martes, 19 de junio de 2018

El Cabezón de Agüero





A las bocas de las cuevas (os foraz) que perforan el Cabezón de Agüero, llegaron unos espeleólogos de Zaragoza, dispuestos a desvelar los secretos que, se supone, encierran.
Se sabe que las cavernas, en su interior, gozan de una temperatura poco variable  a lo largo de las distintas estaciones, y aquel muchacho  de Agüero, al asomarse en verano, sentía un fresco agradable y al hacerlo en invierno, acariciaba su rostro una suave caricia de calor. Su abuela le había dicho que por algunas cuevas se accedía al infierno y el  mosen le había enseñado que en tan espantoso lugar el fuego era eterno; de allí deducía que no debía tratarse de unas bocas infernales, pues de lo contrario no podrían brotar frescas emanaciones en verano. A él le parecía que su vieja vecina estaba mejor encaminada que su abuela, cuando le decía que allí moraban brujas, que desde las bocas del Cabezón, saltaban al vacío sobre sus escobas, en las noches de plenilunio.
Yo no sé lo que dedujeron los espeleólogos zaragozanos del Cabezón de Agüero, pero a mí me aclaró muchos de sus misterios Sebastián Grasa, natural del próximo pueblo de Salinas de Jaca y que tiene una edad de noventa y ocho años. Su apellido es equivalente al de los Garasa, tan frecuente uno como otro en nuestra provincia y de raíz vasco –oscense; es lo mismo que pasa con el nombre de Sarsa, derivado de Sarasa. En este Cabezón debían encontrarse las cuevas de Os Foraz (los agujeros), ya que ahora las buscan y no las encuentran, pero en aquellos viejos tiempos había más gente en Agüero y con más preocupación por su ambiente local, que en estos nuevos tiempos. En esas cuevas vivía una enorme culebra, a la que mantenía un pastor con calderos de leche y cuando se los llevaba, exclamaba:¡Mariquita del caldero!, a cuya llamada salía, se “fartaba”, hasta que un día, no se sabe si por algún desengaño o por tener una naturaleza demoníaca, lo dejó tieso al pobre pastor, como un palo. En estas cuevas tuvo que haber reuniones brujeriles o aquelarres, presididas por el Gran Cabrón, igual que las hubo episcopales en la  Peña Los Tres Obispos, que se encuentra en el mismo término y en la que se encontraban los epíscopos de Huesca, de  Jaca y  de Navarra. Dentro de la Peña debe haber alguna balsa, como en Chaves y Solencio o el Turbón, en la que las brujas agitaban sus aguas  antes de iniciar sus vuelos con las escobas. No sé si esta Peña era la “huega” o el límite de los tres montes de Agüero, Salinas y Fuencalderas y si dentro de ella estaban   Os Foraz (los agujeros o cuevas).
Y es que en Agüero, se conservan recuerdos de la lucha entre el bien y el mal (ya medio apagados), como en otros lugares de la cordillera pirenaica, que son templos de la  Naturaleza, que fueron sedes de culturas primitivas. Recordemos las brujas del Valle navarro del Roncal, que dicen   dirigían sus vuelos a Zugarramurdi, pero que lo harían también a su cercano pueblo de Ansó y a otros lugares que también eran parte del reino navarro-aragonés, como Agüero. La doctrina católica, representada por los obispos se empezó a propagar por los Pirineos en el periodo visigótico, fundándose el Monasterio de San Victorián y se generalizó cuando los moros se apoderaron de casi toda España y acudieron a ellos los cristianos del Valle del Ebro. A San Juan de la Peña vinieron a gozar de la libertad de los cristianos y acudieron desde Zaragoza, entre otros muchos los jóvenes Félix y Voto. Así como hubo templos de la Naturaleza, atendidos por las brujas, en Agüero está la bella Parroquia, con el sonido de su órgano y  “el influjo clásico se nota también en la arquitectura y en la escultura románicas del Alto Aragón (San Juan de la Peña, Loare, Agüero, con la preciosa aunque ignorada iglesia de Santiago, que inicia la transición al ojival).(Don Ricardo del Arco).        
El historiador Carlos Laliena a este propósito escribe:" Bajo la protección carolingia y de jefes indígenas devotos de los monarcas carolingios, se instalaron (hombres y mujeres) desde finales del siglo VIII en los valles altos del Pirineo, en los que predominaban grupos étnicos de difícil filiación, que parecen de tipo vascónico, gentes de procedencia meridional  que huían de la islamización  de la Región del Ebro”. No parece tan difícil la identificación de los vascos en nuestra tierra, pues basta ver los apellidos Garasa, Sarasa y, por ejemplo, las osquetas de la Sierra de Santo Domingo y las que los ganaderos abren en las orejas de sus ovejas. La osqueta de mis ovejas se abría hacia atrás, en la oreja izquierda.  
