Nos encontramos en los pies de la
Sierra de Guara, sentados cómodamente, en la fachada del Refugio de Turistas,
un noble navarro, llamado Don Alberto Arciniega, el amable guardián del Refugio
y un servidor de ustedes, mirando hacia la altura de Santolaria. Aquellas losas
de Kpiedra nos ofrecían su fresca temperatura, para sentarnos sobre ellas y
gozar de aquel paisaje serrano, contemplando por lo alto el noble pueblo de
Santolaria, en que los cristianos medievales, observaban el Somontano y la
Tierra Baja, con el sueño deseado de apoderarse de ella, para hacer de aquellas
tierras altas y las que por abajo se veían y se soñaba con ellas, un Reino de
Aragón, que contribuyera a unificar la Península Ibérica. Y mientras las
posaderas gozaban de la frescura de las rocas y los ojos
se enamoraban de aquel elevado horizonte de Santolaria.
Aquel antiguo pajar, al pie de
Castilsabás, que le compró
su padre a Ismael Nogués Susín, y que lo convirtió en
un enamorado de la Sierra de Guara, que
él tanto ama y le complace con mayor intensidad que la superior Cordillera
Pirenáica. Desde la Plaza, que se encuentra delante de su Refugio, contemplaba
frente a él y a una elevada altura, la entrada o grandiosa Puerta de la Sierra,
que pasa por Santolaria, que condujo
durante siglos a los peregrinos, ganaderos, guerreros, invasores, y se enamoró
de esa tierra que le aproximaba a Nocito , con su Santo Pastor de ganado humano
y ovino, caprino, que se llamaba San Urbez.
Este Santo, que vivió cien años y que convivió con los invasores moros y
que desde el próximo pueblo a Castilsabás, San Julián de Banzo, introducido en la misma
Sierra, vivió muchos años en el pequeño
Monasterio de San Martín de la Val de Onsera Y él recorrió subiendo y bajando por aquellos
pueblos y montes, aquella tierra de la que se enamoró y que su amor a ella,
superó al que también tenía a los Montes Pirineos. Bajó San Urbez hasta Ola, al
pie del Saso, donde en Casa de José
María Otal, guardan una losa de piedra arenisca, en la que dormía el Santo,
pastor de las ovejas y de las almas. Cerca de Ola, lanzando su vara al aire,
hizo brotar una fuente, para que bebiesen sus ovejas.
Subiendo a la Sierra por Loporzano, poco más o menos, cerca
de Sasa del Abadiado, por la izquierda se sube a San Julián de Banzo y de allí
se sube a San Martín de la Val de Onsera, pero por la derecha se llega a la Ermita de la
Virgen del Viñedo, a Catilsabás, a el Refugio de mi amigo Ismael Nogués Susín,
a Santolaria y al pantano de Vadiello.
Allí siguiendo aquellas
carreteras y caminos, se da uno cuenta del paralelismo entre la vida de aquel
Pastor de almas y de ganado, del siglo VII y la de Ismael Nogués Susín, ambos amigos de la Montaña, del Creador
y de los animales.
He subido desde Huesca, gracias a
la amabilidad del navarro Alberto Arciniega, que me subió con su coche, a ver a
Ismael y no se encontraba éste en Castilsabás.
Pero nos sentamos en las rocas que tiene el Refugio, delante de su
puerta, transformando el pajar en Refugio para los visitantes, unos que suben y
otros que bajan de los Altos Pirineos. Yo, sentado en una de esas losas,
observaba la bella y elevada imagen de Santolaria con un faro
medieval, que daba la luz con
leña encendida por la noche, a los serranos de la deseada Tierra Baja.
Estábamos relajando nuestro temple
y sentados en una de esas peñas que están en la entrada del Refugio de
Turistas, observando lo alto de la Sierra, desde donde se asoma Santolaria, para dialogar
con los que estábamos sentados delante del Refugio de Castilsabás y con el Somontano y con la Tierra Baja. En la entrada del Refugio de Turistas, que hasta hace
cierto tiempo era solamente un pajar, me senté delante de un mostrador, donde
se inscribe a los visitantes de esta Tierra, en que se encuentra el encantador convento, en el que reúnen los
peregrinos de los pueblos de la Sierra y del Somontano, que quieren recorrer
esta hermosa Tierra somontanesa. Aquel
pajar lo convirtió Ismael Nogués Susín en un Refugio Turístico, para acoger a
hombres y mujeres inquietos por conocer la belleza de la Sierra de Guara, y
recordarla en sus ciudades de origen.
Hoy los turistas al pie de un
mostrador para inscribirse en el Refugio y al pie de misma Sierra de Guara,
contemplan en la altura el pueblo de Santa Eulalia la Mayor o Santolaria en
fabla aragonesa. Y es que hoy, día primaveral, se distingue sobre nosotros con
toda claridad, ese pueblo que era cristiano, cuando en los de abajo ,se
extendían por aquel monte Castilsabás, Arbaniés, Siétamo y muchos otros.
Por aquellos parajes, alrededor
del Pantano de Vadiello, se alzan grandes mallos de roca, como los Mallos de
Ligüerri, por los que suben las cabras asilvestradas a pastar y bajan a beber
las aguas del Pantano. Entre aquellos Mallos de Ligüerri y de Lazas, corre el
barranco de Isarre, porque en aquella zona y cerca de ella, abundan los
términos en lengua vascongada. Por aquella zona se puede visitar el antiguo
Convento de San Cosme y San Damián.
Y en aquella Sierra se contemplan
en las alturas los buitres, a veces casi compañeros de las cabras salvajes, que
corren por aquellos mallos hasta el nivel de las aguas, para beberlas.
Por el Norte de Sierra, se
encuentra Nocito, con el recuerdo de San Urbez, que no sólo vivió en tan
místico lugar, sino que subió hasta Francia por los Pirineos y bajó a vivir a
Ola, al lado de Siétamo.
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