sábado, 15 de abril de 2023

A Rafael Ayerbe

 




El ángel Rafael, tu patrono, devolvía la vista a Tobías, que se había quedado ciego. A ti no te hizo tal favor, pero inundó de luz los aposentos de tu alma para que fueses en el suelo, como lo es él en el Cielo, un ángel de la Corte Aragonesa de los niños, con tu ilusionismo y con su ilusión, de los hombres y de las mujeres con tu costumbrismo y de todos, con esos sonidos propios de la jota, con qué cantan y saltan nuestros bailadores, con que brincan nuestros corazones y con qué lloramos nuestros abandonos y con qué exigimos un nuevo Aragón.
¡Qué no ver, viendo el tuyo y qué ver no viendo los árboles del Parque y los bordillos de la acera!. El no ver se resolvía con los muchos lazarillos que,  contentos, honrados y orgullosos, tendíamos al tuyo nuestro brazo y el ver no viendo, cegaba tu interior con luz tan luminosa, que te ceñías un velo en tus ojos del cuerpo para gozar intensamente la luz de la ilusión y de la jota, que en tu interior reinaban.
Cubrías,  como he dicho, tus ojos con un velo y caballero en tu motocicleta, cual caballo mecánico, recorrías las calles con tus ojos medio ciegos y además cargados, incluso en el Lejano Oriente, allá en el Japón, donde colgaban farolillos de colores, que no podían compararse en esplendor con aquellos farolicos de ilusión aragonesa, con aquellas sonoras campanetas, cimbalicos,  guitarras y bandurrias que adornaban la “sala buena” del retiro interior de tu alma noble, además de buena.
Aún escucho con tu voz tan clara, tan alegre y tan triste, al mismo tiempo alegre por sentirse aragonesa y triste por ver un Aragón enfermo y esa voz era un soplo que atizaba el calibo de las gentes, que amaban la jota, a las que alentaba para que su canto,  para que su baile se volvieran llamas para todo Aragón.

Dice el poeta que “las ilusiones perdidas, juguetes del viento son; son hojas que se desprenden del árbol del corazón”. Tu fuiste, Rafael, ilusionado, ilusionista e  ilusionador.  Con los pies en el suelo viviste ilusionado y de tu árbol desprendiste ilusiones que espero que no se lleve el viento, sino que las cultivemos para lograr un Aragón mejor. ¡Adiós, Rafael!. 

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