Bajo el dominio de los condes, de la iglesia y de los campesinos libres, trabajaban los siervos campesinos,  a los que llamaban “mezquinos", lo que hace pensar que no es extraño que aquellas ignorantes gentes conservaran restos de sus religiones primitivas y se creyese, entre ellos en las brujas. De esas brujerías me siguió contando el señor Sebastián multitud de anécdotas; una de ellas la narraba así: Una vez había ido una mujer de Salinas a Longás a darle el “mal” a otra mujer y para ello parece ser que hizo una metamórfosis, es decir que se desnudó y se transformó en gato, cuando otras lo hacían en perros  y marchó a cumplir su  propósito. Esta mujer dejó sus ropas y sayas recogidas detrás de una mata, pero el cura del pueblo de Salillas, que iba por los campos leyendo el breviario, vio esas ropas de la mujer y adivinó lo que estaba haciendo alguna bruja; entonces depositó su breviario sobre dicha ropa y esperó su vuelta. Cuando se presentó por allí un gato, lo observó y al darse cuenta la mujer convertida en gato, de que encima de sus ropas estaba el libro sagrado, gritó: ¡quite ese libro de allí!.El cura no quiso quitarlo, diciéndole: ¿dónde has ido?. Ella tardó en contestarle, pero al fin le dijo: vengo de Longás de dar el “mal”  a una mujer. Entonces el cura la mandó a dicho pueblo a deshacer el “mal” y con unos saltos felinos se fue allí y le quitó el “mal” a la pobre mujer. Entonces el cura levantó el libro, que había depositado sobre las ropas de la bruja, transformándose ella de gato en mujer, volviéndose a su casa. (Este cuento o lo que sea me lo contaron hace ya unos años, pero en lugar de ser el bueno un cura, lo fue un cazador. Ocurrió el hecho en Sieso.
 No es extraño que en pocos minutos me contara tantas aventuras brujeriles, pues Sebastián  se expresó diciendo: En Agüero hay brujos, en Murillo brujas, en Riglos brujos y brujas y en Anzánigo está el canónigo, llegando a nombrar a alguno por su nombre, como a Isidrer de Agüero, del que decía que estaba siempre haciendo brujerías.
El mismo Sebastián Grasa tuvo que vivir en ese ambiente, defendiéndose de él, pues tenía una vecina, que era hija de un “agüelo”con el que convivía y que era bruja. Tenía un perro, al que Sebastián había cogido manía por temor de que lo usara para transformarse (metamorfosearse).Una tarde volvió Sebastián a su casa del monte,  acompañado por la yegua  y el perro los miraba insistentemente, lo que le daba horror; al quitarle la cabezada para soltarla en un campo vecino, para que pastase, no se pudo resistir y se la tiró al perro que huyó. Cuando regresó a casa lo contó a sus familiares, que le dijeron: ¡ten cuidado con ese perro, que su dueña es bruja!.
 Al contarme esta historia del perro, me pareció que se quería escapar del poder de las brujas, como se escapó el herrero de San Felices. San Felices era una aldea dependiente de Agüero, en la que ahora dicen que hay una familia que cultiva su monte. En aquellos tiempos vivía en San Felices muy poca gente, pero sin embargo allí ejercía un herrero, pero casi no sacaba ni para comer, llegando a decir: no tengo ni que comer, estoy desesperado, ahora mismo le entregaría mi alma al diablo. Este le debió de oír y le dijo: ¿qué té  pasa?, véndeme el alma y por veinte duros cerraron el trato.
Pasaron años y llegó el diablo a ver si se podía ya llevar su alma, pero el herrero le dijo: aún soy joven,  espera diez años más, pero acuérdate que me has de dejar morir de la enfermedad que yo quiera. El diablo aceptó la condición y pasaron los diez años y volvió el diablo a buscar su alma y el herrero le dijo: ¿no me tengo que morir de la enfermedad que yo quiera?;si, le contestó el diablo y ¿cuál es? .A lo que le dijo el herrero:¡de sobreparto!.El diablo, que desde hacía muchos siglos se dedicaba a engañar, huyó avergonzado al ver su engaño vencido por un pobre herrero.
Cuando leemos esas raras historias de brujas, despreciamos el pasado, pero no nos damos cuenta de que ahora el mundo está lleno de nuevas brujas, tal vez más elegantes que aquellas, pero que también practican la brujería moderna, unas veces con botellones y otras con drogas y pastillas.  

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