lunes, 10 de septiembre de 2012

Los dioses paganos con túnicas y los actuales con corbatas



De los dioses paganos que habitaban en las cumbres del Olimpo y gobernaban con mejor o peor fortuna a Grecia y a Roma, hemos pasado a los dioses ciudadanos, que habitan en las alturas de los rascacielos de Manhattan y gobiernan con tan mala fortuna el universo mundo.

Aquellos dioses adoptaban figuras humanas, como las tienen los nuevos dioses, pero de igual manera que aquellos llevaban túnicas, estos de ahora dicen que llevan sombrero de copa, aunque yo no he tenido la oportunidad de ver a ninguno de los dos tipos de divinidad. El dios Apolo, cuando se despojaba de sus vestiduras, era la admiración de diosas, dioses, ciudadanas y ciudadanos y los ricos herederos de ahora, cuando van a bañarse con su figura apolínea, son también la admiración  de divas, de divos, de gachises y de tordos. La Afrodita griega, que se bañaba en las espumosas olas del mar Egeo, tenía su réplica en la Venus romana, que se sumergía en las templadas ondas del mar Tirreno.

Afrodita ante el espejo es un cuadro que inmortaliza a la diosa helena y la Venus de Milo es una escultura que representa a la diosa romana. Ambas diosas a una, debían estar para recreo de los dioses, según unos y según otros, para sublimar el amor a alturas poéticas.

Hay muchas réplicas modernas a esas diosas. Podría ser Brigitte, la francesa, equivalente a la griega, pero bañándose en la Costa Azul y podría ser Marilín,  la americana, la émula de la romana , pero nadando en Miami Beach.

Había templos en los que las sibilas interpretaban los oráculos. Fue famosa la Sibila Eritrea y nombrado el Oráculo de Delfos. Estas sibilas bellísimas, interpretaban los oráculos y las prometían muy felices a los que querían  conocer su porvenir, que cuanto más olor de rosa les era presentado, mejores exvotos colgaban en las paredes del templo. A consultar los oráculos iban desde los gobernantes, hasta los ciudadanos más humildes. Aquellos querían saber la marcha de sus empresas y el futuro de las ciudades y los humildes preguntaban por sus amores y por la suerte de los suyos.

Hoy los oráculos son las computadoras, que desde países distantes nos programan, algunas veces con éxito y otras, como decía la vieja: de lejanas tierras, lejanas mentiras.

A nivel personal,  muchos están programados por  los horóscopos de los periódicos, que tienen la ventaja de que, cada uno, los puede interpretar de forma que se vea triunfante en el amor, aunque sea cornudo y en las finanzas, aunque tenga letras aceptadas para todos los días que le restan de vida.

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