miércoles, 20 de octubre de 2021

El ser humano intuye la próxima vida.

 

               


He encontrado en un Bar a una señorita, acompañada por mi amigo Joaquín Borruel. Dicha señorita con su conversación, daba la impresión, por sus palabras, de un pensamiento que hacía pensar en la mortalidad del hombre y   en  su  futura  vida  espiritual  a la que todos acudiremos, dejando en este Mundo nuestros cuerpos, al mismo tiempo que se lanza su alma o espíritu a una vida eterna.  

Le hemos enseñado con Joaquín Borruel y yo Ignacio Almudévar, nuestros escritos, que son reflejos de nuestros pensamientos y ella, ante aquellas expresiones nuestras, referentes a nuestra vida corporal y a la más lejana vida espiritual, hemos intentado estudiar el pensamiento de María López. Esta ha comenzado a contarnos su relación entre su vida corporal y la que más tarde llega a subir su espíritu al cielo.

Contó que su amiga Julia, que tiene 77 años de vida, cuando tenía 17, se ahogó en un pantano. Estaba tendida en la arena, donde habían depositado su cuerpo inerte, y un pensamiento más que particular, le acudía a su mente, pues ella recordaba al recuperar por luz interior su sentido de vida, pues parecía que era una luz interior, que le hacía pensar en su abuela ya muerta, que suponía que la venía a buscar. Esto pensaba en los pensamientos en su cerebro, que todavía estaba vivo, aunque parecía que era el cerebro de un cadáver, pero que estaba oyendo las palabras de los que la atendían. Su abuela difunta se le acercó, rodeada de luz y le dijo que todavía no era el momento de acabar su vida, sino de seguir en ella. Desde entonces Julia de Dios como se llamaba la que ya no está viva ni muerta, ya no tuvo nunca miedo a la muerte, pues, estando en la arena de la Playa, acosada por una muerte cercana, resucitó y se encontró con la vida de los hombres, que le habían salvado de morir en una playa de este Mundo.

Yo  he  leído  hechos iguales a éste, pero no había  nunca escuchado un relato de lo que se acercó a la muerte una amiga suya. Dice que nunca la ve triste, sino alegre y contenta de vivir un período de su vida, que le ha sido regalado por Dios.

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