He subido a la verde Val
de Chistau, cuya capital corresponde al pueblo de las Torres y de las horas que
es Gistain. Son varias las torres que adornan y vigilan este pueblo, pues
además de la de la Iglesia, se elevan la de casa Tardán y la de casa Rins; hay
que añadir que las horas están marcadas por relojes inmensos, que son cimas de
piedra en los vecinos montes y en cada uno de ellos señala el sol en la primera
cima, las diez en la segunda, las once, en la tercera el mediodía y en la
última marca la una. Pasando por una estrecha calle, me he encontrado a tres
hombres, ya mayores como yo y uno de ellos estaba reparando una pared lateral
de su casa.
Hemos hablado del año de 1982, en que en esta
Val, sucedió casi lo mismo, guardando las debidas proporciones con su tamaño, que
ha ocurrido estos días en Nueva Orleans, es decir que cayó una lluvia descomunal,
que parece mentira que en un terreno tan inclinado como el que asienta a
Gistain; esa lluvia dejara inundadas casi todas las casas dl pueblo e incluso
la iglesia. Eso afirmaba Ramón Bardají, uno de los tres ancianos con los que
entré en conversación.
Me acordé que en aquella ocasión tuve que subir
a ver los enormes daños que aquel diluvio había producido en la estructura de
Gistain y de los vecinos pueblos del
Valle y aquellos hombres, sin lágrimas en los ojos, sino con una continua
sonrisa, me decían que habían trabajado como “animales” en aquella ocasión, lo
mismo de día que de noche. Trabajaban no sólo para ellos, sino que estaban al
servicio de todos los vecinos del pueblo. Y ahora que la cantidad enorme de
visitantes que llegan en los veranos y en otras épocas del año a Gistain, se ha
elevado el nivel de vida de sus habitantes, que se animan a fomentar el turismo
y se lamenta Ramón por no haber emigrado a otras zonas, donde se ganaba más
dinero y tenían un gran desarrollo industrial. Si, se lamentan los tres
dialogantes, porque el desarrollo del pueblo se debe al enorme trabajo gratuito que ellos desarrollaron y
ahora ya no pueden ganar dinero e incluso no se encuentra ningún peón que ayude
a terminar la pared de la casa que están arreglando. Yo les digo que la vida
tiene sus fases y que ahora lo pueden pasar muy bien en el pueblo que los vio
nacer ,sentándose en un carasol y mirando las Peñas que hacen de relojes en su
horizonte, que les hará caer en la realidad de la vida, que en este caso será
,sin duda, una buena vida. Isidro
Ballarín, el segundo que estaba en la conversación, dijo: ¡Viviremos como
podamos y hasta que Dios mande! y Andrés Bielsa exclamó: ¡aunque suframos algo,
no sufriremos tanto como lo hicimos en Francia, cuando para la Guerra escapamos a ella!.
La verdad es que aquellos hombres que tanto
trabajaron gratis por su pueblo, al que han amado tanto y ahora ven como los
jóvenes, según dicen los mismos, tienen pocas ganas de trabajar, morirán
algunos sin recompensa en esta mundo, en el que ya la juventud no trabaja
gratis para nadie, sino para los que les pagan con los capitales necesarios
para edificar hermosas casas en aquella Montaña.
¡Pobres abuelos que se quejan de la vida pero no
están tristes, sino alegres y agradecidos a Julio Nogués, que trabajó en
aquella ocasión como si se tratara de una desgracia que le hubiera ocurrido a
su familia!.
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