Todavía quedan remansos de paz en
la ciudad. Hoy me he relajado los nervios y el espíritu en el Convento de la
Asunción. Los habitantes de la ciudad pasamos, nomadeamos por ella sin detenernos para estar, para ser
estantes o sedentes, siquiera por un momento. Si paramos ese momento, lo
hacemos en un semáforo, paraíso de la adrenalina, o en un bar, donde la música
estridente, contorsiona los cuerpos jóvenes y acaba por distorsionar nuestros
débiles nervios.
Los americanos, cuyo modelo de
vida imitamos y que nos conducen a la locura, han encontrado su relax pasando
unos días en los monasterios benedictinos, escuchando el canto llano de los
monjes.
En Huesca tenemos la, me atrevería
a decir, divina oportunidad de escuchar a la Coral Oscense, pero es triste ver
como no se acaban de llenar los recintos donde actúa. Sin embargo es
reconfortante comprobar cómo entre los asistentes hay numerosos jóvenes.
Ante el retrato barroco de la
Asunción, presidido por San Vicente, la Coral emitía sus notas y aunque corro
el riesgo de pasar por un retablo, les aseguro que creía encontrarme ante el
“retablo de las maravillas”.
¡Qué alegría oscense , tan
enorme, me produce constatar que una “Peña” de igual nombre y laurentina, promueva inquietudes de este género en la
ciudad! .
Tiene que dar buenos resultados,
¡por fuerza!.
Mis felicitaciones a la Peña
Laurentina y a la Coral Oscense.
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