Monasterio de Casbas (Huesca) |
A mediados del siglo XVII,
aparece en España una inquietud por promover actos artísticos y culturales,
abundantes en certámenes poéticos, reuniones académicas y tertulias literarias
y en estos actos destaca la ciudad de Huesca en la que moraba un gran Mecenas,
a saber don Juan Vicencio de Lastanosa, que residía en un enorme Palacio, que
albergaba un museo y estaba rodeado de
jardines muy apropiados para celebrar en ellos obras de teatro pastoril y campesino
y en sus salas tenían lugar todas las manifestaciones del arte, de la
literatura y de la ciencia.
Entre los asiduos a tales actos
estaban don Manuel de Salinas, autor de una “Epístola” dirigida a doña Ana
Francisca Abarca de Bolea en los preliminares de su obra “Catorce vidas de
Santas de la orden del Cister”, Don Orencio de Lastanosa, hermano de don Juan
Vicencio el Mecenas ,el conde de Guimerá, erudito, historiador y anticuario, el
Marqués de Torres, padre de Ana Francisca, a saber Don Martín y después Don
Luis Abarca de Bolea, segundo Marqués de Torres, sobrino de Doña Ana Francisca
Abarca de Bolea ,Don Francisco Ximénez de Urrea, de la rama de los Aranda,
nacido en Epila, uno de los mejores eruditos de su tiempo, el cronista de
Aragón don Juan Francisco Andrés de Ustarroz y otros más, destacando la figura
más sobresaliente del grupo, a saber el padre Baltasar Gracián, a partir del
año 1636 en que fue destinado al Colegio de la Compañía de Jesús de Huesca. Y
copiando con exactitud a María Angeles Campo, por cuyas obras me oriento, he
tomado lo que escribió en su libro Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, en sus
páginas 66 y 67, que dice así: “La monja de Casbas, doña Ana Francisca, a pesar
de su estado religioso y de la censura monástica, puede decirse que forma parte
integrante del selecto grupo de Lastanosa, ya que, como vemos, se encuentra muy
vinculada a varios de sus miembros por medio de la correspondencia, de las
visitas que le hacen sus amigos, de las estancias veraniegas en el Castillo de Siétamo,
a donde ellos acudían y de alguna visita personal a Zaragoza y Huesca”.
Baltasar Gracian |
Baltasar Gracián, publica en
Huesca en 1648 su obra “Agudeza y arte de ingenio” y en el Discurso XXXI dice
sobre la actividad de ”…la muy noble e ilustre señora doña Ana de Bolea,
religiosa bernarda en el Real Monasterio de Casbas, en Aragón, tía del Marqués
de Torres, que compitió con nobleza y
virtud y con su raro ingenio, heredado del insigne y erudito don Martín
de Bolea, su padre, cuyas poesías han sido siempre aplaudidas y estimadas”.
Además “testifica, que en 1648
era ya autora de muchos y elegantes poemas”.
Siempre ha habido en la Historia
mujeres que han destacado, como Ana de Bolea por sus cualidades literarias,
pero no participaban más, porque no recibían enseñanza las mujeres y si ésta de
que hablamos no se hubiera autoeducado, no hubiera pasado a la posteridad, pero
no fue sólo ella la mujer que se distinguió, pues en el año 1650, promovió don
Luis Abarca de Bolea y Castro Fernández de Híjar, Marqués de Torres, Conde de
las Almunias, Barón de Clamosa, Barón de Siétamo y Rodellar, Barón de Pui de
Cinca y Señor de la Villa de Maella, Caballero del Hábito de Santiago, la
“Palestra numerosa austriaca” en la victoriosa ciudad de Huesca, al augustísimo
consorcio de los Católicos Reyes de España don Felipe el Grande y Doña
María-Ana la Inclita.
Y en dicha “Palestra numerosa
austriaca” se presentaron quince mujeres, lo que causó sensación en los Jueces
y así, su secretario escribió: "…y hasta las Señoras mujeres, permitiendo
treguas a las almohadillas, renovaron lo celebrado de las Sibilas, dando que
alabar a todos, y que envidiar a muchos; desmintiendo este día la poca
satisfacción del numen, pues fueron tantas las que con tanto acierto se
adoptaron hijas de Minerva, que empataron casi sus versos a los de los
varones”.
Esta anécdota es un aviso a la
humanidad de la igualdad de la mujer y el hombre, como la podemos contemplar el
día de hoy, en que las mujeres igualan en sus estudios a los hombres y se
ocupan no sólo de poesía, sino de política, de artes, de ciencias y de trabajo.
Doña Ana presentó en esta
ocasión, una poesía del tema de la Purificación de la Virgen y consiguió el
segundo premio, pero ella no se quedó satisfecha, como demuestra en su obra
“Vigilia y Octavario de San Juan Baptista”, cuando escribe “Todos alabaron el
buen gusto de Mileno, y dijeron que la autora de las octavas, no sólo merecía
el segundo premio, que le dieron, sino muy de justicia el primero.
Esta queja, ¿no revela tal vez,
una especie de protesta contra la opresión de la mujer?, porque Ana Francisca no fue vanidosa
personalmente.
Fue la monja de Casbas una mujer atenta a los
acontecimientos de la Monarquía española y usó con facilidad y soltura el
estilo barroco de la época en los panegíricos y en los poemas dedicados a
ensalzar a los miembros de la realeza, pero llama la atención su forma de ser
personal, con un enorme amor a lo aragonés, a su tierra, como si quisiera
alejarse de la poesía elitista y aristocrática, inspirada en acontecimientos
solemnes dentro de la oficialidad. Y así podemos ver, por su aragonesismo, al
que ella era tan sensible, desde el
Corpus en Zaragoza y los paisajes del Moncayo, al que todavía hoy día
contemplamos desde el pueblo de Siétamo, hasta la belleza en aquellos tiempos del Castillo-Palacio de Montearagón y del Monasterio de San Victorián, santo tan
antiguo en el Alto-Aragón. Relata también el recuerdo y frecuentes visitas a
su, como dice “mi casa y castillo” de Siétamo y escribe la poesía a la fuente
de su convento de Casbas, que les disputan algunos vecinos y el recuerdo de la
Sierra de Guara, de la que también parece una profetisa de su actual
contemplación por turistas y no puede olvidar a los santos Lorenzo, Orencio,
Victorián y San Urbez. La defensa de la fuente del convento, es un preludio de
la defensa actual de los riegos de todo Aragón.
