La visita a las Termas de Comarruga, me ha aproximado a un mundo aparte, donde se contemplan paisajes maravillosos en los que junto al mar, se alzan las palmeras, los eucaliptos y unos bosques de pinos, que hermanan el agua de las playas con la tierra montañera. Y sobre aquel paisaje, salta la música que los pájaros lanzan al espacio. Ese mundo se encuentra en esa Vil-lle de Casals, que es como un templo del arte, que te llena de emoción, pues lo mandó construir el violonchelista, en Sant Salvador del Vendrell, como lugar para descansar, cuando retornaba de sus viajes musicales por el mundo. Ahora, cualquier hombre o mujer puede visitar este museo, en que se encuentran la atmósfera familiar, la belleza del paisaje, el sonido musical de los pájaros, que siguen todavía emulando al hombre que llegó a “convertirse en el violonchelista más grande de todo el mundo”. Es que Paul Casals afirmaba que “la música es una lengua universal”, porque desde que siendo niño disfrutaba con su violín, que le hizo un artesano de Vendrell, con una calabaza, llegó a convertirse en un enorme violonchelista. Su padre que era organista del Vendrell, ayudó emocionado, en la construcción del violín, hecho con su colaboración. Cuando uno entra en la Vil-lle, se ve acogido, delante de sí mismo, por un mirador, desde el cual se siente la necesidad, como la sintió Pau Casals, de mirar al mar desde esa parte elevada, a la que se sube por una de las dos escaleras de arquitectura clásica. Todo el mirador está lleno de estatuas, unas clásicas, otras de más actualidad. En el inicio del punto por donde se asciende, está la bella escultura del dios Apolo, que parece gozoso al recibirte. Desde arriba miras al mar, que está allí mismo y cuando bajas, te das cuenta de que todas las esculturas, miran al patio interior de la vivienda de la Vil-lla. Te vas dando cuenta de que ahí están presentes el arte arquitectónico y el escultural y donde todo esto te va llenando el corazón de poesía, como llenó el de Paul Casals durante toda su vida. Cuando entras en la casa donde tanto soñó y descubres su ambiente familiar, la belleza que reinaría en tiempos ya pasados y vas descubriendo los detalles de la emocionante vida del violonchelista, viendo proyecciones de los momentos musicales del artista, de los dedicados a defender la paz y la libertad te das cuenta de la categoría, no sólo musical de Pau Casals, sino de su gran humanidad. Allí se leen folios y cuartillas de grandes hombres de la política, del arte y de su propia familia. En un dormitorio particular se adivina su mística a las artes, pues en él está colgado un cuadro de Nuestra Señora de Montserrat y se encuentra un armario de noble madera, en cuyas puertas aparecen los santos oscenses San Vicente, con una rueda de molino, que le colgaron al cuello, para que se hundiera en el Mediterráneo de Valencia y San Lorenzo con su parrilla, en la que lo abrasaron.
El salón de la casa es un lugar, donde escuchaban la música que hacía sonar Pau, los amigos que lo iban a visitar. Nosotros los visitantes del actual museo, nos sentimos halagados, al escuchar sentados en aquellos sillones, reproducciones musicales. No falta la pintura en el mundo del arte y allí se pueden contemplar cuadros de grandes pintores y al lado del salón de conciertos, se admiran en un templo pagano, en que son varios los frescos, de los que algunos representan el amor, como aquel en que dos duendecillos lanzan sus flechas que enamoran, tal vez a Leonardo y Casimira, otro en que un medio hombre, medio macho cabrío, está tentando las pasiones de otra pareja. Pero aquel gran artista no sólo admiraba y deseaba la bella “vita”, sino que sentía los dolores que las guerras y las injusticias provocaban en el Mundo. Por eso creó en 1926 la Asociación Obrera de Conciertos, años antes de la Guerra Civil. Está muy bien instalada la Villa Casals para mantener y aumentar el arte, que conduce a los hombres y mujeres a servir a sus hermanos, que son todos los que componen la humanidad. Cuando íbamos al Museo, estaban unos cuantos hombres de color, abandonados por la sociedad. Si a Pau Casals le hicieron un violín con una calabaza, ¿no se podría dotar a estos negritos de baratos instrumentos musicales y educarlos para que los pudieran hacer sonar?. En la sociedad antigua se apoyaba a los “músicos ciegos” y en esta se podría ayudar a los “músicos abandonados”.
Pau Casls no abandonó sus vínculos con Cataluña, sino que murió a la edad de noventa y seis años en San Juan de Puertorico, pero actualmente sus restos reposan en el cementerio de Vendrell.
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