sábado, 8 de enero de 2011

Si cantan “os porpuz,quítate o capuz”


Llegaron al pueblo los “porputes o porpuz”, que es como llamamos en Aragón a las abubillas. Yo los miro con íntima alegría, porque son bellos y su llegada coincide con la de la primavera. Ellos, en cambio,me lanzan una mirada nada confiada y escapan rápidos como una “volada” de aire. ¿Qué les he hecho yo para asustarlos?. Reflexiono y me acuerdo de que cuando era niño, di un espejo de propaganda a cambio de un “porput”; lo metí en una jaula esperando que lanzase su pot-put-pot –put, canto que por onomatopeya ha dado nombre a tal avecilla. Además creía que iba a poner erecto el penacho de plumas de su cabeza, formando una cresta más gallarda que la de un gallo y que la cimera de estos cascos que coronan los escudos de las casa infanzonas del Somontano. Lo quise sobornar dándole insectos, pero su orgullo no “reblaba· como no rebla la dignidad de muchas personas ante el dinero.
Si no llego a darle la libertad, se hubiera muerto de hambre antes que hacer “momos y jeribeques”. Me dijeron que otros muchachos habían tenido una abubilla durante mucho tiempo y desprendía un olor inaguantable. Tal vez se tratara de una venganza contra su carcelero. Ahora que me gustaría gozar de la amistad de los “potpuz”, comprendo porque huyen cuando me ven. Por eso seguiré observando, escondido en la cuadra de mi casa, como saltan desde un nido de la pared a las bardas del corral, levantando sus crestas. ¡Qué bien cantan cuando enamoran su pot-put,pot-put!. Se parecen a los hombres, que son tan buenos cuando enamoran y ¡qué malos se vuelvan, después que logran!. Lo mismo pasa con las abubillas o putputes, que después de criar, tornan su agradable canto en un graznido malsonante y feo. Dice la poesía: “la primavera ha venido, nadie sabe como ha sido”, pero el observador conoce que ha sido pregonada por los putputes, de los que la gente ignora cómo han venido. Los libros dice que vienen de fuera pero los campesinos aseguran que pasan el invierno escondidos en el hueco de una pared, con el pico metido en su cloaca y dormidos. ¡Quien tiene la razón ,el pueblo o los libros?. La cuestión es que han venido y no importa cómo ha sido. Si no porque se me reirían, me compraría un capuz y cuando escuchase el primer pot-put, lo tiraría a la copa de un olivo para celebrar la primavera, en buena armonía con mis amigos los “porputes”.

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