A las bocas de las cuevas
(os foraz) que perforan el Cabezón de Agüero, llegaron unos espeleólogos de
Zaragoza, dispuestos a desvelar los secretos que, se supone, encierran.
Se sabe que las cavernas, en
su interior, gozan de una temperatura poco variable a lo largo de las distintas estaciones, y
aquel muchacho de Agüero, al asomarse en
verano, sentía un fresco agradable y al hacerlo en invierno, acariciaba su
rostro una suave caricia de calor. Su abuela le había dicho que por algunas
cuevas se accedía al infierno y el mosen
le había enseñado que en tan espantoso lugar el fuego era eterno; de allí
deducía que no debía tratarse de unas bocas infernales, pues de lo contrario no
podrían brotar frescas emanaciones en verano. A él le parecía que su vieja
vecina estaba mejor encaminada que su abuela, cuando le decía que allí moraban
brujas, que desde las bocas del Cabezón, saltaban al vacío sobre sus escobas,
en las noches de plenilunio.
Yo no sé lo que dedujeron
los espeleólogos zaragozanos del Cabezón de Agüero, pero a mí me aclaró muchos
de sus misterios Sebastián Grasa, natural del próximo pueblo de Salinas de Jaca
y que tiene una edad de noventa y ocho años. Su apellido es equivalente al de
los Garasa, tan frecuente uno como otro en nuestra provincia y de raíz vasco
–oscense; es lo mismo que pasa con el nombre de Sarsa, derivado de Sarasa. En
este Cabezón debían encontrarse las cuevas de Os Foraz (los agujeros), ya que
ahora las buscan y no las encuentran, pero en aquellos viejos tiempos había más
gente en Agüero y con más preocupación por su ambiente local, que en estos
nuevos tiempos. En esas cuevas vivía una enorme culebra, a la que mantenía un
pastor con calderos de leche y cuando se los llevaba, exclamaba:¡Mariquita del
caldero!, a cuya llamada salía, se “fartaba”, hasta que un día, no se sabe si
por algún desengaño o por tener una naturaleza demoníaca, lo dejó tieso al
pobre pastor, como un palo. En estas cuevas tuvo que haber reuniones brujeriles
o aquelarres, presididas por el Gran Cabrón, igual que las hubo episcopales en
la Peña Los Tres Obispos, que se
encuentra en el mismo término y en la que se encontraban los epíscopos de
Huesca, de Jaca y de Navarra. Dentro de la Peña debe haber
alguna balsa, como en Chaves y Solencio o el Turbón, en la que las brujas
agitaban sus aguas antes de iniciar sus
vuelos con las escobas. No sé si esta Peña era la “huega” o el límite de los
tres montes de Agüero, Salinas y Fuencalderas y si dentro de ella estaban Os Foraz (los agujeros o cuevas).
Y es que en Agüero, se
conservan recuerdos de la lucha entre el bien y el mal (ya medio apagados),
como en otros lugares de la cordillera pirenaica, que son templos de la Naturaleza, que fueron sedes de culturas
primitivas. Recordemos las brujas del Valle navarro del Roncal, que dicen dirigían sus vuelos a Zugarramurdi, pero que
lo harían también a su cercano pueblo de Ansó y a otros lugares que también
eran parte del reino navarro-aragonés, como Agüero. La doctrina católica,
representada por los obispos se empezó a propagar por los Pirineos en el
periodo visigótico, fundándose el Monasterio de San Victorián y se generalizó
cuando los moros se apoderaron de casi toda España y acudieron a ellos los
cristianos del Valle del Ebro. A San Juan de la Peña vinieron a gozar de la
libertad de los cristianos y acudieron desde Zaragoza, entre otros muchos los
jóvenes Félix y Voto. Así como hubo templos de la Naturaleza, atendidos por las
brujas, en Agüero está la bella Parroquia, con el sonido de su órgano y “el influjo clásico se nota también en la
arquitectura y en la escultura románicas del Alto Aragón (San Juan de la Peña,
Loare, Agüero, con la preciosa aunque ignorada iglesia de Santiago, que inicia
la transición al ojival).(Don Ricardo del Arco).
El historiador Carlos
Laliena a este propósito escribe:" Bajo la protección carolingia y de
jefes indígenas devotos de los monarcas carolingios, se instalaron (hombres y
mujeres) desde finales del siglo VIII en los valles altos del Pirineo, en los que
predominaban grupos étnicos de difícil filiación, que parecen de tipo
vascónico, gentes de procedencia meridional
que huían de la islamización de
la Región del Ebro”. No parece tan difícil la identificación de los vascos en
nuestra tierra, pues basta ver los apellidos Garasa, Sarasa y, por ejemplo, las
osquetas de la Sierra de Santo Domingo y las que los ganaderos abren en las
orejas de sus ovejas. La osqueta de mis ovejas se abría hacia atrás, en la
oreja izquierda.
