lunes, 11 de junio de 2018

Ignacio Almudévar Puértolas


Dibujado por Ignacio Almudevar Puertolas a los 3 años.


Es mi nieto, cuyo padre es mi  hijo  Manolo, y su madre  Mamen Puértolas nacida en la Villa de Almudévar. Desde sus primeros días de vida, convivimos en proximidad urbana y yo lo iba a esperar a su salida del Colegio de San Viator. Hablaba poco, pero entendía todo lo que pasaba a su alrededor. Se fijaba en todo, pues recuerdo su comportamiento ante diferentes situaciones ; por ejemplo cuando lo llevaba de paseo, al pasar por los surtidores de agua, que están en el enorme paseo, que existe entre la Zona Industrial y el conjunto urbanístico de chalets y de edificios de pisos, debajo del Cerro de San Jorge, el pequeñísimo Ignacio, se subía a las paredes de las aguas, que se recogían desde los surtidores y andaba por ellas, y miraba por ver algunas hojas de los árboles, de los  que caían sus hojas, en las aguas que se acumulaban en ellas. Era parco en palabras, pero admiraba aquel conjunto de fuentes de jardín, andaba despacio por sus paredes, para observar la Naturaleza del agua, de los árboles que  rodeaban aquellas balsas y se esforzaba en ver algún pez o alguna rana, que vivieran en esas limpias aguas. Él  se esforzaba en observar, pero no daba explicaciones sobre su naturaleza ni sobre su vida. En el Parque Municipal, en su balsa elegante con una isla en medio de ella, en la que se levantaban árboles y cañas de Bambú, allí tenía ocasión de mirar y de escuchar a los patos, a las ocas y a dos cisnes negros, que nadaban por sus aguas y buscaban algún pequeño pez y comían trozos de pan o de galletas, que muchos  niños  les  echaban al agua. El pequeño Ignacio no decía nada, pero observaba aquel rincón bello y poético y un día después de haber visitado aquel bello Jardín, le encontré un dibujo, lleno de belleza, dibujado por un niño de tres años. ¿En qué consistía?, simplemente en un nido dibujado delante de los árboles, de la isla, rodeada por el agua del estanque, sobre el que estaba incubando sus huevos,  una  cisnesa  negra.
No me dijo nada sobre tan bella pintura, pero yo, recogí su sentida obra en la que se había fijado y tuvo la necesidad de pintarla, sin decir nada a nadie. Mi nieto no me dijo nada, pues era  corto  en  palabras  y  yo,  enamorado  de  su  sentimiento artístico, recogí aquel dibujo, inspirado en su amor a la belleza y lo puse en un marco, que tengo colgado en una sala de nuestra casa de Siétamo. Siempre he estado esperando que mi nieto me hablara de su obra artística, realizada a sus tres años de edad, pero nunca me dijo nada. Es que, como su padre es un mozo de profundos pensamientos, pero de escasa palabras.   
Ahora lo veo muy pocas veces, pero hace escasos días, nos encontramos y rápidamente me explicó como había obtenido en el Colegio, unas notas excelentes en las asignaturas qué en ese Colegio, le explicaban. Me acordé de que es casi soledad, hubo un período en que abandonó casi sus estudios, pero un profesor oscense y Director del Colegio de San Viator, le explicó la utilidad y el enriquecimiento de su cerebro, para decirle que no abandonara su aplicación a sus estudios. Ignacio le hizo caso y se convirtió en un alumno aplicado en sus estudios. Ultimamente obtuvo unas notas brillantes y no pudo evitar explicármelo a mí.
Yo, que nunca he podido olvidar la personalidad de Ignacio, guardé colgado en nuestra casa de Siétamo, el cuadro que pintó a sus tres años, en que se ve al cisne del Parque incubar los huevos, que trajeron al mundo con su compañera. Y hoy, en que me doy cuenta de que su cerebro piensa y obtiene buenas notas en sus estudios, voy a poner en su poder, aquel dibujo, que discretamente y pensando en la vida, pintó, y yo guardé con gran cariño.


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