Esta Historia de España, desde
1930 al 1938, la tenían mis tíos Luisa y José María, en la Torre de Casaus. Yo
no sé quien se la dio, pero cuando murieron, la recogí yo. La he tenido largos
años y hoy, para las Fiestas de San Lorenzo de Huesca, del año 2003, la paso
por el ordenador. Tiene una letra muy clara, casi sin puntuación y escasa
faltas de ortografía. Parece ser que su
autor vivía en Angüés y no sabemos quien era, porque no está su ”Historia de
España.1930-1938” firmada.
El 13 de Diciembre de 1930 España
vivía pacíficamente con una monarquía constitucional, pero en la ciudad de Jaca
se sublevaron dos oficiales de Infantería: Fermín Galán y Angel García
Hernández, proclamando la República en Jaca, Ayerbe y Biscarrués; al llegar a Cillas se enfrentaron con las
fuerzas de Huesca mandadas por el General
Las Heras, siendo derrotados los sublevados y hechos prisioneros los
mencionados oficiales; el día 30 eran fusilados en el cementerio de las Mártires.
Durante el combate fue herido el
citado General, muriendo a consecuencia de esto.
A partir de aquí va tomando
fuerza el republicanismo y a finales de marzo o primeros de Abril, no recuerdo,
todas las fechas se convocaron elecciones municipales, que según se ha
disentido, en tiempos muy recientes las ganaron los partidarios del Rey, pero
en Madrid capital ganaron los republicanos.
Alfonso XIII entonces consultó
con sus ministros y en particular con el General Sanjurjo, entonces D.G. de la
Guardia Civil y viéndose abandonado por los que
creía fieles decidió marcharse y encomendando a Dios la suerte de
España.
Tan pronto embarcó la familia
Real en Cartagena pacíficamente, en todo el País el ambiente era de locura; a
pesar de mis pocos años que contaba por entonces, recuerdo que la mayoría de la
gente creía que la República era el remedio de todos los males.
En Madrid la confusión fue
horrorosa: conventos e iglesias pagaron con sus cenizas el talento y la falta de patriotismo de unos cuantos
políticos.
Al enterarse Ortega del caos,
dijo esto: El catorce de Abril de 1931, los españoles no salían de su asombro,
los republicanos no podían ni soñar que tan fácil sería el cambio, los
monárquicos por la forma cobarde y desinteresada que el Rey había abandonado la
corona.
En la capital de la Nación las
cosas no estaban muy claras, los incendios y los atropellos se sucedían y no
había ni quien formara Gobierno; gracias al General Queipo de Llano que mandaba
la Capitanía General de Madrid, restableció el poder.
Por fin se formó el primer
gobierno, Presidente de la República un académico de la Real Academia de la
Lengua Don Niceto Alcalá Zamora y Torres y entre los ministros vale destacar al
de Comunicaciones y al de Agricultura, el primero un matarife del Matadero de
Sevilla y el segundo un Maestro Nacional. Huelga decir ¡qué se podía esperar de
estos hombres!, así caminábamos de tumbo en tumbo; en el Congreso habían tenido
acceso hombres sin más estudio ni más mérito que el sindicalismo, pero muy
instruídos por el sucesor de Marx y Lenin.
Las organizaciones obreras
tomaban un incremento peligroso con la ambición de hacer caer la República.
Personas maduras que tenían
alguna noción de lo que había ocurrido en Rusia anunciaban lo que se nos venía
encima;el mal uso de la libertad podía
tener fatales consecuencias, el odio al capital cada día era mayor, en el
Congreso los debates no eran tales, sino una sarta de insultos, y si alguien se atrevía a preguntar a algún
Ministro las consecuencias podían ser fatales; ejemplo “Calvo Sotelo”.
A trancas y barrancas llegamos a
1934, se celebraron elecciones y ganó la derecha, un político muy joven Gil
Robres era la esperanza de muchos españoles, truncada por la indiferencia y por
la fuerte oposición de la izquierda. En Extremadura los obreros del campo se
adueñaban de las tierras que les apetecía siempre de los grandes
terratenientes, en Barcelona se sublevaron fuerzas de la Generalidad contra el
Gobierno Central pidiendo la Independencia, en las mismas fechas en Asturias
treinta mil mineros armados se levantaron en aras de la Revolución Socialista.