Bajo el dominio de los
condes, de la iglesia y de los campesinos libres, trabajaban los siervos
campesinos, a los que llamaban
“mezquinos", lo que hace pensar que no es extraño que aquellas ignorantes
gentes conservaran restos de sus religiones primitivas y se creyese, entre
ellos en las brujas. De esas brujerías me siguió contando el señor Sebastián
multitud de anécdotas; una de ellas la narraba así: Una vez había ido una mujer
de Salinas a Longás a darle el “mal” a otra mujer y para ello parece ser que
hizo una metamórfosis, es decir que se desnudó y se transformó en gato, cuando
otras lo hacían en perros y marchó a
cumplir su propósito. Esta mujer dejó
sus ropas y sayas recogidas detrás de una mata, pero el cura del pueblo de
Salillas, que iba por los campos leyendo el breviario, vio esas ropas de la
mujer y adivinó lo que estaba haciendo alguna bruja; entonces depositó su
breviario sobre dicha ropa y esperó su vuelta. Cuando se presentó por allí un
gato, lo observó y al darse cuenta la mujer convertida en gato, de que encima
de sus ropas estaba el libro sagrado, gritó: ¡quite ese libro de allí!.El cura
no quiso quitarlo, diciéndole: ¿dónde has ido?. Ella tardó en contestarle, pero
al fin le dijo: vengo de Longás de dar el “mal” a una mujer. Entonces el cura la mandó a dicho
pueblo a deshacer el “mal” y con unos saltos felinos se fue allí y le quitó el
“mal” a la pobre mujer. Entonces el cura levantó el libro, que había depositado
sobre las ropas de la bruja, transformándose ella de gato en mujer, volviéndose
a su casa. (Este cuento o lo que sea me lo contaron hace ya unos años, pero en
lugar de ser el bueno un cura, lo fue un cazador. Ocurrió el hecho en Sieso.
No es extraño que en pocos minutos me contara
tantas aventuras brujeriles, pues Sebastián
se expresó diciendo: En Agüero hay brujos, en Murillo brujas, en Riglos
brujos y brujas y en Anzánigo está el canónigo, llegando a nombrar a alguno por
su nombre, como a Isidrer de Agüero, del que decía que estaba siempre haciendo
brujerías.
El mismo Sebastián Grasa
tuvo que vivir en ese ambiente, defendiéndose de él, pues tenía una vecina, que
era hija de un “agüelo”con el que convivía y que era bruja. Tenía un perro, al
que Sebastián había cogido manía por temor de que lo usara para transformarse
(metamorfosearse).Una tarde volvió Sebastián a su casa del monte, acompañado por la yegua y el perro los miraba insistentemente, lo que
le daba horror; al quitarle la cabezada para soltarla en un campo vecino, para
que pastase, no se pudo resistir y se la tiró al perro que huyó. Cuando regresó
a casa lo contó a sus familiares, que le dijeron: ¡ten cuidado con ese perro,
que su dueña es bruja!.
Al contarme esta historia del perro, me
pareció que se quería escapar del poder de las brujas, como se escapó el
herrero de San Felices. San Felices era una aldea dependiente de Agüero, en la
que ahora dicen que hay una familia que cultiva su monte. En aquellos tiempos
vivía en San Felices muy poca gente, pero sin embargo allí ejercía un herrero,
pero casi no sacaba ni para comer, llegando a decir: no tengo ni que comer,
estoy desesperado, ahora mismo le entregaría mi alma al diablo. Este le debió
de oír y le dijo: ¿qué té pasa?, véndeme
el alma y por veinte duros cerraron el trato.
Pasaron años y llegó el
diablo a ver si se podía ya llevar su alma, pero el herrero le dijo: aún soy
joven, espera diez años más, pero
acuérdate que me has de dejar morir de la enfermedad que yo quiera. El diablo
aceptó la condición y pasaron los diez años y volvió el diablo a buscar su alma
y el herrero le dijo: ¿no me tengo que morir de la enfermedad que yo
quiera?;si, le contestó el diablo y ¿cuál es? .A lo que le dijo el herrero:¡de
sobreparto!.El diablo, que desde hacía muchos siglos se dedicaba a engañar,
huyó avergonzado al ver su engaño vencido por un pobre herrero.
Cuando leemos esas raras
historias de brujas, despreciamos el pasado, pero no nos damos cuenta de que
ahora el mundo está lleno de nuevas brujas, tal vez más elegantes que aquellas,
pero que también practican la brujería moderna, unas veces con botellones y
otras con drogas y pastillas.
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