lunes, 25 de junio de 2018

Los abuelos de Chistain





He subido a la verde Val de Chistau, cuya capital corresponde al pueblo de las Torres y de las horas que es Gistain. Son varias las torres que adornan y vigilan este pueblo, pues además de la de la Iglesia, se elevan la de casa Tardán y la de casa Rins; hay que añadir que las horas están marcadas por relojes inmensos, que son cimas de piedra en los vecinos montes y en cada uno de ellos señala el sol en la primera cima, las diez en la segunda, las once, en la tercera el mediodía y en la última marca la una. Pasando por una estrecha calle, me he encontrado a tres hombres, ya mayores como yo y uno de ellos estaba reparando una pared lateral de su casa.
Hemos hablado del año de 1982, en que en esta Val, sucedió casi lo mismo, guardando las debidas proporciones con su tamaño, que ha ocurrido estos días en Nueva Orleans, es decir que cayó una lluvia descomunal, que parece mentira que en un terreno tan inclinado como el que asienta a Gistain; esa lluvia dejara inundadas casi todas las casas dl pueblo e incluso la iglesia. Eso afirmaba Ramón Bardají, uno de los tres ancianos con los que entré en conversación.
Me acordé que en aquella ocasión tuve que subir a ver los enormes daños que aquel diluvio había producido en la estructura de Gistain  y de los vecinos pueblos del Valle y aquellos hombres, sin lágrimas en los ojos, sino con una continua sonrisa, me decían que habían trabajado como “animales” en aquella ocasión, lo mismo de día que de noche. Trabajaban no sólo para ellos, sino que estaban al servicio de todos los vecinos del pueblo. Y ahora que la cantidad enorme de visitantes que llegan en los veranos y en otras épocas del año a Gistain, se ha elevado el nivel de vida de sus habitantes, que se animan a fomentar el turismo y se lamenta Ramón por no haber emigrado a otras zonas, donde se ganaba más dinero y tenían un gran desarrollo industrial. Si, se lamentan los tres dialogantes, porque el desarrollo del pueblo se debe al  enorme  trabajo gratuito que ellos desarrollaron y ahora ya no pueden ganar dinero e incluso no se encuentra ningún peón que ayude a terminar la pared de la casa que están arreglando. Yo les digo que la vida tiene sus fases y que ahora lo pueden pasar muy bien en el pueblo que los vio nacer ,sentándose en un carasol y mirando las Peñas que hacen de relojes en su horizonte, que les hará caer en la realidad de la vida, que en este caso será ,sin duda, una buena  vida. Isidro Ballarín, el segundo que estaba en la conversación, dijo: ¡Viviremos como podamos y hasta que Dios mande! y Andrés Bielsa exclamó: ¡aunque suframos algo, no sufriremos tanto como lo hicimos en Francia, cuando para la  Guerra escapamos a ella!.
La verdad es que aquellos hombres que tanto trabajaron gratis por su pueblo, al que han amado tanto y ahora ven como los jóvenes, según dicen los mismos, tienen pocas ganas de trabajar, morirán algunos sin recompensa en esta mundo, en el que ya la juventud no trabaja gratis para nadie, sino para los que les pagan con los capitales necesarios para edificar hermosas casas en aquella Montaña.
¡Pobres abuelos que se quejan de la vida pero no están tristes, sino alegres y agradecidos a Julio Nogués, que trabajó en aquella ocasión como si se tratara de una desgracia que le hubiera ocurrido a su familia!.


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