jueves, 21 de octubre de 2021

Mónica, la sequía y las pestes.

 

     

Mónica escribe en el ABC, unos mini-artículos, que hacen pensar a la mente sobre las personas que “con las prisas, las caras”, que muestran,  fijándose en ellas, se entera de que aquella persona que ha pasado a su lado, tiene que correr en la vida y aquella otra que la sigue, demuestra con su cara unas veces alegre y otras triste, la existencia en el interior de los seres humanos, unas veces de alegría y otras de tristeza. Las fachadas de los edificios, que van dejando atrás los caminantes, levantan preguntas sobre la arquitectura de los grandes edificios y otras sobre el problema de aquellos que están callejeando, en sus chabolas. Cuando vuelve al campo se encuentra “con los narcisos florecidos, sabiendo que el cielo y las palabras están en todas partes. A veces piensa en el futuro y sueña: cuando llegue la primavera, “olerá a Mayo”.

Cuando pasa por las calles, unas veces se alegra su corazón mirando aquellos grandes edificios, pero otras veces cuando callejea por aquellos barrios con chabolas, se fija en aquellos sus vecinos, que callejean por sus tristes callejones y muestran un aspecto miserable.

Al ver esas tristes mansiones, por cuyas calles caminan pobres gentes, recuerda aquel campo, al que vuelve con frecuencia a respirar el aire puro y en el que se encuentra “con los narcisos florecidos, sabiendo que el cielo y las palabras florecidas están en todas partes” y esta visión le hace pensar en el futuro y su cabeza se pone alegre con ese sueño del futuro, porque piensa que cuando llegue la primavera “olera a Mayo”.

Pero un día llegó hace unos meses una peste, que llenó el mundo de muertos y los escritores escriben continuamente y con un dolor inmenso, sobre la CRISIS, comunicando esta frase: “los daños son ya irreversibles en la mayor parte de las  ciudades  residenciales y  más probable es que  los pueblos  acudan los mismos daños.

Y acaba Mónica diciendo: ”Es terriblemente triste la  peste para ciudades y pueblos como la ya antigua sequía. Pero Dios mío, ¿también el cielo permite estas grandes pestes en estos  tiempos modernos?.

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