Es mi nieto, cuyo padre es
mi hijo Manolo, y su madre Mamen Puértolas nacida en la Villa de
Almudévar. Desde sus primeros días de vida, convivimos en proximidad urbana y
yo lo iba a esperar a su salida del Colegio de San Viator. Hablaba poco, pero
entendía todo lo que pasaba a su alrededor. Se fijaba en todo, pues recuerdo su
comportamiento ante diferentes situaciones ; por ejemplo cuando lo llevaba de
paseo, al pasar por los surtidores de agua, que están en el enorme paseo, que
existe entre la Zona Industrial y el conjunto urbanístico de chalets y de
edificios de pisos, debajo del Cerro de San Jorge, el pequeñísimo Ignacio, se
subía a las paredes de las aguas, que se recogían desde los surtidores y andaba
por ellas, y miraba por ver algunas hojas de los árboles, de los que caían sus hojas, en las aguas que se
acumulaban en ellas. Era parco en palabras, pero admiraba aquel conjunto de
fuentes de jardín, andaba despacio por sus paredes, para observar la Naturaleza
del agua, de los árboles que rodeaban aquellas
balsas y se esforzaba en ver algún pez o alguna rana, que vivieran en esas
limpias aguas. Él se esforzaba en
observar, pero no daba explicaciones sobre su naturaleza ni sobre su vida. En
el Parque Municipal, en su balsa elegante con una isla en medio de ella, en la
que se levantaban árboles y cañas de Bambú, allí tenía ocasión de mirar y de
escuchar a los patos, a las ocas y a dos cisnes negros, que nadaban por sus
aguas y buscaban algún pequeño pez y comían trozos de pan o de galletas, que
muchos niños les echaban
al agua. El pequeño Ignacio no decía nada, pero observaba aquel rincón bello y
poético y un día después de haber visitado aquel bello Jardín, le encontré un
dibujo, lleno de belleza, dibujado por un niño de tres años. ¿En qué consistía?,
simplemente en un nido dibujado delante de los árboles, de la isla, rodeada por
el agua del estanque, sobre el que estaba incubando sus huevos, una
cisnesa negra.
No me dijo nada sobre tan bella
pintura, pero yo, recogí su sentida obra en la que se había fijado y tuvo la
necesidad de pintarla, sin decir nada a nadie. Mi nieto no me dijo nada, pues
era corto en
palabras y yo,
enamorado de su
sentimiento artístico, recogí aquel dibujo, inspirado en su amor a la
belleza y lo puse en un marco, que tengo colgado en una sala de nuestra casa de
Siétamo. Siempre he estado esperando que mi nieto me hablara de su obra
artística, realizada a sus tres años de edad, pero nunca me dijo nada. Es que,
como su padre es un mozo de profundos pensamientos, pero de escasa palabras.
Ahora lo veo muy pocas veces,
pero hace escasos días, nos encontramos y rápidamente me explicó como había
obtenido en el Colegio, unas notas excelentes en las asignaturas qué en ese
Colegio, le explicaban. Me acordé de que es casi soledad, hubo un período en
que abandonó casi sus estudios, pero un profesor oscense y Director del Colegio
de San Viator, le explicó la utilidad y el enriquecimiento de su cerebro, para
decirle que no abandonara su aplicación a sus estudios. Ignacio le hizo caso y
se convirtió en un alumno aplicado en sus estudios. Ultimamente obtuvo unas
notas brillantes y no pudo evitar explicármelo a mí.
Yo, que nunca he podido olvidar
la personalidad de Ignacio, guardé colgado en nuestra casa de Siétamo, el
cuadro que pintó a sus tres años, en que se ve al cisne del Parque incubar los
huevos, que trajeron al mundo con su compañera. Y hoy, en que me doy cuenta de
que su cerebro piensa y obtiene buenas notas en sus estudios, voy a poner en su
poder, aquel dibujo, que discretamente y pensando en la vida, pintó, y yo
guardé con gran cariño.
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