jueves, 6 de enero de 2011

Los juegos de azar y los de habilidad


Dicen que un matemático holandés ha demostrado que en el juego del póquer vale más la habilidad que el azar. No cabe duda de que en este juego del póquer intervienen la habilidad, el azar y el aprendizaje y en Las Vegas donde cada año se realizan campeonatos, suelen vencer los campeones que están en posesión de grandes conocimientos del juego. He entrado en una sala, donde estaban jugando a las cartas varios jugadores y se oía exclamar a uno de ellos: ¡cuarenta! y un instante después, otro gritaba: ¡ya estáis muertos!. Acabaron sus partidas y, puestos en conversación, me afirmaron que con mucha frecuencia se jugaban una caña de cerveza o una taza de café y que lo hacían por pasar el rato distraídos, con el fin de distraer sus cerebros. En Holanda han reclamado al Ministerio de Justicia que rechace al póquer como juego de azar, ya que indudablemente son juegos de azar o de suerte la ruleta y la lotería, pero en el ajedrez y en las damas, la suerte interviene escasamente para ganar las partidas y en el póquer, como ha demostrado Van der Genugten, tampoco es la suerte el mayor medio para obtener la victoria, sino el conocimiento. Por eso piden los holandeses que no se prohiba jugar al póquer en cualquier lugar, pues sólo se permite, como en España, en los casinos. Parece ser que ya hay personas que están buscando programas de ordenador para vencer a grandes jugadores de póquer, como ya ocurre con el ajedrez. Sería una demostración de que el póquer no es un juego de azar. Mientras llega este invento hay robots escondidos que juegan en salas de póquer a través del internet. Hay personas que juegan por placer, otras por necesidad y algunas gozarán con el juego, pero otras verán su vida complicada. Hay personas inocentes, como aquel labrador, que cantaba:”Labrador era mi abuelo-labrador era mi padre- y yo, como labrador- a una labradora quiero”.No todos los labradores eran como el que cantaba esa jota, sino que eran jugadores, como uno de Alcalá del Obispo, que en cierta ocasión, al volver de jugar sus partidas, les dijo a su esposa y a sus hijos:”ya podemos marchar de esta casa, porque me la he jugado y la he perdido”. Me acuerdo de cuando era niño e iba a las fiestas de un pueblo y los invitados al poco tiempo de acabar la comida, se ponían a jugar y a echar apuestas, que tenían que ser resueltas por las cartas de la baraja. Allí estaban labradores de Ayera, de Aguas, de Fañanás y de otros pueblos del Somontano, que después de empezar a jugar, no acababan hasta el día siguiente, cuando las campanas tocaban a misa. Los jugadores que encontré, al entrar en la sala me dijeron que sólo querían pasar el rato distraídos, pues les gustaba defender su honrilla y su honor, aunque perdieran el café, porque después de pagarlo, algún compañero les pagaba la comida. Ellos decían no ser como aquellos jugadores que jugaban en la capital, iguales a uno que estaba colocado en una oficina y secretamente tenía un cargo oficial, que le hacía, cuando ejercía tal cargo, disimular su función. No sólo jugaba con la vida y con la muerte, como cuando ganaba o perdía viviendas o capitales, sino que era un jugador de cartas mafioso y superficial. Como el labrador de Alcalá, se jugó su casa, éste también se la jugó y la perdió. Después de conversar durante bastante tiempo, uno de los jugadores que gritaban, al entrar yo en la sala de juego:”¡ya estáis muertos , ya estáis perdidos!”, me declaró que él fue jugador de cartas profesional. Y fue profesional porque en el salón oscense donde se jugaba con la baraja, había doctores, propietarios y enchufados que no podían jugar, porque siempre perdían y le daban a él veinte o treinta mil duros, para que ejercitase sus conocimientos “barajiles” y les diera la ocasión de ganar algún dinero. A mi amigo le daban el dieciséis por cierto de las ganancias, lo que le permitía vivir de maravilla. Era un jugador sabio en el juego de cartas. Se dejó de jugar cuando se casó, como el labrador que cantaba la jota, pero ahora, lo debían nombrar asesor del dinero de los aragoneses en los casinos de los Monegros. Su honrilla ascendería a la categoría del honor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Al ritmo

  La vieja hilaba, el tejedor tejía, la gallina escarbaba, el ciego tañía y la niña cantaba al bebé: ”Teje, teje ,tejedor, garras, garras de...