Capitaneados por el Diputado
Comunista Belarmino Tomás ocuparon pueblos de la cuenca minera y fueron a la
conquista de la capital asturiana.
No tuvieron suerte los mineros,
en vez de sumarse los afiliados a la C.N.T. en todos los principios, lo que
tuvieron que defenderse de las fuerzas del ejército y en pocos días fueron
vencidos, con un saldo de tres mil muertos y muchas casas destruídas por el
fuego y los ataques artilleros, siendo encarcelados treinta mil mineros .
Esto ocurría en Octubre del 34 y
a duras penas se llegó al mes de Febrero del 36 en que se convocaron nuevas
elecciones, la izquierda aprovecharía como principal argumento los sucesos de
Asturias, cargando sobre la derecha las culpas propias exactamente como hoy,
que el Partido Gubernamental cuando algo
se les sospecha que no está bien, carga la culpa a la derecha.
Fueron transcurriendo los meses
entre revueltas y asaltos y llevamos a la campaña electoral, todas las fuerzas políticas se volcaron con
su propaganda, pero la izquierda fue más lejos para que no venciera como en las
anteriores, creyendo asegurar el triunfo, formaron el Frente Popular, que sería
Republicanos, anarquistas, comunistas, socialistas y alguno más si se
encontraba de paseo.
La C.N.T. y la F.A.I. al unirse
exigieron algunas contrapartidas en caso de que ganaran y los republicanos
cedieron sin reparar en las consecuencias.
En la campaña electoral los
frente populistas se volcaron siendo la principal arma en contra de la Derecha,
los presos de la Revolución de Octubre, promesas de reforma agraria y construcción de presas y canales que nunca
llegarían; en cinco años es lo único que se había ganado era en conflictos, la
democracia no existía, los únicos que podían hablar con libertad eran los de la
izquierda; los falangistas se liaban a tiros a diario con los de el C.N. T. y
la F.A.I., lo que hacía suponer unas elecciones bastante conflictivas.
Así que Largo Caballero había
dicho enValencia: ganaremos a la derecha por las buenas o por las malas, y se emplearon todos los trucos habidos y por
haber y en muchos casos violencia, con ese tormento en Vigo, se quedaron
cincuenta mil electores de la derecha
sin votar; en Cuenca en algunos meses electorales se contabilizaron más
votos que electores y las actas de
Diputado fueron válidas, lo que se dice un pucherazo garrafal, y ganaron,
¡claro que ganaron!.
Si el advenimiento de la
República no había resuelto ningún problema sino al contrario crear muchos más,
el revoltigrama izquierdista traería
fatales consecuencias, incluso entre ellos mismos.
Se cambió el Presidente de la
República y entró en su lugar Manuel Azaña. Catedrático en la Universidad de
Alcalá, pero nulo en política, sus sueños irrealizables fueron la causa del
desastre que más tarde sufriríamos todos.
Un hecho muy significativo y que
hoy casi todos admiten es el suceso de Casas Viejas, donde unos anarquistas
proclamaron el dinanismo libertario en contra del gobierno y la Constitución;
la reacción del presidente fue tajante, mandó una compañía de Asalto al mando
del teniente Rojas con esta consigna: no quiero heridos ni prisioneros, apunten
a la barriga; los resultados fueron contundentes, si mal no recuerdo once
muertos en una casamata incendiada; esto llegó al Congreso y como la mayoría
era la izquierda abuchearon al Presidente
y al Ministro de la Gobernación entonces Santiago Casares Quiroga y
estos negaron la orden dada al Teniente de Asalto Señor Rojas; consecuencias el
estado oficial en situación de disponible forzoso.
La tensión cada día era mayor, la
C.N. T., la F.A.I. anunciaban sus ataques
por lo de Casas Viejas; en el Congreso
un hecho significativo: el diputado Calvo Sotelo en una interpelación al Ministro de la Gobernación,
le apretó mucho el clavijar y éste viéndose acorralado le contestó, ”¡me las
pagarás!”.
La Derecha seguía los
acontecimientos con calma a pesar que el Jefe de la CEDA les había alertado
diciendo: ceded un poco, que si no lo perderéis todo; la mecha se estaba
preparando, sólo hacía falta prender la chispa, mientras muchos descansaban
plácidamente, otros no descansaban; el mundo proletario estudiaba la estrategia
para apoderarse de la nación y hacerla esclava de Rusia.
