unas palabras
hermosas, amables y de ánimo que poder llevar en el petate cuando él ya no
estuviera.
Proyección donde se recitó el escrito de Marina.
A
su lado hombro con hombro en unos casos, o desde la distancia en otros, gracias
a la balsámica sensación que procuran los recuerdos de pasadas singladuras
memorables, se apoyó, agradecido y aliviado, tanto en su tripulación más
veterana: sus hermanas, sus tíos y primos de aquí y de allende los mares. Como
en la marinería de su niñez y juventud: sus amigas de aquellos veranos en el
río de Siétamo, sus amigos de Bilbao, de Valencia, de Madrid y de otros muchos
lugares. Y en la que se enroló con él, por azares del destino, ya en su madurez
y que lo han querido y respetado como solo los leales camaradas saben hacer: Juanma
y Gabriel, sus amigos y vecinos de Málaga - casi más una familia de adopción - y
la gente de su gratificante trabajo. Pero por encima de todo, su serenidad y plenitud
se la regalaban la frescura, el empuje, las ocurrencias y la alegría de Teo y
Emma, grumetes a los que adora y a los que ha transmitido su curiosidad,
variopintos conocimientos y sobre todo su disfrute vital: valiosa herencia que con
orgullo los acompañará siempre en el diario de a bordo de su memoria.
Ahora,
tras la breve pero intensa tempestad, en esta desangelada playa, nos toca
remendar y reajustar las velas para seguir viaje, con el sabor salado de las
lágrimas todavía en los labios. Y volviendo la vista al cielo, con una tímida
sonrisa esbozada en la cara, exclamar:- ¡Oh, Luis! ¡Nuestro Luis! Y rogar
que los vientos y los dioses nos sean propicios.
Dedicado
a nuestro hermano Luis Manuel Almudévar Arnal que murió en Málaga, rodeado de
amor, de palmeras y de sol, el 8 de junio del nefasto año de pandemia en el que
han naufragado en soledad muchas vidas de las que él, aún inmerso en su personal
galerna, se acordaba con pesar.
En Siétamo a 26 de junio de 2021
Marina no defrauda. Bonito recuerdo de un primo entreñable cuya memoria estará presente en mi corazón hasta que Dios quiera. Besos para todos desde Tarragona.
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