Angelines Campo consiguió el título de Doctora
en Filosofía y Letras con la tesis que tituló “Edición y Estudio de la Vigilia
y Octavario de San Juan Baptista de Ana Francisca de Bolea” y parece que ahora le van a publicar otro tomo
más de su Tesis Doctoral.
Al acabar el libro “Doña Ana
Francisca Abarca de Bolea”, Angelines Campo se expresa así: “Confío en que la
presente publicación contribuya al conocimiento de una de esas personalidades,
tan abundantes en el Barroco, que, aún sin disfrutar de los honores de un
primer plano histórico, deberían ser tenidas en cuenta para la más amplia
comprensión del panorama literario de una época, en este caso del movimiento
barroco aragonés y, más concretamente, de la actividad intelectual y artística
desarrollada en torno al prócer oscense don Vicencio Juan de Lastanosa, en cuyo
círculo era respetada y apreciada, no sólo por el prestigio de su familia, sino
también por sus méritos personales, doña Ana Francisca de Bolea”.
Don Manuel Albar en su obra
“Estudios sobre el Octavario” de doña Ana Francisca Abarca de Bolea, publicado
por el Archivo de Filología aragonesa en 1945,coincide en sus juicios sobre el
estilo o estilos de Ana Francisca de Bolea y dice: ”La Vigilia y Octavario de
San Juan Butista(1679) ofrece junto a un barroquismo rebuscado, la nota curiosa
y típica de recoger en una obra de tendencia culta, el sabor agreste y popular
de unas poesías dialectales”. Dice Angelines Campo en las Conclusiones Finales
de su Tesis Doctoral, lo siguiente: “para determinar la adscripción genérica de
la Vigilia y Octavario de San Juan Baptista, debemos decir que presenta la
estructura de una miscelánea, compuesta por abundantes materiales literarios en
prosa y verso, enmarcados en un ligero
argumento pastoril de clara orientación religiosa, y en cuyo transcurso se
suceden variadas situaciones de carácter académico”. Alvar dice que es esta
obra una mezcla de novela pastoril sacra, propia de una monja con sucesos
artificiales, en que participan los pastores y pastoras, que se reúnen durante
ocho días para preparar la fiesta del Santo y lo hacen contando novelas,
declamando versos, improvisando actos y palabras de ingenio y acaba todo, con
mucha felicidad, celebrándose al fin tres bodas.
Representación novela Pastoril |
Existían dos modelos, principalmente en el
Barroco, a saber el del cordobés Góngora y el de los Argensola, aragoneses y
dice Albar: “En los gongoristas abundancia verbal, riqueza expresiva,
colorismo-que sólo se da esporádicamente en los aragoneses-y en los
argensolistas, un carácter armonioso y admonitivo”. El gongorismo arrastró a
los autores prosistas oradores y poetas, entre ellos a Ana María Francisca Abarca de Bolea, dando
colorido a sus escritos, dando riqueza a sus modos de expresión y los lanzaba a
una abundancia verbal o de palabras. Angelines escribe que el bucolismo y la
intención recopiladora justifican las definiciones de Alvar sobre la obra de
Doña Ana, como”fusión de novela pastoril sacra y de misceláneas a lo
Cigarrales”.
Como he dicho Alvar coincide con
Angelines Campo al decir que el barroquismo de Ana Francisca no es exagerado
aunque lo califica de rebuscado, sino que está dotado de una gentil
grandilocuencia, con “cuatro o cinco tópicos adquiridos en Dios sabe que devocionarios”. Le pasaba a Ana
Francisca como a todos los aragoneses,”que su barroquismo no era exaltado”.
En el siglo XVII surge la novela
pastoril, de la que María Angeles Campo, en su Tesis Doctoral, hace que salgan
las palabras de Aurora Egido, que dicen: “su invención se asienta en la
movilidad de la égloga que les permite en cada
una de ellas el uso de la prosa y el verso, o la inclusión de
narraciones, descripciones, cartas y diálogos dramáticos”.
Don Ricardo del Arco Garay en la
página 78 de su libro “La erudición aragonesa en el siglo XVII”, escribe:
"A las tertulias lastanosianas acudiría más de una vez Gracián; y a
ello, sin duda, alude en su Criticón (III, 12), al decir: ”No hay rato
más entretenido ni más aprovechado que el de un “bel parlar” entre tres o
cuatro. Recrease el oído con la suave música, los ojos con las cosas hermosas, el olfato con las
flores, el gusto en un convite; pero el entendimiento con la erudita y discreta
conversación entre tres o cuatro amigos entendidos, y no más; porque en pasando
de ahí es bulla y confusión; de modo que es la dulce conversación banquete del
entendimiento, manjar del alma, desahogo del corazón, logro del saber, vida de
la amistad y empleo mayor del hombre”. Esta afirmación demuestra que la unión
de literatos que rodeaba a Lastanosa no era un ente oficial. sino un club de
amigos.
Y es en esta época de la novela
pastoril y campesina, cuando se cuidan los jardines para en ellos representar y
leer y juzgar y meditar sobre la poesía, la santidad, la tragedia y los
misterios de la Naturaleza.
Salió a la luz la “Vigilia y
Octavario de San Juan Baptista” el año 1679, siendo la “única obra de ficción
escrita por Doña Ana Francisca Abarca de Bolea…que guardó inédita durante mucho
tiempo”. En la portada de su obra informa que “la escribió en su nunca ociosa
juventud”.
