viernes, 29 de junio de 2018

De Santiago de Compostela a San Pedro el Viejo de Huesca




María Antonia nació en la verde Galicia y estudió con mi primo hermano José Antonio en Santiago de Compostela. Se casaron y tuvieron unos hermosos hijos, comenzando por María Teresa, milagro de Dios, por su alegría, conversación e interés por la cultura, la música y por todo lo que puede alegrar la vida humana. Su temperamento, su alegría, su amor a su madre, alegraban su cuerpo que se movía con dificultad, pero que no le ha impedido ser feliz, fabricando incluso juguetes en el Centro Médico, con los que llena de alegría los corazones de los niños e incluso de los mayores, que los acompañan.
 La marcha de su madre, después de una larga vida ha hecho llorar su corazón, pero le ha recordado que el tiempo pasa y que hasta los años de edad van transcendiendo en su vida, que le acarrean la tristeza de la muerte de su madre.  Pero  no  podrá  olvidar la alegría, que ella le proporcionó, unas veces,  compartiendo esa alegría, con su compañía en el Centro Sanitario con varios amigos y amigas y cada día en su propio domicilio,  con su madre, que era  la única que le daba más miedo de que se muriera, pues no podía estar alejada de su buena y alegre madre.
Pero el recuerdo de la felicidad, que le proporcionaba su estancia en las playas de Cádiz, acompañada por su buena madre y por aquellas “gitanas”, la han hecho feliz. ¡Cómo gozó acompañada por su madre, en aquellas tierras andaluzas, de la vida, en que  se  vio  rodeada de sol , de arena, de morenas gitanas, que escuchaba cantar, con esa alegría que producían las alegres voces de esas citadas mujeres morenas!. Era feliz María Teresa, como se sentía también gozosa la buena María Antonia.   
 A Teresa le sigue su hermano José Antonio, soltero, profesor en la capital de España, que se ha portado siempre con su hermana, con un gran amor. Es este José Antonio amigo de complacer a su hermana y la ha acompañado en las tierras y playas andaluzas. Cada año subía a Huesca desde Madrid, para cantar los salmos a San José, en  el  Coro de la Iglesia Románica de San Pedro, acompañado por los beneficiados de la citada Iglesia, cuyos sacerdotes han vestido hasta hace muy poco tiempo, con “chepas en sus ropajes litúrgicos portados con un gran orgullo,  por participar en la separación temporal de Roma”.
Se conoce toda España desde su interior a sus costas y donde uno va,  escucha las músicas locales, que después interpreta en honor de su hermana Teresa. Yo no sé, cuantas veces ha peregrinado desde la románica Iglesia de San Pedro de Huesca a la Catedral de Santiago de Compostela, pero ha sido esta devoción, una de las más importantes para él. Ha acompañado a su hermana Teresa  a las playas andaluzas y ha buscado siempre hacerla feliz.
Le siguen sus hermanos Lorenzo, que ha seguido la carrera farmacéutica de su padre José Antonio  y que tiene una conversación muy amena y recuerda la actividad  sanitaria de su antigua familia. Viene a continuación Pablo,  qué  al  instalarse en la lejana ciudad de Fraga, no me ha permitido ir a escuchar su conversación costumbrista y sus actividades agrícolas. Feliciano, es el que conserva el espíritu tradicional del antiguo Aragón y desde tan lejos, no puedo seguir conversaciones con él, llenas de hechos históricos, como los del Conde de Aranda.
Pilar es la hermana pequeña de los hijos de María Antonia, la gallega poética, amante de hacer sonar el piano, elegante, simpática y conservadora de la lengua  galáica.  Vivía con su madre en una hermosa casa, pues ya habían abandonado aquella en que vivían, donde estaba la antigua Farmacia de Llanas. La buena Pilar se sentirá consolada por la desaparición de su buena madre por la boda de su hijo, cuya esposa ha dado a luz a dos hermosas criaturas. Su madre María Antonia se ha marchado de este mundo porque ya tenía cerca de cien años y el Señor le  ha enviado a dos hermosos nietos.
María Antonia ha gozado de la presencia de sus nietos, porque los ha conocido y jugado con ellos.
Elena es una señora rumana de gran dignidad, pues ya lleva unos ocho años, conviviendo  con  la  Familia Llanas  y  la ayudó  con una gran alegría. Cuando uno llega por casa de Pilar y de su madre María Antonia, enseguida te invita a probar unas tortas rumanas, que son deliciosas. Ella con su marido endulzan la vida de la familia Llanas. Así como la esposa cuida el bienestar de toda la familia, su esposo, cultiva el huerto en Huerrios y el jardín, limpia la piscina y hace felices a los familiares y amigos de los Llanas.
Pasaban unos días veraniegos en su Chalet de Huerrios y María Antonia, siempre pulida y cuidadosa de su figura exterior, quiso cuidar esa figura porque sabía que iban a venir sus amigas a visitarla. Elena, la Rumana la quiso poner atractiva e incluso le pintó su rostro con bellos colorantes y María Antonia,se acomodó en un sillón y poco a poco, fue perdiendo su larga vida.
Pero Santiago en Compostela y San Pedro el Viejo, en Huesca, han recibido a María Antonia con un gran cariño.

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