Los militares por su parte no
dormían, el movimiento militar estaba en continua alerta y hacer frente a
cualquier eventualidad.
Entonces el General Franco,
ocupaba la Jefatura del Alto Estado Mayor y el presidente de la República,
enemiga número uno de los militares y conocedor de las dotes de Franco, decidió
trasladarlo a Canarias, en una ocasión que estuvieron con el presidente; no sé
de que hablarían pero Franco le dijo: Don Manuel, donde esté yo, no habrá
comunismo.
El traslado a Canarias fue
inmediato y cuando por vía férrea llegó a Cádiz, el gobernador Militar de la
Plaza salió a la estación a recibirlo y al darle la novedad con las palabras
clásicas “Sin novedad en la Plaza, mi General”, Franco le dijo, retírese, un
militar no puede consentir que en su jurisdicción ocurran desórdenes y menos
sacrílegos; por aquellos días habían sido quemados conventos e Iglesias.
Desde Cádiz prosiguió el viaje
pero en barco; entre el pasaje viajaron el nuevo Gobernador Civil de las Islas;
este por su puesto del Frente Popular.
El recibimiento de ambos
personajes fue muy distinto; mientras al nuevo Gobernador se le hacía una
manifestación de adhesión y júbilo, el Comandanrte General pasó desapercibido
por completo.
Ya instalado en la comandancia se
tomaron las debidas medidas de seguridad para llegar al despacho de Franco;
tenían que pasar por tres cordones de centinelas y en el último el ayudante, su
primo Salgado Araujo recibía a los visitantes con la pistola por delante, todo
esto en el más completo secreto.
Las medidas tomadas pronto dieron
su fruto; unos pistoleros intentaron penetrar en la Comandancia pero les fue
imposible y el atentado quedó frustado, el primero en presentarse fue el
gobernador civil, prueba fehaciente que la trama era del Frente Popular.
En España el ambiente se caldeaba
por momentos; el día trece de Julio un piquete de Guardias de Asalto al mando
de un Brigada llamó a la puerta del domicilio de Calvo Otelo, el brigada le
dijo al Señor Calvo Otelo que tenía la orden de llevarlo a la Comisaría. Eran
las doce de la noche y el Sr. Otelo le dijo, permítame que hable con el
Comisario, a lo que respondió el Suboficial: déjese de tonterías y haciendo una
señal a los guardias lo esposaron y lo introdujeron en un furgón en el que
esperaba un anarquista; se dirigieron al Cementerio del Este y al llegar ahí el
asesino gubernamental acabó con la vida de uno de los mejores Diputados, el tal
asesino se apellidaba Soria. Las palabras de Casares en el Congreso se habían
cumplido, ”me las pagarás”.
Con este
asesinato sin precedentes en la Historia, la olla llegaba al máximo grado de
ebullición y el diecisiete en Africa y el dieciocho en la península la
sublevación y que luego sería la Guerra Civil.
No voy a narrar
lo que sucedió en los frentes sino lo que pasó en la España Republicana, mas en
un año en la España Roja.
Los primeros
días, el partido se adueñó de todos; escapamos al monte y hacíamos la vida en
alguna cueva, que las hay en el término municipal antiquísimas, creyendo que
ahí estábamos seguros, pero no sabíamos nada de lo que ocurría en el pueblo;
nos trasladábamos a otro escondrijo más
cercano y al cabo de cuatro o cinco días decidimos volver y que fuera lo que
Dios quisiera.
Todo estaba
tranquilo, ni un solo tiro ni un atisbo de Guerra pero luego, no sabíamos quien
sería el primero si los republicanos o los de Franco, pero fueron los rojos por
desgracia.
Era costumbre
en nuestras eras criar pollos para venderlos; por San Lorenzo, ellos fueron las
primeras víctimas; comimos pollo a todas horas; a las personas mayores no les
hacía provecho en mi casa, pero era eso
curioso; mi abuela era aficionada a castrar pollos y como todos los días
teníamos matacía, primero los castraba; como es una operación difícil, decía:
si se salvan los guardamos y si no a la perola; un día castró cuatro y los
cuatro resistieron, tanto es así, que guardamos dos y se hicieron dos hermosos
capones, que morirían para Navidades, aunque fuera en la clandestinidad.