Ella era humilde y tenía miedo de
que su obra no le diera una digna categoría de escritora y en la dedicatoria
“a Don Pedro Abarca de Bolea se insiste
en esta lejanía temporal”, entre su escritura y su publicación, como se
demuestra en estas líneas : …un libro manuscrito que años pasados escribió…que
la modestia de esas señoras quiere ocultar tanto tesoro aprisionándolo en el
retiro de su primera formación…”
Don Vicente de Alambra “recordando
que su padre (el editor) recibió el manuscrito el día de Resurrección”,
escribe: “Este libro sepultado-muchos años ha tenido-el sepulcro del olvido-mas
hoy ha resucitado”.
El Instituto de Estudios
altoaragoneses publicó no hace mucho tiempo un libro de Actas del I y II curso
en torno a Lástanosa, titulado “La cultura del Barroco y los jardines” y en él
se lee en el Acta escrita por José Enrique Laplana Gil, de la Universidad de
Zaragoza, como existe otra línea de investigación, ”que muestra cómo también en
la prosa novelística se produjo en el Barroco la sustitución progresiva, lenta
pero inexorable de lo pastoril por lo cortesano, en la que el pastor, ubicado
en el centro de un paisaje natural, aunque arquetípico, cede su puesto al
cortesano paseante, y casi nunca jardinero, que atraviesa las calles, cuadros,
grutas, laberintos, fuentes y estanques de un paisaje recreado por el artificio
humano", porque como dice Fray
Alonso Remón "pasear por los jardines es recreación propia de príncipes y
poderosos”.
Don Ricardo del Arco en su obra
“La erudición aragonesa en el siglo XVII”, en torno a Lastanosa escribía sobre
“el laberinto creado por Ana Abarca de Bolea en su Vigilia”, que se encontraba
en un hermoso jardín situado en las laderas del Moncayo… y el laberinto que
tenía Lastanosa, en sus maravillosos jardines”.
Es curioso observar la similitud
que existía entre estos laberintos, uno el que ideó Ana Francisca y otro el que
tenía el Señor Lastanosa, con el que descubrí en el mes de Octubre del año
2002, que se encuentra en Madrid en un jardín del siglo XVII de los Duques de
Osuna y que se llama El Capricho, que se
encuentra cerca del aeropuerto de Barajas, que me ha dejado alucinado y me ha
hecho recordar los jardines que tenían en Huesca, Don Antonio Abarca de Serué,
padre de Francisca Abarca Vilanova, sobrina de Ana Francisca y también monja en
Casbas, que fue la que hizo publicar, años más tarde la obra “Vigilia y
Octavario de San Juan Baptista”. Angelines Campo en su obra Doña Ana Francisca
Abarca de Bolea, en la página 112, se expresa: “Quedan ya muy lejanos los
tiempos en que Doña Ana en la Vigilia y Octavario de San Juan Baptista mostraba
su entusiasmo por las maravillas que albergaba la mansión oscense de este su
sobrino don Antonio, que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y
tutora de su hija pequeña, Doña María Victoria”. Estos jardines que tenía en
Huesca Don Francisco Abarca y Vilanova, se encontraban en la confluencia de las
calles Costa y la de los Salesianos, donde acaba el Coso Alto. Allí se encuentra la Casa del Barco y en ella
y la siguiente casa de la calle Costa y tal vez también en el recreo de los
Salesianos, encontró el señor Eliseo
Carrera en los restos de un jardín, el
escudo de los Abarca, con fecha 1622 y que conserva en su chalet. El jardín estaba pues, cercano a
su casa de la casa Sancho Abarca.
Jardin "El Capricho" (Madrid) |
El jardín “El Capricho” de Madrid
tiene unos seis mil metros cuadrados de extensión, está rodeado por una pared,
es posesión del Ayuntamiento de Madrid y se abre los fines de semana. Al entrar
en él, se encuentra uno con un espacio como el ruedo de una plaza de toros,
donde se divertían con toros y vaquillas, subidos los espectadores nobles en
sus carrozas y en carros los campesinos
y pastores, que además de torear los toros o vaquillas, se refugiaban en ellos.
En el Octavario de Ana Abarca de
Bolea, celebraban corridas de toros, en las que lanceaban algunos señores a
caballo y ayudados por los pastores y campesinos.
Ha pasado la vida de Ana María
Abarca de Bolea, pero gusta recordar detalles de ese tiempo pasado, como el
encuentro del escudo de su pariente Don Francisco Abarca y Vilanova y
contemplar en la Catedral de Huesca la capilla de los hermanos Lastanosa, que
se encuentra al entrar en ella y que está cerrada por una reja. No se puede observar muy bien, por falta de luz en los días
corrientes y por la vejez de las pinturas que suben hasta la cúpula (1645-48) de dicha capilla,
presidida por la imagen de los Santos Orencio y Paciencia(Giusepe Martínez)
y debajo de ella se encuentran
enterrados los mecenas oscenses, con dos estatuas orantes de alabastro, a saber
Juan Orencio, canónigo y Juan Vicencio de Lastanosa. Ya no queda nada de aquel
palacio y de aquellos jardines, pero la Catedral de Huesca guarda la Capilla y
la Cripta, que nos recuerda sus vidas, sus obras y su muerte. Hace unos días,
en este mes de Diciembre del actual año de 2002, el Ingeniero Forestal Don
Angel Claver me preguntó por el paso de los Lastanosa, a lo que yo creí que se
trataba de algún paso de la procesión de Semana Santa, pero no se trataba de
eso, sino de un pasaje subterráneo que algunos oscenses creían que existía
entre dicha capilla y la Casa-Palacio de los Lastanosa, que se encontraba por la actual farmacia de Mingarro. No me extrañó porque también
contaban que en Santo Tomás, antigua residencia en Huesca de los Abades de
Monte Aragón, se encontraba otro pasaje,
que conducía al Monasterio. Me decía Don Angel que en la Guerra Civil, estaba
la actual puerta de hierro abierta y entonces se introdujo por ella, sin pedir
permiso a nadie, porque tal vez estuviera abierta para acoger a alguno que
oyendo bombardear, quisiera introducirse en la Cripta o porque tal vez entonces
el descuido imperaba ,lo mismo en los centros oficiales que en los religiosos;
además el muchacho era entonces valiente y curioso.
Al entrar lo primero que vio fue
la cripta, donde estaban enterrados los Mecenas oscenses, uno el Señor de
Lastanosa y otro su hermano el Canónigo y adornadas sus tumbas, como he dicho,
por dos figuras orantes, pero él de lo que se acuerda es de una enorme estatua,
que, siendo niño y estando casi a
obscuras, le pareció gigantesca, a modo de una aparición blanca, que le dio la
impresión de que se tratara de un monje
o de un obispo. La impresión que le produjo esta visión, añadida al estado
ruinoso de lo que él creía pasadizo, lo alarmó y le hizo desistir de continuar
investigándolo. Este relato contado por Don Angel después de sesenta y seis
años es un tanto borroso.
También me llamó la atención la protección a las artes y a las letras en la
ciudad de Huesca de los marqueses de Torres, pero fue la Doctora María Angeles Campo la que me hizo leer sus vidas, cuando
me regaló su tesis doctoral sobre Doña Ana Abarca de Bolea Mur y Castro, de
dicha familia, cuyos descendientes heredaron el título de Condes de Aranda y
que tenían su principal residencia en el Castillo –Palacio de Siétamo. Tengo un
gran recuerdo de este Palacio, pues pertenecía a mi padre y escribió sobre mi abuelo,
Ramón J. Sender, haciendo una descripción de él, a saber de Manuel Almudévar
Vallés, y tal Palacio fue destruido por unos y por otros en la Guerra Civil del
año 1936.
Con esta advertencia de que mis
escasos conocimientos, vienen principalmente de la Doctora María Angeles Campo, reconozco que con la lectura de sus
obras y la asistencia a sus conferencias, el público de Huesca, quedaría
satisfecho y enterado de la vida y obras literarias de Doña Ana Abarca de Bolea,
en las que hacen notar los cambios, que era necesario traer a esta sociedad.
Fue Doña Ana, monja de Casbas,
una mujer muy ligada a la Monarquía española, pues en el Altar de la Virgen,
que trasladó al lado del altar Mayor, está pintado, según me parece, el Rey de
España Don Felipe IV; además el Monasterio de Casbas tiene el título de Real y
ella misma, en los panegíricos y en los poemas dedicados a exaltar la gloria de
los miembros de la realeza, escribe en estilo barroco aragonés es decir nada
confuso, mostrando al mismo tiempo su forma de ser personal, con un enorme amor
a lo aragonés, a sus gentes (en el Octavario) a su tierra, ”como si quisiera
alejarse de la poesía elitista y aristocrática, inspirada en acontecimientos
solemnes dentro de la oficialidad”.
Como he escrito, estuvo Doña Ana Francisca
muy ligada a la Monarquía española, que en el siglo XVI, había hecho de España
un Imperio y mantenía la unidad del País, pero en 1598, cuando tomó la Corona
Felipe III, España empezó a decaer, de tal modo que Quevedo en 1639 en sus
Migajas sentenciosas, escribió, viendo “el sentimiento de fatalismo y de
aflicción que envolvía a la sociedad española del Seiscientos”, lo siguiente “Primero nos faltarán más
lágrimas que causas de llorar”. El año 1700,al morir sin heredero Carlos II, se
había convertido el Imperio español en el botín del despojo de los europeos,
que hicieron perder en 1713,por el Tratado de Utrecht, Italia y Flandes. La
familia de Doña Ana había siempre luchado con los soldados españoles y seguiría
haciéndolo su sobrino Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, años más tarde. Ella
esperaba que se regenerara la Monarquía, para que España fuera un País
próspero.
Pico Moncayo(Zaragoza) |
Llama la atención el aragonesismo
que identifica de un modo real a Doña Ana con el ambiente aragonés que impregna
su obra “La Vigilia y el Octavario de San Juan Baptista”. En primer lugar elige
el paraje donde tiene lugar esta novela religiosa, que describe haciendo notar
que se dan las “impresiones señoriales (de) un magnífico paisaje montañoso al comienzo de la estación
estival” y este paraje es el del Moncayo, en los límites de Aragón con Castilla
y donde no muy distantes se encuentran las ermitas de San Juan Bautista y la de
Nuestra Señora. Y no puede dejar separadas esta zona del Moncayo y la de la
Sierra de Guara, debajo de la cual se encuentra el Monasterio de Casbas, en el
que Doña Ana entró ya, a sus tres años y es lo que hace cuando la zagala
Marica, se pone a cantar el “Romance de Guara”, que entre otras cosas dice que
esta Sierra “se divisaba desde Moncayo con capirote de nieve”. Y la misma
Marica canta “a una fuentecilla que unos pocos días sacaron en un convento de
monjas, donde ella tenía una amiga que fue compositora del romance”. Además de
ser una mujer que predicaba las necesidades de Aragón, como en este caso el
problema del agua, se identifica con él ,comparando a la fuente “consigo misma
en una clara referencia biográfica”.
La obra “La Vigilia y Octavario
de San Juan Baptista” pertenece a la literatura pastoril, en la cual, se
esconden como si fueran pastores y campesinos, hasta los más refinados
cortesanos haciendo ver el “decoro y la verosimilitud del estado pastoril”. El
contraste entre el comportamiento de los cortesanos y el rústico de los
pastores lo pone Doña Ana en evidencia, en la Corrida de toros que se celebra
en el Moncayo, como una más de las fiestas, que se celebran para honrar a San
Juan Baptista. Aquí se ve la diferencia que se daba entre los caballeros, que
en la fiesta de los toros han tenido como herederos a los actuales rejoneadores
y los pastores a los toreros de a pié. A
ambos, los asistentes a los toros en el Moncayo, les manifestaron su
“admiración por la bizarría de los pastores”, ya que todos, los cortesanos y
los rústicos iban vestidos de pastores. Ahora ya no hay diferencia social entre
una y otra clase de toreros.
Aquella obra la realizaban “siete
galanes, siete damas, una niña, un padre anciano, dos graciosos y una graciosa.
Es decir, que en esta novela figuran varios de los personajes-tipo de la
comedia del siglo XVII, si bien traspuestas al ámbito pastoril”.
En “El Octavario y vigilia de San
Juan Baptista, trata Doña Ana el tema amoroso, teniendo cuidado de no
entrometerse demasiado en él, por no salirse del ambiente ético y acabando
todos en boda, aunque dicha boda no se celebra en el Moncayo, sino una vez
terminada la novela.
Y casa a los nobles con muchachas
de familias pastoriles, como si quisiera igualar a las clases sociales, según
un sentido muy cristiano Y busca, para ello a cortesanos, que son parientes
suyos, como a Don Luis Abarca, capitán de corazas y a Don Juan de Castro,”tan calificado como
de aventajado caballero”. Se declara pariente de ellos, por ejemplo cuando
dice, que don Juan de Castro recita unas décimas “que compuso una monja deuda
suya”.
Esas bodas vienen a reforzar la teoría
de Doña Ana, que expone en su obra: “El fin bueno en mal principio”. En esta
obra, recitada por Gerardo explica que dos caballeros, de no tan buena
conciencia como Castán y Abarca, a saber el milanés Lisardo y don Fulgencio de
Sylva, nacido en Lisboa, cortejaban en Salamanca con las primas Doña Francisca
y Doña Clara Pimentel, de tal modo que esta última pareja concertó su boda.
Trataban de conquistarlas, no con hechos de armas sino con los esfuerzos de su
ingenio. Schevill y Bonilla, apoyan a Doña Ana, diciendo que los “crímenes y
maldades quedan siempre borrados por el perdón y el arrepentimiento: las
manchas del honor se limpian con el casamiento”.
Parece llamarle la atención a
Doña María Angeles Campo, que a Doña Ana Francisca Abarca de Bolea no le
repugnara que hubiera gentes con la posesión de bienes materiales, pues dice
con motivo de la financiación del “Octavario y Vigilia de San Juan Baptista”: ”Para celebrar las
fiestas de Juan se unían gustosos desde el opulento ganadero hasta el menos crecido
rabadán”. El dinero ha sido y es necesario, pues en aquellos tiempos se creaban
amparos para los necesitados, pero no lograban que en ellos estuvieran sanos y
bien alimentados, como ocurre ahora, en que hay más abundancia de dinero y hay
una inquietud social entre los ciudadanos. La misma Doña Ana hace ver, ”cómo se unían gustosos desde el
opulento ganadero hasta el menos crecido repatán”. Ahora se habla de la
diferencia entre los que poseen el dinero, llamando a unos capitalistas y a
otros proletarios, pero en Aragón, entonces y hasta hace muy poco tiempo los
llamaban ricos y pobres. Entonces si un pobre conseguía unas buenas abarcas era
un hombre feliz y si un rico tenía mala cosecha y no podía pagar, le embargaban
todo y quedaba pobre.
El dinero era escaso y en el
mismo Monasterio, donde ella fue abadesa Mitrada, se llegaron a pasar períodos
de pobreza.
Doña Ana estaba preocupada por el
entretenimiento del pueblo y componía narraciones, pues “en esas largas veladas
campesinas”, de las que habla Chevalier, había que entretenerse y pasar el
tiempo”y lo lograba, porque entonces no había cines, ni televisión ,escasos
libros, porque la gente sencilla no sabía leer; no había vehículos con motor
para viajar y hacer turismo, etc., etc. Y, para ello estaban preparados, en el
consejo pastoril, unas veces caballeros de ese
marco pastoril, como el canónigo
Salinas de Huesca, amigo de doña Ana y el caballero Don Juan de Castro, y otras
auténticos pastores o campesinos,”quienes muestran todo el encanto y espontaneidad
del cuento oral”,”en reuniones de apacible entretenimiento para el donaire y
agudeza de sus dichos”.
Estos fenómenos explican la
evolución social, que pretende Doña Ana Francisca, es decir que el hombre no
sea cortesano o pastor, sino que todos sean hombres.
El cuentecillo que introduce en
El Octavario, es sencillo, es como una distracción de la gente, con lo que se
divierte, escuchando a un personaje ,que lo único que pretende es divertir al
oyente. Esta lectura de cuentecilos se daba en el siglo XVII, que existía para
desenvolver las cualidades de la inteligencia, cuando los hombres del
Renacimiento “se aficionaban a todo lo que es arte popular y espontáneo”.
El problema del latín lo tratan
Doña Ana Francisca y el escritor Don Braulio Foz, que hace hablar a Pedro Saputo, protagonista de su
novela y comenta a “unas monjas entretenidas en rezar latines, que así no los
entienden como que se quedó vivo o
muerto Fray Toribio”. La historiadora cisterciense Regina Vidal da la opinión,
que dice: ”Cierto que la experiencia de la oración litúrgica exige una
preparación cultural y una inteligencia de la lengua que se celebra, pero las
monjas iletradas que no poseían el latín, no dejaban de ser semillas al
embeleso emanado de la liturgia del que brotaba una fuente de gracia con sus
cantos y esplendor. Tampoco el desconocimiento de unos textos latinos repetidos
sin cesar podía ser absoluto”.
Ante ese no entender el latín por
parte del pueblo, la Iglesia ha hecho
que hace unos años, se celebrase la misa y se leyesen las Escrituras en la
lengua hablada por la gente, lo que no impide escuchar y cantar de vez en
cuando, cantos sagrados en latín que como dice Regina Vidal, no dejan”de ser
semillas al embeleso emanado de la liturgia, que son una fuente de gracia y esplendor”.
¡Cómo sentía Doña Ana estos
inconvenientes del latín!, pues lo expresa en el prólogo de la Vigilia y
Octavario, que entendía la latinidad como si ex profeso la hubiera estudiado” y
denunció por medio de estos cuentecillos
la incultura de muchos religiosos de su época, cuando, en contraste con
la situación medieval, señalada por Regina Vidal Celma, en el Cister es un
hecho la desigualdad de instrucción entre los monjes y las monjas,
desequilibrio consumado tras un largo proceso de diferenciación que comienza en
el siglo XIII”.
Don Antonio de Cáceres, Obispo de
Astorga, escribió Paráfrasis a los Salmos de David y dice Angelines Campo que,
probablemente, Doña Ana la había leído. El Señor obispo decía así: ”Y decíame
esta religiosa un día, que uno de los mayores desconsuelos que sentía su
espíritu en el continuo exercicio del coro, era decir y cantar siempre lo mismo
sin entendello más un día que otro, y que tenía grande invidia a los
religiosos, pareciéndole que de esta necesidad habían de medrar mucho en la
devoción y en el espíritu, pues entiende lo que cantan, y saben de la manera
que han de reverenciar y alabar a Dios en el coro y fuera de él…”
Hace una alusión a Anarda, hermosa pastora ,que “canta un romance, que
una monja, deuda suya, compuso y cantó el día de Reyes en una misa nueva”. ¿No
se identifica Doña Ana con Anarda, como si viviera la novela su propia
persona?. En el retablo, que con su sobrina Francisca Abarca, crearon en la
iglesia del Monasterio, hay una señora, que parece no ir vestida de monja y al
parecer, con una pluma en su mano izquierda, con la que tal vez escribiera su
obra; tal vez sea Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, porque está colocada al
lado de San Francisco y de Santa Ana. Hay que tener en cuenta que Doña Ana no
hizo los votos hasta los veintitantos años de edad. Su sobrina Doña Francisca
Abarca de Vilanova pronunció sus votos a los dieciocho años y puede ser la que
aparece junto a San Bernardo el Pequeño. Esta Doña Francisca Bernarda pudiera
ser Velada “de lindo garbo y gran música de arpa”, por ser monja bernarda y estar posiblemente al lado de San
Bernardo, el moro convertido al escuchar el canto litúrgico en un convento, al
que Doña Ana le dedica una de sus poesías. San Francisco ya está al lado de
Doña Ana Francisca.
Ecudo de los Abarca |
Entre los restos del jardín de don Antonio
Abarca y Vilanova de Serué, encontró don Eliseo Carrera, la piedra con el escudo de los Abarca. Se
ha hablado, en Huesca, sobre el escudo con las dos abarcas, que existía en la
casa Abarca de la Calle de Sancho Abarca y Don Federico Balaguer me dijo que se
lo había llevado a la provincia de Teruel, un pariente de la familia, que ya no
conservaba el apellido, pero ahora nos encontramos con un escudo del mismo
apellido y del mismo dueño, es decir el del famoso jardín de Don Antonio Abarca
y Vilanova de Serué y de otros lugares de nuestra provincia. Este escudo está
esculpido en una piedra especial, no está labrado en piedra arenisca y se
conserva como si estuviera recién hecho. No está tallado sólo en una cara para
colocarlo en una pared, sino que tiene cuatro caras, como para ponerlo sobre
una columna, en una entrada de palacio o en un jardín.
El escudo tiene la fecha de 1662
y en 1679, el mismo año en que se publicó la obra de Ana Francisca de Bolea,
”Vigilia y Octavario de San Juan Bautista “, murió Don Antonio Abarca y
Vilanova o de Vilanova, padre de Doña Francisca Bernarda Abarca de Vilanova,
que promovió la publicación del Octavario y que el año 1683 colaboró con su tía
Doña Ana en la construcción del retablo de la Virgen de la Gloria.
Existía una gran colaboración
entre ambas Abarcas, como dice Angelines Campo en su vida de Doña Ana Francisca
Abarca de Bolea, en la página 112 : ” Quedan ya muy lejanos los tiempos en que
doña Ana en la “Vigilia y octavario de San Juan Bautista” mostraba su
entusiasmo por las maravillas que albergaba la mansión oscense de este su
sobrino don Antonio, que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y
tutora de su hija pequeña, doña María
Victoria”.
Doña Ana Francisca en su “Vigilia
y Octavario de San Juan Bautista”, crea literariamente un jardín en el Moncayo,
presidido por la ermita de San Juan, cerca del río Quiles y para ayudarse en
ello, recuerda los de Lastanosa y según
Laplana Gil “tenemos noticias más o menos directas sobre la casa de recreo de
Gaspar Galcerán de Castro (pariente de los Abarca de Bolea), conde de Guimerá “
y piensa “sobre los jardines oscenses de Don Antonio Abarca (como recuerda doña
Ana Abarca en su Octavario). Se acordó
de la Torre de los hermanos Argensola en Monzalbarba y de la casa de recreo “de don Juan de
Moncayo, quien la recuerda en su correspondencia con Ustarroz”.
De este tema escribe el señor
Laplana, en el mismo libro, lo siguiente: “ como lo cortesano se superpone a
las convenciones del género pastoril en la obra de doña Ana Abarca, ya que
estas obras también son reflejo indirecto
de la afición que tuvieron por la jardinería práctica algunos destacados
aristócratas aragoneses inclinados a las letras”. (Socialización de lo pastoril
y socialización de lo cortesano)
En los jardines se representaba a
los dioses paganos, a los santos cristianos, a arquitecturas pasajeras,
adornadas por vegetales y que consisten unas veces en edificios clásicos, otras
en ermitas o en viviendas de pastores o de rústicos labradores, que como seres
en contacto directo con la Naturaleza, representaban obras teatrales, como el
Octavario de Doña Ana Abarca y que con el Barroco, van cediendo el paso a los nobles, que pasean
por las avenidas, los laberintos de Lastanosa o de los Duques de Osuna, que yo
contemplé en Madrid o navegan por el canal al estanque, en góndolas o en falúas
ya en Huesca o en el parque del Capricho de Madrid. Doña Ana escribió no sólo
en castellano, sino que hizo hablar a los pastores en “Fabla “aragonesa, por ejemplo en la Albada al Nacimiento, en el
Bayle pastoril al Nacimiento y en el Romance a la procesión del Corpus; y esta
vez en Zaragoza, capital de Aragón, donde a algunos todavía les parece extraña
la “fabla”.
Y sobre la fiesta de los toros,
escribe Doña Ana lo que ocurrió en el Moncayo, como ocurría en el Capricho de
los Duques de Osuna, donde en su entrada hay una especie de ruedo, donde se
daban las corridas de astados: ”Echo por los devotos pastores reverente
obsequio a la Emperatriz Soberana, se fueron acomodando los jueces en tres
iguales sillas que había mandado poner Lauro en otro tablado o balcón muy
entoldado…no quedaron ventanas, desvanes ni tejados que no los ocupara
diversidad de gente, así aventureros como curiosos (que estos pocas veces
faltan), y… tocando los clarines, se
dio principio a la corrida. Salió un
bruto negro en el color, pasmo en la fiereza, que ocasionara terror a quien, menos
animoso que los pastores, le envistiera”. Y aquí vemos como Doña Ana se acuerda
de las mujeres y las hace participar en todas las fiestas que se celebran en el
jardín del Moncayo, ya que “Añada porque tan caballerosa acción no quedara sin
premio, le dio un pañuelo con ricas puntas de Flandes, para limpiarse el sudor
que el extraordinario ejercicio le había ocasionado”.
Pero, después de los pastores,
que hoy equivaldrían a los toreros de a pié, salieron dos caballeros, a saber
“Don Juan de Castro el uno, caballero aragonés” y el otro de los que dice la
autora: ”Hizo grandes suertes Don Luis Abarca, caballero aragonés”. Estos, hoy
en día equivalen en el toreo a los rejoneadores.
¡Cómo nos hace recordar Doña Ana
“los deliciosos jardines, burladores” (conducto oculto de agua que, a voluntad
del que lo dirige, la esparce fuera para mojar a los que se acercan
incautamente”)y artificiosos surtidores y huertas de Don Antonio Abarca(hijo de
Sancho Abarca y de doña Victoria de Villanova, hermano de la monja de Casbas
Doña Francisca Bernarda y padre de D. Tomás Abarca) y Don Vicencio Lastanosa ¡.
Compara “aquel día a otros que había tenido en la ciudad de Huesca en las casas
de dos caballeros, cuyas huertas, jardines y surtidores, podían competir con
los prensiles, tan celebrados de la antigüedad”. Se acuerda Doña Ana de todas las personas y
cosas de Aragón, dedicándole versos a San Urbez. Guara y los estanques de los
jardines le hacen hablar de la sequía, ya que en la página 144 de su Tesis
Doctoral, escribe Angelines Campo: “A ocasión de la vecindad de la transparente
laguna, tuvieron los mayorales largas conclusiones de lo importante que es a la
vida humana el cristalino elemento y cuán dañosa es su falta. Tocaron en las
prodigiosas aguas que anegaron la vana confianza de los egipcios en la
rígida del general diluvio, y no menos,
en la estéril sequedad que en treinta y seis años padeció la afligida España,
no hallándose en ella otro verdor que el que en algún profundo seno conservaba
el agostado Ibero (Berro) o en alguna gruta de los empinados Pirineos”.
Entre los amigos de Lastanosa y
de Doña Ana Abarca de Bolea se encontraba Baltasar Gracián, que no era amigo de
pasearse por los jardines y sin embargo piensa en el sentido interno, en la
esencia de su significado; es que Gracián está inclinado en otra forma por la
literatura aragonesa y Doña Ana, autoprofesora y discípula de tantos miembros
del equipo de Lastanosa, piensa como Gracián en el caso de la laguna o
estanque, que aparece en los jardines y quisiera aplicarle a la tierra el
beneficio de las aguas.
Don Ricardo del Arco escribe
sobre la desaparición de los jardines de Don Antonio Abarca y de Don Vicencio
Lastanosa, pero Doña Ana en su Vigilia el Laberinto dice que “los jardines, huertos y paisajes
que se descubren por los balcones” le hacen la ilusión de que los jardines
serán creados por y para el pueblo.
Como por ejemplo el de la torre o
casa de descanso de los Casaus, banqueros de Huesca, del siglo XIX, donde
existía un jardín con su cenador, sombreado por cedros, magnolios y arcos de
hierro, cubiertos de hiedra. Tenía también su laguna o piscina, acompañada por
una casita, con su estufa interior y revocada exteriormente por bellos
baldosines azules, que recordaban
paisajes franceses y de los que todavía se conserva alguno en Zaragoza. En dicho
jardín se recordaban, como en tantas casas de recreo modernas (cigarrales,
torres, quintas, jardines, huertas)“las calles, cuadros, cenadores, fuentes,
flores y pájaros”. Me acuerdo de los paseos, del cenador, de la piscina o
estanque, de las flores y de los pájaros, a los que mi tía Luisa, hermana de mi
padre, sorprendí escuchando y observando a una pareja de ruiseñores, que tenían
su nido entre la hiedra, que cubría la
pared que separaba el jardín de la carretera de Zaragoza. En la casa de
descanso o torre tenían entre otros cuadros, uno de un ciervo en un bosque, que
se completaba con un ciervo vivo, que tenían en un corral y que habían traído
de la Montaña.
Jardines de Babilonia |
A los jardines de Babilonia y Egipto, a los griegos y
romanos, a los de Vocación en el Decamerón, los enriquecieron otros, como los
jardines desérticos de los Carmelitas, los de la literatura pastoril y en otros
casos se usan los jardines, donde se representan obras dramáticas, poemas y
toda clase de novelas, sobre todo amorosas, pero a todos estos jardines, unas
veces de los frailes conventuales, otras de los paganos, en ocasiones de los
pastores y de los rústicos campesinos, más tarde de los caballeros, más o menos
relacionados con las letras, pero les siguieron más tarde, según el Fraile Alonso Ramón, que dijo en una ocasión”:
pasear por los jardines es recreación propia de príncipes y poderosos”,
personas “de gobierno y jueces, abogados, hombres de letras, secretarios, y
hombres de papeles”.
En estas palabras parece que los
jardines van siendo, con el tiempo, apetecidos por la gente, que sin pertenecer
a la nobleza, poseen dinero para introducirse en ellos. Buendía dice que las
casas de recreo “son sobre todo una muestra de la riqueza y liberalidad de los
caballeros que organizan las fiestas; es decir son un elemento suntuario en el
que se ostenta públicamente el poder de los personajes”. Y añade que los “ricos
mayorales que protagonizan la Vigilia de Doña Ana Abarca…no cabe duda de que
nos encontramos ante personajes pseudo aristocráticos que ostentan generosidad
y riqueza bajo su disfraz pastoril”.
Han ido, con el tiempo cambiando
las costumbres y el hombre, ya fuera noble o dejara de serlo, se constituyó,
prescindiendo de los dioses, de los paraísos y de la Arcadia feliz, en
alguien que hacía una “confrontación
entre la naturaleza y el arte”. Y el pueblo, imitando a Baltasar Gracian,
admira la hermosura de las flores y vegetales
en general y sabe interpretar el sentido “simbólico y erudito incluso de
los mínimos componentes del jardín”. (Laplana Gil). No describe Doña Ana
extensamente los jardines de Abarca ni de Lastanosa y describe, en cambio el
jardín artificial del Moncayo, donde había de celebrar el Octavario y Víspera
de San Juan Bautista. Es que ella,
estaba acostumbrada a contemplar terrenos, que sin serlo, podían ser
jardines, por su abundante y bella vegetación, como ocurría en el Palacio de
Siétamo, desde el que se dominaban las verdes orillas del río Guatizalema, los huertos de la Fondura de Siétamo y los robles y
carrascas de la Costera, donde estaba la Cruz de las procesiones, al este y al
sur la ermita de la Virgen de Bureta y más arriba, también por el este, se veía
la ermita de la Virgen de Liesa. En Casbas, estaba custodiada por la enorme
huerta, que regaban con su fuente y mirando al norte, podía admirar la Sierra de
Guara, que le inspiró una hermosa poesía.
Y como ella,
los hombres y mujeres, convirtieron en hermosos jardines ciudadelas
guerreras en otros tiempos, como la de Pamplona y la de Jaca y en nuestra
ciudad de Huesca, entre las carreteras de Sabiñánigo y de Apiés, donde antes
estuvieron las basuras y polvorines, se están repoblando cerros, entre los que
se encuentra aquel donde han reconstruido la ermita de la Virgen de Jara, para
transformar aquella zona en un hermoso jardín, desde donde se podrá admirar la
Sierra de Guara y el Salto de Roldán.
Ermita de Jara (Huesca) |
Toda la sociedad lleva en su
mente y en su corazón el deseo de usar los jardines, que en otros tiempos
solamente lo eran por unos pocos ciudadanos, pero hoy en día uno se encuentra
urbanizaciones en las que cada casa tiene su jardín. De la misma forma que nos
acordamos de ellos, sería fácil y agradable recordar a Ana Abarca de Bolea, que
soñó crear un jardín en el Moncayo para que todos los ciudadanos pasearan por
él.
Hay un contraste entre los
magníficos templos paganos, que aparecen en novelas pastoriles, como el de la
diosa Minerva y la pobre y vieja ermita cristiana de los pastores del Moncayo,
como dice Angelines Campo en la página 203 de Tesis doctoral y añade “…y porque
la ermita del divino Juan no quedara tan solitaria, …la reedificaron entre
todos “. Parece que el espíritu de los rurales oscenses, como Daniel Calasanz y
sus esposas se dio cuenta de que “el dominio natural es transitorio, de acuerdo
…con el final feliz …de la obra” han de contribuir a la reconstrucción de la
ermita de Nuestra Señora de Jara. No pudieron poner, como los pastores del
Moncayo un capellán y unos caseros, que
cuidaran de su devoción y adorno”. Ahora no tienen las ermitas
ermitaños, como los tuvieron en mis años de niñez.
“Podemos concluir, pues, que la
síntesis y antisíntesis entre lo natural y lo artificial, tan típica del
Barroco, se manifiesta en la Vigilia y Octavario de San Juan Bautista en la
presencia del paisaje artístico y en la ermita ruinosa y ornamentada, como
principales espacios sobre los que se desarrollan las fiestas pastoriles”. Y
¡como Huesca tiene los mismos sentimientos hoy, con Jara y los montes próximos
de los que quieren hacer,“un delicioso prado tan poblado de ese adorno (plantas
naturales y flores), como asistido de naturales aromas”, como los tenía en
aquellos viejos tiempos, Ana María
Abarca de Bolea!.
Escribe Angelines Campo: ”Y, como
lección final de la novela, es ésta de la generosidad, la virtud exaltada,
presentando un acto de liberalidad colectiva que, pretende sea la culminación
de tantas generosidades anteriores”: y porque la ermita del divino Juan no
quedara tan solitaria como la habían hallado, la reedificaron entre todos(…),
con qué acabaron de acreditar su generosidad y devoción, prosiguiendo en ella
todo el tiempo que vivieron”.
El Parque de Huesca, en el que
seguramente entraría el jardín de Lastanosa, fue creado por don Vicente Campo,
padre de la que tanto entiende de la personalidad femenina de Ana Francisca
Abarca de Bolea.
Es de agradecer, que D. Ignacio Almudevar y a la edad que el tiene, nos ilustre con sus conocimientos de una parte de la historia que nuestros padres y nuestros abuelos vivieron en sus propias carnes. Y todo ello escrito con sus manos y su memoria. De unos años de los que en la postguerra nadie queria hablar ni comentar, de ambos bandos, en los que las represalias debieron ser atroces y estoy convencido de que en un bando, mas que en el otro. La cantidad de Iglesias y obras artisticas que se quemaron, debio ser enorme.La propia Catedral de Huesca fue bombardeada, con su tejado y cupula hundida y su torreon desmochado para siempre.
ResponderEliminarTambien yo me pregunto, si Sender lo habria evitado ??