lunes, 9 de enero de 2017

Deportistas o devotos de la cumbre de Guara



El día ocho de Enero me subió mi hijo Ignacio, acompañado por mi esposa Feli y mi nieta Belén al pueblo, que parece refugiarse del mundo de la Hoya de Huesca. No sé si fue Nocito el que se ocultó detrás del Pico de Guara, que alcanza los dos mil setenta metros de altura o fue el antiquísimo santo y pastor San Urbez, el que buscó el espacio secreto, para pastorear pacíficamente a las ovejas, alejadas de los moros. Yo, sentado en un velador de un restaurante,miraba el Valle de Nocito por el Norte y revisaba la gigantesca muralla de la enorme Montaña de Guara, cuyo sur nos miraba a nosotros con intensidad contemplábamos desde el Norte la ladera, que baja con caída casi vertical blanqueada por la nieve, que con su brillo, nos indicaba, que el hielo nocturno la había helado. Desde las ventanas del Comedor de mi amigo Luis Ortas, mi boca, con gran apetito consumía los ricos alimentos que este, nos proporcionaba, y en tanto mis ojos miraban aquel brillo producido por el hielo.Yo no sé si eran mis dientes los que cumplían su misión de masticar los alimentos, con más efectividad o era mis ojos los que devoraban más deprisa, aquel paisaje misterioso, que cierra la vista de la Plana de Huesca,desde Nocito.
En el Comedor de mi amigo Luis Ortas, me he encontrado con dos señores, de los cuales uno, se  llama Javier  Sauras, nacido en Andorra de la Provincia de Teruel y el otro Antonio Gabás, nacido en el pueblo de Sahún, en el Valle de Benasque.Quizá por haberse criado en un Valle tan roto como puede estar el de Benasque, este hombre ha sido llamado a realizar proezas en la cima del Tozal de Guara.Esta cúspide alcanza una altura de dos mil setenta y siete metros de altura sobre el nivel del Mar. Y a esta cima ha subido Antonio Gabás unas ochenta y tres veces con la intención de cambiar el Libro, por por otro nuevo, por si se había perjudicado el buen estado del papel por algún accidente o por el agua o la nieve. Ya tenía la “Peña de Guara” cuidado que esto no pasara, pues en la peana pétrea de la Cruz que había de sostenerla, elevándola un poco más al cielo,hay una ventana, con su puerta que la protege. Pero Antonio Gabás, que siempre ha tenido su corazón preparado para que no le ocurrieran daños al Libro, tenía más interés por el Libro y por su custodia vigilante sobre él, que mis ojos cuando miraban las paredes del Norte de la Sierra,sufriendo por los daños que podrían sufrir,ascendiendo a su cumbre.



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