El día siete de Abril, pasando
por el Coso Alto, en el acceso a la Calle de Goya, mirando hacia arriba, es
decir al Antiguo Mercado, he escuchado cantar en su Antigua Plaza, un gran Coro
de agudas voces infantiles acompañadas por sones musicales. Esos y esas jóvenes
y niños y niñas, cantaban, gesticulaban al ritmo que algún instrumento musical,
acompañaba sus alegres voces. Aquellos gestos dirigidos hacia lo alto rimaban
con la música, pidiendo aquellos jóvenes niños y niñas, una Justicia Universal,
basada en el amor.
Esos sonidos y los agudos colores
de sus ropas, me han hecho subir a la Plaza del Mercado, a escuchar y a contemplar
aquel acto basado en el amor entre los jóvenes
humanos. Ese gran Coro de niños, que cantaban y bailaban, ese baile
masivo y alegre de niños y de niñas, que
lanzaban al ambiente y dedicaban a hacer felices a los Discapacitados
Intelectuales y Físicos. Era aquel Coro de niños y de niñas una inmensa
primavera humana, que se sentía feliz, intentando hacer felices a los unos y a los otros. ¡Qué representación de
la Primavera era aquella multitud de niños y de niñas, que con sus cantos y sus
brazos elevados hacia arriba, se mostraba unida a aquellos, que sufren el
síndrome de la discapacidad!.
Y esta multitud de niños y de
niñas se dan cuenta de que las personas presentes en la Plaza del Mercado, a
las que ellos están acompañando, se dan cuenta de que unos y otros se necesitan
y son interdependientes. En una palabra, se dan cuenta de que unos, los niños y
niñas, que van a los colegios, se necesitan en una VIDA PURA, para vivir.
¡Cómo se aman mi sobrina María
Teresa con la buena joven que empuja su silla por la Plaza!. Basta mirar a las
dos, para darse cuenta de cómo es preciso amarse ambas, para vivir un mundo
feliz.
Basta contemplar el grupo de
alegres muchachas, vestidas con sus cazadoras del color rojo, que llevan en sus
pechos, levantando sus manos hacia un mundo más justo y solidario con las
personas, que ya sienten en sus cuerpos la vulnerabilidad.
Ya se van marchando, cada niño o
niña, agrupados con sus compañeros de Clase, de la Plaza, un poco resistentes a
dejar aquel ambiente de amor y de solidaridad, pero con la sonrisa en sus
labios.
Cuando las alegres muchachas,
tengan que marcharse, se acercarán los automóviles y pequeños autobuses, para
llevar a los que tienen alguna imperfección, unos en sus cuerpos y otros en sus
almas, a sus ejemplares Edificios Colegiales.
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