María Antonia nació en la verde
Galicia y estudió con mi primo hermano José Antonio en Santiago de Compostela. Se
casaron y tuvieron unos hermosos hijos, comenzando por María Teresa, milagro de
Dios, por su alegría, conversación e interés por la cultura, la música y por
todo lo que puede alegrar la vida humana. Su temperamento, su alegría, su amor
a su madre, alegraban su cuerpo que se movía con dificultad, pero que no le ha
impedido ser feliz, fabricando incluso juguetes en el Centro Médico, con los
que llena de alegría los corazones de los niños e incluso de los mayores, que
los acompañan.
La marcha de su madre, después de una larga
vida ha hecho llorar su corazón, pero le ha recordado que el tiempo pasa y que
hasta los años de edad van transcendiendo en su vida, que le acarrean la
tristeza de la muerte de su madre. Pero no
podrá olvidar la alegría, que
ella le proporcionó, unas veces, compartiendo
esa alegría, con su compañía en el Centro Sanitario con varios amigos y amigas
y cada día en su propio domicilio, con
su madre, que era la única que le daba más
miedo de que se muriera, pues no podía estar alejada de su buena y alegre madre.
Pero el recuerdo de la felicidad,
que le proporcionaba su estancia en las playas de Cádiz, acompañada por su
buena madre y por aquellas “gitanas”, la han hecho feliz. ¡Cómo gozó acompañada
por su madre, en aquellas tierras andaluzas, de la vida, en que se
vio rodeada de sol , de arena, de
morenas gitanas, que escuchaba cantar, con esa alegría que producían las
alegres voces de esas citadas mujeres morenas!. Era feliz María Teresa, como se
sentía también gozosa la buena María Antonia.
A Teresa le sigue su hermano José Antonio,
soltero, profesor en la capital de España, que se ha portado siempre con su
hermana, con un gran amor. Es este José Antonio amigo de complacer a su hermana
y la ha acompañado en las tierras y playas andaluzas. Cada año subía a Huesca
desde Madrid, para cantar los salmos a San José, en el Coro
de la Iglesia Románica de San Pedro, acompañado por los beneficiados de la
citada Iglesia, cuyos sacerdotes han vestido hasta hace muy poco tiempo, con
“chepas en sus ropajes litúrgicos portados con un gran orgullo, por participar en la separación temporal de
Roma”.
Se conoce toda España desde su
interior a sus costas y donde uno va, escucha
las músicas locales, que después interpreta en honor de su hermana Teresa. Yo
no sé, cuantas veces ha peregrinado desde la románica Iglesia de San Pedro de
Huesca a la Catedral de Santiago de Compostela, pero ha sido esta devoción, una
de las más importantes para él. Ha acompañado a su hermana Teresa a las playas andaluzas y ha buscado siempre
hacerla feliz.
Le siguen sus hermanos Lorenzo,
que ha seguido la carrera farmacéutica de su padre José Antonio y que tiene una conversación muy amena y
recuerda la actividad sanitaria de su
antigua familia. Viene a continuación Pablo, qué al instalarse en la lejana ciudad de Fraga, no me
ha permitido ir a escuchar su conversación costumbrista y sus actividades
agrícolas. Feliciano, es el que conserva el espíritu tradicional del antiguo
Aragón y desde tan lejos, no puedo seguir conversaciones con él, llenas de
hechos históricos, como los del Conde de Aranda.
Pilar es la hermana pequeña de
los hijos de María Antonia, la gallega poética, amante de hacer sonar el piano,
elegante, simpática y conservadora de la lengua
galáica. Vivía con su madre en
una hermosa casa, pues ya habían abandonado aquella en que vivían, donde estaba
la antigua Farmacia de Llanas. La buena Pilar se sentirá consolada por la
desaparición de su buena madre por la boda de su hijo, cuya esposa ha dado a
luz a dos hermosas criaturas. Su madre María Antonia se ha marchado de este
mundo porque ya tenía cerca de cien años y el Señor le ha enviado a dos hermosos nietos.
María Antonia ha gozado de la
presencia de sus nietos, porque los ha conocido y jugado con ellos.
Elena es una señora rumana de
gran dignidad, pues ya lleva unos ocho años, conviviendo con la Familia Llanas y la ayudó
con una gran alegría. Cuando uno llega
por casa de Pilar y de su madre María Antonia, enseguida te invita a probar
unas tortas rumanas, que son deliciosas. Ella con su marido endulzan la vida de
la familia Llanas. Así como la esposa cuida el bienestar de toda la familia, su
esposo, cultiva el huerto en Huerrios y el jardín, limpia la piscina y hace
felices a los familiares y amigos de los Llanas.
Pasaban unos días veraniegos en
su Chalet de Huerrios y María Antonia, siempre pulida y cuidadosa de su figura
exterior, quiso cuidar esa figura porque sabía que iban a venir sus amigas a
visitarla. Elena, la Rumana la quiso poner atractiva e incluso le pintó su
rostro con bellos colorantes y María Antonia,se acomodó en un sillón y poco a poco, fue perdiendo su larga vida.
Pero Santiago en Compostela y San
Pedro el Viejo, en Huesca, han recibido a María Antonia con un gran cariño.
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