sábado, 22 de abril de 2023

Las campanas suenan en San Jorge.-

 


Los oscenses aman a San Jorge, lo tienen metido en el corazón, porque la Historia de Aragón nos lo presenta,  como el santo que protege la formación del Reino de Aragón. No hace falta estudiar mucho para que en nosotros se desarrolle ese entrar su figura en nuestras almas, porque todos hemos oído hablar del Tío Jorge y hemos mirado desde la entonces lejana capital el verde Cerro de San Jorge; hemos visto al santero de la Ermita, cuando todavía se elevaba en la cara sur de la Iglesia, su vivienda   y hemos contemplado los pavos reales, que molestos en el Parque por el ruido, se refugiaban en los pinos de San Jorge. Nos acordamos de la procesión o más bien de la “marcha” que hacían juntos el Ayuntamiento con el Clero de la catedral, revestido de sus solemnes ropas litúrgicas, acompañados por los Maceros del Ayuntamiento, con sus pelucas y portadores de sus gruesas mazas; caminaban el día de San Jorge a celebrar su fiesta. ¡Cómo acudían a la misa y a celebrar su alegría, avivándola con sus comidas y bebidas, que animaban con sus acordeones y guitarras! ; cantaban y bailaban mientras sonaban las campanas de la Ermita. 

En mi libro “Claroscuros” pone que mi tía Luisa, que vivía en la Torre de Casaus, debajo de la Ermita  “aseguraba que,  según la opinión de Zuloaga, las puestas de sol del Cerro de San Jorge eran las más bellas en variedad de colorido de toda España”… “ Tal vez escuchara mi tía esa opinión de boca de Don Manuel Bescós  Almudévar (Silvio Kosti), pintor y además de escritor y rico en relaciones humanas de todo tipo”. Sigo diciendo en mi  libro : “¡Pobre tía Luisa!.Tenía una borrachera de belleza ambiental cuando,  a la puesta de un sol refulgente, se unía la frondosidad de aquellos enormes árboles y , sobre ellos, el triunfo de los pavos reales que , con su rueda erótica, competían en color con el ocaso. Los pavos reales fueron uno a uno, aplastados por el tránsito en aumento de los vehículos de motor; los enormes árboles de la carretera, cuya tala no pudo evitar mi tía, cayeron estruendosos víctimas de la sierra también de motor. En cambio, su prima María Cruz Bescós consiguió que se respetase el plátano de Indias gigante que aún alza su mensaje frente a la puerta de casa de Villamayor”.

No se pueden ver ahora los encendidos colores de los que habló Zuloaga, porque la contaminación ha aumentado  con la circulación de vehículos y con las alta chimeneas que por ahí lanzan sus humos al aire.

Pero ayer, día veintiuno de Abril del año 2006, se vivía en San Jorge una fiesta que conmovía los corazones, porque se oían continuamente los sonidos claros de sus campanas, que hacían sonar los jóvenes y niños, que continuamente entraban en la Ermita, subían a su espadaña y batían las campanas, que recordaban el triunfo del bien sobre el mal ,en lejanos tiempos, porque las laderas estaban verdes como prados y en su hierba se sentaban los jóvenes, que comían y cantaban; bandas de música alegraban a los hombres y mujeres, que bailaban; en  las mesas con sus bancos de cemento se aposentaban las familias, que no sólo comían ,sino que jugaban a las cartas y escuchaban el continuo sonar de las campanas.

Cuando me  fui,  al llegar a la vía del tren, volví la cara y vi como cerca de la torre de San Jorge se alzaban las copas redondas de unos grandes pinos y me recordaban el pasado, pero entre aquellos pinos ascendían paralelos a la espadaña de la Ermita, algunos cipreses, que me hacían pensar en el porvenir de Huesca. Me pareció que vendría un buen porvenir, porque todavía las campanas de San Jorge resonaban  con alegría, con claridad y con dulzura. 

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