Era muy importante, entre los
soviets, la labor del director del Manicomio. En primer lugar su papel era de
Gran Inquisidor de una nueva fe, cuyo dios en forma de estatua colosal, presidía
todas las Plazas del Imperio. No era preciso quemar a nadie, que olía mal;
bastaba con quitar las rejas preventivas. Gritaban: ¡abajo las rejas y las cadenas,
viva la libertad!, para que los locos se tirasen por la ventana. Quince murieron
en dos años en aquel manicomio, cuando
en años de “fascismo”, lo hicieron seis en doce años. Sólo esto había ocurrido
hacía varios lustros, cuando los locos se subían a la higuera y cuando se
sentían maduros, se dejaban caer.
Es extraño que al Gran Derviche, que
no le gustaba el olor a muerto quemado, no le agradara tampoco la limpieza del
Hospital, pues la primera exclamación al llegar a él, fue la siguiente: ¡esto huele a monja, está demasiado limpio!. Parece
ser que a los modernos derviches de los hospitales de aquel Imperio, no les
gustaba la limpieza, pues proliferaban las ratas, los hongos, los virus y las
bacterias, que como las ventanas sin rejas mataban al personal, unas veces por
infieles y otras por ser inútiles. ¡Por qué coño!, la eutanasia había que
practicarla, aunque fuera con disimulo. A pesar del disimulo, alguien en alguna
asamblea, le hizo ver al Gran Derviche, que la mortalidad había subido de un
modo alarmante, pero el antiguo director explicó que los higos estaban maduros
y el actual, reuniendo a los enfermos, les explicó que la
muerte es natural. Pero los antiguos poetas, ya
decían: “Sólo le temo a la muerte, que la muerte es natural, sólo le
temo a la cuenta que a Dios le tengo que dar”, pero como el Gran Derviche no creía
en Dios, no le tenía que dar cuenta a nadie.
Si no le importaban las muertes,
que por otro lado, aportaban ahorros al “Pequeño Estado”, que permitían que él,
cobrase millones, ¿para qué quería Rayos X y Electroencefalogramas?, para nada.
Se los vendió a no sé que estado satélite, de su Imperio y él, como
administrador recibió un talón por importe de unas 20.000 pesetas( precio simbólico),
porque el precio real, ¿quién lo percibió?. Seguramente la “Suprema
Inteligencia” , porque los tontos ¿ para qué querrían saberlo?.
Así hizo con las monjas a las que
les prometió el terror de tal forma impuesto, que les dijo: las vais a pasar
tan mal, que el día que os diga ¡fuera!, vais a salir corriendo por la puerta.
Supongo que todavía quedan monjas
en esa tierra, porque en ésta, se van yendo no por la puerta de los conventos, sino por la de la muerte. En Huesca se han
cerrado el convento de la Carretera de Jaca, el de las Siervas y se han ido las
monjas de Santa Ana de Jaca y de Almudévar.
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