miércoles, 20 de junio de 2018

Calle de San Martín y de la Campana




Hoy, por la mañana, me ha saludado Lázaro  Peg  Rodrigo, que ya tiene muchísimos años y se encuentra con su esposa, acogido en la Residencia de Ancianos, llamada “Hermanitas de los Pobres”. Es un gran domicilio de la Caridad de unas Hermanas de los Pobres, hace muchos años, servido por Monjas Francesas y hoy por una Comunidad de Hermanas, fundadas en nuestra tierra, por un Sacerdote barbastrense. Le pusieron a esta Obra de Caridad, en viejos tiempos, nombres antiguos, como el de Hermanitas de los Pobres, que ahora ya casi no se emplea, pero que es un nombre caritativo, como el nombre que se puede aplicar a las Hermanas que practican la Caridad. Pero más que viejo este nombre de Hermanas de la Caridad, es un nombre Cristiano, pues el Evangelio dice: “ Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti  mismo”.
Ha sido toda su vida Panadero de la Calle de San Martín o de Lanuza, pero no sólo él,  sino que practicaban ese mismo oficio , tan milagroso por dar de comer a tanta gente, incluyendo a su abuelo además de su padre. Vivían y trabajaban con el pan nuestro de cada día en su Panadería, además de abrir una sucursal en el Coso Bajo, en el lugar que ocupó su tienda el señor Stop, al lado del Bar Oscense y frente a la Frutería de Escudero.
Su Panadería estaba en el lado derecho de la calle de Lanuza o de San Martín. El señor abuelo de Lázaro, que se llamaba Nazario, les compró el local a dos señoras, ya mayores, que ocupaban una casa que daba a la Calle de San Martín y ocupaba el principio de la Calle de La Campana.
 Esas señoras ocupaban dicha casa y hospedaban al Párroco de la Iglesia de San Martín. Estas señoras eran muy piadosas y devotas de San Martín, en la misma entrada de la calle dedicada al buen Santo y al otro extremo de la misma, hay una casa, que fue de mis abuelos y la tenían ocupada por un famoso Hortelano, llamado Solanes. Este era un hortelano al que sus trabajos con la azada le habían hecho doblar su cintura y andaba inclinado, Pero a pesar de ese defecto, sonreía y era amable conmigo, pues me enseño unas macetas, que representaban figuras humanas, que con su bigote recordaban a mi abuelo Ignacio, que las iba a contemplar, desde su domicilio en la parte alta de la Calle de San Martín a su huerta, cultivada por el hortelano Solanes,  situada en la parte baja de la calle de San Martín. Su hijo era un mozo simpático, que me daba verduras agradables, cultivadas dentro de esa Huerta, limitada por paredes de barro, con flores silvestres, que brotaban espontáneamente en su parte alta.
Esa hermosa Huerta, desapareció cuando hicieron la Rotonda que unió el Puente de San Miguel con la Carretera de Sariñena.
 En la entrada desde la   Calle de San Martín, fue donde mi amigo Lázaro heredó de su abuelo y de su padre una Panadería. Esta compra de locales hecha por su abuelo lo fue a dos señoras,  que  fueron matronas  del buen Párroco de la Iglesia de  San Martín. Esta Iglesia ya no existe, pero al nombre de la Parroquia de Santo Domingo, se añade hoy en día el San Martín.
Pero las dos señoras, que alojaban al Párroco de San Martín, en la venta de sus locales, le pusieron al abuelo Nazario, una condición, que consistía en que el citado abuelo Nazario, les diera para las Fiestas de la Parroquia, pan y torta, para cubrir sus necesidades. Me dice Lázaro, que su hijo y nieto cumplieron dichas condiciones durante muchos años.
Lázaro Peg  Rodrigo, a los diecinueve años, se hizo novio con Ascensión de 17 años y se casaron. Fueron de viaje de novios a Barcelona y allí se encontró con mi hermano Luis, que era Capitán de Barco y estaba con su nave parada en el puerto.
Se alegraron ambos enormemente y se alegraron ambos enormemente al tener ambos ocasión de contarse las aventuras en su Panadería y mi hermano las suyas en el Mar. Les contó que la Policía inglesa, le había encontrado en el Barco armamento para el I.R.A. No le hicieron nada, pues él no sabía que allí se las habían puesto ocultas, sin decirle nada. Allí Lázaro Peg y Luis, mi hermano, Capitán del Barco.  se alegraron y se contaron las aventuras del Barrio de San Martín y las marinas del Mar Universal.
Lázaro que tiene el carácter alegre, porque toda su vida la ha vivido endulzada por las dulces tortas y el alimenticio pan, sintió la que mi hermano Luis le contaba, sin llorar y sin perder el buen humor, como se había apoderado de él, un cáncer en sus pulmones, que le entristecía por la  próxima soledad de hijo y de sus dos hijas, pero en su interior aguantaba con entereza, porque se acordaba de todas las alegrías y tristezas, que había aguantado en los grandes y alejados mares del Mundo.

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