En la ladera Sur de la Sierra de
Guara, debajo de los restos de la “iglesieta”, venerada en aquellos lugares
serranos antes de la llegada de los moros, por los llamados bárbaros,
extranjeros o godos, se encuentra el lugar o pueblo de Coscullano, al que le
queda un aire noble, con su parroquia en lo alto y a su alrededor se encuentra
el frontón y las casas, con sus arcos y escudos.
Yo conocí, en aquellas casas,
familias con apellidos serranos y pirenaicos, que vivían pacíficamente, en
armonía con sus convecinos y con sus olivares, almendrerales, campos y huertos,
regados por las aguas, que se escapan de la parte alta de la Sierra, donde en
otros tiempos cogían, cuando llegaba la cosecha, aquellos frutos rojos, a los
que llamaban “alborzas” y en castellano madroños, tan agradables para comerlas
solas o con anís y azúcar y en otras ocasiones recogían fajos de leña, que a
lomos de una asno o cargando un carro, llevaban a vender a Huesca, donde
adquirían alimentos, que consumían con sus verduras, sus corderos, sus cerdos,
gallinas y pollos y también sus huevos, acompañados todos ellos por el vino que producían.
Aquellas casas se van quedando solitarias
y sus descendientes están unos en Huesca, otros en Zaragoza, siendo unos
médicos, otros oficinistas, alguno negociante y otros como la hermana María
Zamora se dedicaron a practicar la caridad cristiana, trabajando trece años con
los jóvenes con algún defecto físico y otros diecisiete en un hospital.
Se hizo Hermana de Santa Ana, tal
vez atraída por la “sencillez y elegancia, austeridad y bondad, serenidad y
firmeza “ de la madre Pabla Bescós, que fue Superiora General del Instituto de
las Hermanas de Santa Ana y que nació, en un pueblo próximo al de la hermana
María, a saber en Panzano, donde conservan un convento, al que van las Hermanas
en verano.
Bescós y Zamora, ambos apellidos
muy frecuentes en la Sierra y ellas que habían, ambas nacido en ella, se
conocieron y llegaron a pensar en el amor al prójimo.
La han enterrado en Coscullano,
pueblo al que abandonan sus habitantes, hombres y mujeres juntamente, pero la
hermana María dejará recuerdo entre sus familiares y dará protección a los
vecinos que no se quieran marchar y al mismo tiempo será recordada por sus
hermanas de Santa Ana, que cuando suban en verano a su convento de Panzano,
entrarán en el cementerio de Coscullano para visitarla y rezar porque goce de
Dios en el Cielo.
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