Un mal día, sin
duda creyendo que en las cosas de desechos, podría haber algún arsenal, se
inició un registro y por si llegaban a las eras, que al final llegaron, echamos
los capones en un cubo de poner vino y cuando llegaron los registradores, uno
cantó para guardar el secreto, pero no pasó nada y al final llegaron a la
perola.
Pero volvamos a
la huida al monte, fue masiva y en todos los pueblos, no hacíamos otra cosa que
meternos en una cueva o en un matorral muy cerrado, llenos de miedo sin
saber qué formábamos grupos entre
vecinos y parientes y si alguno salía un poco por estirar las piernas,
enseguida se le advertía ¡ojo no te
dejes ver mucho!.
En el pueblo no
quedaba nada más que mujeres viejas o críos, muchos no salimos del término
municipal, pero hubo quien pasó la
Sierra de Guara. Los días pasaban y como los militares en Barbastro no
se consolaron, la rebelión en horas se inundó todo de milicianos, y comenzó la
operación retorno. Los que estábamos cerca fuimos bien de momento, pero los que
se fueron muy lejos tuvieron serias dificultades, concretamente cuatro que
venían de Nocito, al llegar a la sarda de Aguas, se encontraron con fuerzas que
iban a atacar a Huesca y como no llevaban ninguna documentación, sino por uno
de Aguas que los conoció, seguro que los pelan.
Se estaba
terminando el mes de Julio y teníamos la cosecha en el monte, hecha la siega
pero sin trillar nada y no dábamos nadie ni golpe, llegaba de vez en cuando
algún macutazo espeluznante, que en tal o cual pueblo han fusilado al Cura y
los más ricos o de derechas, muchos se decían: a mí no sé porque me van a
matar, no he pertenecido a ningún sindicato ni tango una definición política,
pero no se buscaban causas sino simplemente que uno lo señalara con el dedo,
como veremos más adelante.
Se dice que
detrás de la tempestad viene la calma, pero no fue así, detrás de la calma
transitoria vino la tempestad.
Un buen día que
por este tiempo hay muy pocos malos, llegaron cuatro individuos armados con
escopetas de caza, los cuales tres habían servido como mozos de junta en casas del pueblo y
comenzó la marimorena; fueron a la Iglesia, pegaron cuatro culatazos contra los
santos y formaron el primer Comité; éste no tuvo fuerza hasta que llegó el
primer camión con milicianos y las armas les dieron el poder y comenzó el gran
desvarajuste. Las primeras palabras de los visitantes fueron quien sabía en
este pueblo, que en Dios de momento no pensaba nadie, pero quedaba proclamado
el comunismo; desde aquella fecha desaparece la propiedad, todo era de todos
con gran satisfacción de los más indigentes; se mandaron sacar a la Plaza todas
las Escrituras y cuadros de santos que se tenían en las casas; los archivos
municipales se desvalijaron y el trabajo de muchos años fue a la gran hoguera
para luego estar convertido todo en ceniza, entre el jolgorio de los
incediarios, acompañada de insultos como éste y así se acabaron las trampas.
La misma suerte
corrió la Iglesia, esculturas que talladas en madera, magníficas obras de arte,
imágenes de hasta el siglo XIV y tales enseres, excepto unos lienzos que se
suponía tenían mucho valor.
El Señor Cura
es sin duda el que más sobresaltos tuvo, no había una visita de los
revolucionarios que no intentaran llevárselo y darle cuatro tiros, pero el
pueblo siempre salió por él; se decía que cuando llegaban a la Abadía como ya
sabía de qué iba, les decía: me salvé de una guerra y al final voy a morir en guerra,
un día que me encontraba en la plaza del pueblo subía el Sr. Cura calle de la
Iglesia arriba con el brazo por el hombro de un miliciano, porque sólo no podía
andar y uno a una distancia de cincuenta metros cargó el fusil, corrió el
cerrojo y apuntó, pero un compañero le hizo desistir y le volvieron a casa; se
había vuelto a salvar.
Visto que por
el día no había medio de acabar con él, una noche cuando el pueblo estaba
descansando se lo llevaron y por el camino les dijo que tenía un cuñado
comunista, lo averiguaron y al confirmarse se salvó definitivamente pero tuvo
que ir a vivir con él, ya que en cualquier día algún grupo de simpatizantes,
acabarían con su vida.
