Nació don Juan en Juneda,
provincia de Lérida, en 1919 y ha muerto en Huesca a los ochenta y ocho años,
en la desaparición casi conjunta de una familia, que enriqueció a nuestra
ciudad de sabiduría y de bien obrar. En pocos días, en el mes de Mayo, murieron
su cuñado Don Joaquín Sánchez Tovar, gran orador no sólo en el oratorio o en la
cátedra, sino también en el Coso, cuando
te encontrabas con él; murió también su
cuñada Doña Carmen Vallés, Farmacéutica que dirigía la Farmacia de la Plaza de
San Lorenzo con gran conocimiento y amabilidad y luego, el día veinte de Mayo, en plena primavera,
murió Don Juan Gorgues. Era este señor
un gran Psicólogo, Titular de la Marina, llegando a ser el primer Médico
Titular Forense de Huesca.
Como he dicho Don Juan
enriqueció a Huesca con su sabiduría, pues fue profesor de la Universidad
Oscense, en la que puso un enorme interés y la apoyó, para que continuasen los estudios universitarios
en nuestra capital, sin ahuyentarlos a Zaragoza.
Pero no sólo puso su
entusiasmo en la Universidad, sino que cultivó numerosas aficiones, por ejemplo
la pesca, pues unas veces subía a Oza, otras a Vadiello y algunas se dedicaba a
meditar en Arguis, mientras le picaba algún pez en el anzuelo. En ocasiones
formaba parte de grupos de pescadores oscenses, que iban a Santander a pescar
salmones. Era un aficionado a las setas, llegando a conocer los boletos de tal
forma que hizo anotaciones de gran interés. Su sobrino, Ramón Colom, ingeniero de la Diputación Provincial,
aprendió mucho de Gorgues, porque ya desde niño, lo llevaba a las excursiones
de pesca y de recolección de setas boletus, junto con Lorenzo Sánchez Vallés, hijo de
Joaquín y de Carmen. Era amigo de todas las manifestaciones de la Naturaleza,
en general, pues fue amigo íntimo de los
hortelanos, especialmente de Daniel Calasanz, que es un sabio en conocimientos
naturales. Hablaba con él igual que si tuvieran unos ideales comunes, pues a
pesar de su temperamento callado, con Calasanz, se reía, hablaba y meditaba.
Un día en el que yo iba
caminando con Roberto Pérez Almudévar, otro gran oscense,que tiene una
colección de fotografías sensacional, nos encontramos en un camino, por el que
se accede a su huerto, con don Juan Gorgues. Yo observaba como contemplaba
las florecillas, que brotaban por
aquellos setos, de las cuales cogía algunas con sumo cuidado, para dejarlas secas
y para doblarlas, con el fin de colocarlas en sus cuadernos de anotaciones. Parecía
estar absorto por su contemplación de la belleza y los colores de los múltiples
insectos, que por aquellas flores revoloteaban y se paraban a libar sus jugos.
¿Qué le iba yo a preguntar a un doctor que sin hablar, me estaba dejando
absorto de admiración?.
En el entierro de Gorgues,
se oía hablar de que era un médico muy desinteresado, porque hacía numerosas
visitas a muchos oscenses y no les cobraba nada. Eso comentaban algunas monjas
y numerosos paisanos que decían que Gorgues había estado a visitar en varias
ocasiones y de forma desinteresada, unas veces a su padres y otras a sus
madres.
Era un hombre introvertido,
pero su cabeza especialmente pensativa, acuciada por sus conversaciones con
personas enfermas de los nervios, siempre dialogaba consigo mismo sobre las
vivencia naturales, pero cuando en aquel camino, acompañado por mi primo
Roberto Pérez Almudévar y por mí, hablaba, después de haber contemplado los
insectos y las flores, sin freno sobre aquellos hexápodos y tetrápodos, que
como él, adoraban las flores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario