Presa de Ardisa que con sus aguas riega los manzanos de Antonio Ballarin. |
Cuando bajo desde Puente la Reina hasta Huesca, miro a
la derecha y cerca del río Gállego, se ven y se adivinan fincas privadas y muy
pocos pueblos. Antonio Ballarín, nacido en Vellillas se fijó en aquella zona y
adquirió una finca, cerca de Ayerbe, en aquella tierra casi desierta de población, pero no de medios de
producción. No faltan dichos medios porque su finca se encuentra limitada por
arriba por un Canal por el que corren las aguas de Ardisa al pantano de Tormos
y el agua no encuentra obstáculos para bajar en dirección al río Gállego,
regando la finca. Esa finca está sostenida por laderas que la sitúan de veinte
a treinta metros sobre el citado río. Parece que el cauce de las aguas, también
invita a que por él, corran los vientos de cierzo, aire tan aragonés. Es
curioso como tales cierzos no perjudican el cultivo de árboles frutales, sino
que son beneficiosos para que no se hielen las flores de los manzanos, que le
producen unas manzanas exquisitas, blancas, de volumen notable y apetecidas por
la industria de conservas. Antonio es un hombre fuerte, sonriente, sensato y
trabajador, que ha logrado salir de aquel ambiente antiguo e impregnarse con la
inquietud de convertir el Alto Aragón en un país como son la cercana Navarra,
la Rioja y Lérida por el Este. Y ¿cómo ha de conseguir el objetivo de que se
acabe la emigración y que se proteja a los que sueñan con la producción, para
sí mismos y para toda la población?. Ya ha conseguido, en parte este propósito,
pues tiene en marcha veinte hectáreas de manzanos en plena producción, pues me
ha hecho probar unas manzanas, que te hacen feliz el rato que las consumes.
Pero no está satisfecho con esa producción porque dice que hay que tener en
cuenta las hectáreas, que se encuentran en lugares privilegiados y pensar que
no sólo sirven para el cultivo agrícola, sino para cultivar la producción de
energía renovable o energía alternativa.
Hay que convertir a Huesca en una continuación de Logroño y de Navarra para
llegar a Lérida y que esa tierra unida en productividad, sea una defensa para
competir con Europa, en sus mismos límites, que deshagan aquella frontera, que
ya entre nosotros casi ha perdido su producción de ganado lanar y en parte de
vacuno.
Pero es que Antonio no posee esa inquietud como un
impulso espontáneo, sino que ya le viene
de su padre, del que me acuerdo cuando iba a Velillas y lo saludaba en su casa,
en el curso de la Calle Principal de Velillas y por una variante se sube a la Plaza, donde alegraba el
ambiente un balcón de hierro, con joteros y joteras forjados y bailando,
mostrando la alegría de las fiestas aragonesas. No sólo vivía sino que
sobrevivía en aquellos difíciles tiempos, en que él intentaba mejorar la agricultura.
El se murió, como se han muerto todos nuestros
antepasados, pero dejó la semilla
en su hijo Antonio, que con el riego por goteo de sus manzanos, los refresca al
mismo tiempo que los alimenta, disolviendo en el agua el abono, que les da la
vida a los árboles. Porque si el Señor creó el Mundo, ha dado a los hombres la
inteligencia para que “todas las cosas sean creadas y se renueve la faz de la
Tierra”. Riega por goteo y ahorra el agua para que otros puedan utilizarla,
creando obras de producción, como las que él ha hecho y tiene el propósito de
continuar creando.
Me lo encontré a Antonio en la calle, acompañado de
Monreal de Grañén, originario de Lierta y me acordé que si Antonio Ballarín
luchaba por la obtención de energías alternativas, Monreal ya tenía hace unos
sesenta años, un molino de producción eléctrica por medio del viento. Le
pregunté que tal le iba el sistema y me contestó que tenía mucho que luchar,
para frenarlo cuando el cierzo se lanzaba con energía descomunal. Lo quitaron
cuando ya la energía eléctrica les llegó a su finca, situada en la carretera de
Grañén a Tramacet. Hoy ya están sobre los montes, auténticos ejércitos de
molinos de viento productores de energía, más perfectos que aquel antiguo de
Monreal. Me alegré de encontrarme con dos, ya mayores, altoaragoneses, que
lucharon por el progreso de la producción, pero
Antonio todavía sigue con sus propósitos.
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