No se había
trillado un fajo y hubo que organizar la última fase de la recolección; nos destinaban
tantos a cada era, siempre vigilados por un encargado con pistola y el grano se
almacenaba en la Iglesia, la alegría de algunos era inmensa. Tenían de todo, el
Comité lo administraba y luego nos daban a cada uno la misma ración.
Los principales
excepto el mayor que tuvo tiempo de huir a Huesca las pasaron canutas, algunos
enfermaron, otros lo simulaban para capear el temporal; uno de ellos decía no
he tenido nunca miedo pero estoy acobardado y había para todo: nadie podía
imaginar que hombres y mujeres que habían estado siempre juntos hicieran semejantes canalladas, además
lanzando frases como estas: como ganemos la Guerra hemos de estar diez años
matando fascistas; otros hay que echar un clareo, sobran unos cuantos, un
tercero decía que hay en una lista veinticuatro, tantos no digo pero una docena
no estaría de más, comprende el lector que ánimo podrían tener aquellos
hombres, para trabajar con aquella losa encima; se sabían los estragos que
habían hecho en otros pueblos, y cuando llegaba algún camión de fuerzas en
muchas familias imperaba la agonía, en aquella ocasión acompañados por un
miembro del Comité disfrutaban yendo a las casa de labrador y despojarlos de
los jamones y vino viejo; un día se dio un caso digno de contar y que hace
bueno aquello de que amigos hasta en el Infierno; llamaron en una casa y bajó
el amo y entre los milicianos había uno que había servido con el mismo amo y al
verlo se sorprendió, le dijo ¡cómo!, ¿aquí estás tú?, si hombre me casé y aquí me tienes; ¡pues nada, venga a
marcharnos a otra puerta a contar que aquí no se toca nada!; incluso se
sorprendió el del pueblo.
Estas visitas
al final dieron su fruto, un poder espantoso de setenta y dos años pagó los
vidrios rotos, no se sabía quien le
acusó y de que no podía haber ningún cargo contra él, pero le detuvieron
después de tenerlo tres o cuatro días lo fusilaron, sin más ¡qué importaba una
vida para aquellos desalmados!.
Aquel
fusilamiento hizo mella en los que en la misma situación es decir sin causa
podían ser víctimas de una venganza insulsa, pero así era, aunque Dios quiso
que no se repitiera.
Teniendo que
aguantar siempre sindicatos de mal gusto, se organizaron los grupos para las
faenas del campo, unos para gran satisfacción de tener muy poco a creerse
dueños de todo, los otros en contra de su voluntad, pero había que poner buena
cara.
Todas las
cosechas fueron buenas, gracias a eso pudimos comer, si hubieran sido sólo
regulares, seguramente hubiésemos pasado hambre; no supimos que se hacía con
los productos, porque se dio el caso cuando llegó la siega que nos dieron a
elegir, entre comer carne o beber vino y nos decidimos por la carne; si
gobernaban los más inútiles del pueblo ¡qué cabía esperar! pero luego supimos
que a ellos no les faltaba de nada.
Así pasaban los
meses y en Madrid y Barcelona; se libró
una batalla sangrienta entre fuerzas republicanas y las de la C.N.T. y la
F.A.I., venciendo los republicanos, entonces cambió bastante la situación; en
esta zona no sabíamos que el único territorio que vivía en régimen comunista
era Cataluña, Valencia, pero que tenían ocupado parte de Aragón; el aire
cambiaba.
En Siétamo
había fuerzas del Ejército y un buen día un capitán apellidado Gorris se
presentó en Ibieca y fue al Comité con muy buenas palabras, les hizo sacar las
armas que tenían y les dijo: quedaos las dos o tres pistolas mejores y esto que
no vale nada me lo llevo, también le enseñaron unos cuantos casos de la
Iglesia, reliquias, copones, la custodia, una corona de plata y una cruz; se
despidieron tan amigos y los del pueblo no sospecharon nada, pero al día
siguiente, volvieron y se llevaron lo que había quedado; ya estaban desarmados
y los que habían sido tan valientes según decían, ya no dormían en casa por si
acaso. A Angüés llegaron fuerzas de Asalto para respaldar totalmente al que
quisiera ser libre. Una camarilla que formaban el Comité Comunal, huyó y se
refugió en Los Molinos de Sipán, los autores de la masacre en marzo del 38.
