El abuelo nació en León y se casó
con Paula. Él tiene ochenta y seis años
y ella se aproxima mucho a la edad de su esposo. Después de casados se
fueron a trabajar a América para sacar
adelante a sus dos hijas, que dejaron en colegios españoles. Cuando
volvieron del Nuevo Continente, su hija mayor se casó con un señor colocado en
Huesca y aquí se vinieron a vivir. En Siétamo compraron una pequeña finca en
una tierra pedregosa, pero una pequeña parte de ella la convirtieron en un
huerto, para entretenerse, cultivándola. Allí se hicieron una casita, en la que
viven poco más o menos, la mitad del año, que está sin luz porque
electrificarla valdría una cantidad que excede sus posibilidades. Han colocado
unos paneles solares que les permiten entre otras cosas escuchar la radio,
aunque no pueden ver la televisión. Esta dificultad le viene muy bien al
abuelo, porque siempre está en el huerto, cultivando cuatro tomates, coles,
cebollas y acelgas, no para comerciar, sino para vivir ellos y darles a sus
hijas, a su yerno y a sus nietos.
Allí viven felices los meses que
pasan en la casita y en el huerto, pero este año de 2005 ha llegado una sequía
brutal, que hace muchos años que no ocurría nada semejante en esta tierra. El
río no bajaba agua sino la poca que manaba en las fuentes que estaban en su
ribera, como la del abuelo de la que no dejó nunca de fluir el agua limpia y
potable. De esta agua beben los abuelos cuando están en Siétamo y como no
bajaba agua por la acequia por la que riegan los escasísimos huertos que por
allí se encuentran, de los que algunos se cultivan y otros están yermos, no
podía regar. A veces, cuando veía que alguna planta se iba a morir, cogía un
cubo y lo llenaba de agua en la fuente y con esa escasa agua, regaba las
plantas. Las regaba, no por egoísmo, pues ¿ qué necesitan dos ancianos de cerca
de noventa años para comer?. Si alguna vez lo hacían era porque ¿cómo
desplazarse a Huesca con frecuencia dos abuelos de ochenta y seis años?. Además
si las orquídeas, que tanto cantan los poetas, merecen por su belleza, recibir
el agua, las plantas de las hortalizas las quiere el abuelo más que los poetas
a las orquídeas. El corazón del abuelo no está seco y así como hay quien ayuda
a los hombres y a los animales, él no podía soportar oír el lamento de las
plantas, ya que tenía sensibilidad para escucharlo, no como otros que no pueden
escuchar los quejidos de las personas.
Lo peor es que había otra “sequía
“ en el corazón de algunos hombres, que dirigían el aprovechamiento de las
aguas y como la sequía mandaba en el ambiente, ellos para simular su
sentimiento por la falta de agua en los pueblos, ordenaron, cuando ya iba a
empezar a llover, que no se regara. ¿Regó el abuelo, cuando el agua no bajaba
por la acequia o regó algún día, en que se escapara alguna pequeña corriente de
agua?.El abuelo estaba solo con su esposa en un lugar aislado de la
sociedad y no se enteró de los anuncios
que prohibían el riego. El no estaba pendiente de las noticias de la radio,
sino de que sus plantas no murieran. Yo no sé si regó algún trozo de su huerto
ni con que agua lo hizo, si con la de la acequia o con la que manaba de su
fuente, pero en todo caso nunca podría regar mas que unos cincuenta metros
cuadrados, que no admiten esas imposiciones de miles de pesetas, que al
pagarlas aumentarían sus necesidades.
Dicen que imponen esas multas
para que los pueblos de abajo no pasen sed. La han pasado de buenas aguas y
esos jefes del agua quieren hacer ver al pueblo que se preocupan, imponiendo
multas enormes a personas que no han hecho toda su vida mas que trabajar.
Aunque hubieran regado los escasos cien metros de su huerto, si hubieran podido
hacerlo, no hubieran causado sed a nadie porque además su fuente seguía manando
agua fresca, no como la ciudad de Huesca ,que perdía agua constantemente y en
cantidades enormes, por las tuberías destrozadas por las que bajaban el agua de
Vadiello a la ciudad.
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