Entre la
presión del Gobierno y unos señores republicanos del pueblo no tuvieron otra
opción que dejar libre al que quisiera; cuando convocaron la asamblea y dejaron
al que quisiera ser individual; ¡que levante la mano! ; casi no queda una
abajo, esto les cayó como un tiro, pero ya eran impotentes; además como entre
todos se unían muy poco y gracias que el mayor contribuyente se fue a Huesca y
la familia dos mujeres y cinco hijos, el mayor de catorce años no tuvieron más
remedio que quedarse en lo que se llamaba colectividad.
A partir de
aquí ya fue todo más fácil, cada cual hacía lo que quería y nadie se metía con
nosotros; es mas se dio la circunstancia que en la tienda que se había montado
para la colectividad se la quedó y se iba todos a comprar como si nada hubiera
pasado, y una cosa curiosa, cuando estábamos todo el pueblo junto, se nos
asignó un jornal. Este jornal lo pagaban con un dinero o mejor dicho unos vales
que no tenían validez, nada más que en
Ibieca y al comprar se pagaba con aquellos vales pero al salirnos de ella ya
teníamos dinero de curso legal y éramos mejor servidos en la tienda, que los
colectivistas, porque con nuestro dinero podíamos ir a todas partes.
Podíamos hablar
entre los nuestros de la marcha de las operaciones sin temor a ser oídos y que
tomaran represalias, llevábamos cerca de dos años y el ejército rojo sin
comerse una rosca y ya comenzaban a desanimarse; por fin el dieciocho de marzo
del 38, cuando llegamos del campo nos dieron la mala nueva: mañana todos los
hombres de catorce a cincuenta años tenéis que estar en Siétamo para ir al
frente a fortificar.
Al día
siguiente, día de San José, fuimos llevados en camiones a Siétamo para ser
destinados; ese día permanecimos ahí y por la noche nos fuimos a dormir a
Castejón y el día veinte muy de mañana, vuelta a Siétamo y luego comenzó la
marcha, uno marchaba a Apiés, otros a Arascués y nosotros tuvimos suerte con
los de Torres de Montes y Alcalá, fuimos a Monflorite. Allí nos instalamos en
casa de Hacha y no fuimos a trabajar
hasta el día veintiuno; este día comenzamos el trabajo que consistía en hacer
una zanja en zig-zag desde la cantera
carretera del campo de Aviación hasta el pueblo, obra que no se pudo
terminar porque al día siguiente las tropas de Franco rompieron el frente y
comenzó la desbandada, aquella noche llegaron los cañonazos a Monflorite y tuvimos
que marchar a Novales, aquí los aviones de García Morato no cesaban de dar
pasadas ametrallando por lo que fuimos a dormir a Pueyo de Fañanás; aquí nos
arreglamos para dormir como pudimos en cuadras, en pajares, aprovechando alguna
conocencia.
Aquella noche
dormimos como Dios nos dio a entender y al día siguiente veintitrés, la
desbandada era total, las granadas rompedoras estallaban muy cerca de Pueyo y
después de comer, un oficial que se retiraba con la fuerza nos preguntó: ¿qué
hacen ustedes aquí?,estamos para fortificar ,¡pues váyanse a sus
casas!,entonces yo fui a donde estaba mi padre ,cogimos el pico y la pala y ¡a
casa!.
La retirada era
general, la carretera de Barbastro era un hervidero, a campo través en todos
los sentidos, nadie se preocupaba de los demás, la cuestión era ponerse pronto
a cubierto.
Una vez en casa
y cerrada la noche yo cené y me acosté pero mi padre y mi madre pensando lo
peor no se fueran a una casa de familia que tenía salida por detrás, pero no
pasó nada, no porque no lo intentaran, porque estuvieron los asesinos de Los
Molinos de Sipán, pero desconfiaron del tiempo
y huyeron todos.
Al día
siguiente con la entrada de las tropas de Franco, terminó nuestra esclavitud de
veintidós meses con los amantes de la libertad.
Este es, a
grandes rasgos lo esencial, creo que bastante para hacerse una idea y sacar la
consecuencia de las mentiras que se cuentan hoy día.
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