domingo, 23 de abril de 2017

La Humanidad y el verde de la Esperanza



Yo paso recreándome con su ambiente, por el estanque,  que provisto de agua por la acequia que baja desde el Pantano de Arguis, alegra el ambiente del Parque de Huesca. Pero esta refrescante agua, mantiene el color verde del césped, que brota en los distintos pisos provistos de tierra vegetal fecunda. Cuando pasas por ese césped, encuentras a los y a las jóvenes, que se recrean sobre el esperanzador verdor de la yerba. Unos hablan,  otros cantan, algunos hacen sonar,  en ocasiones, sus instrumentos musicales. Otros más niños, acompañados por sus padres, lanzan sus balones, que a veces caen en el agua. Hace gozar el vuelo de los ánades, que bajan del cielo a nadar y bañarse en el agua. Los niños les lanzan migas de pan, que ellos consumen con gran placer. Se ven parejas de patos enamorados, que se siguen y persiguen por la superficie del agua y cuando les apetece impulsan sus graciosos cuerpos, desde el agua a los aires. Pero cada día ascienden a los cielos y bajan a la superficie del agua, en la que gozan nadando y consumiendo los alimentos que los niños les proporcionan.

Hoy he intentado pasar una vez más, en las múltiples ocasiones que mi madurez me ha ofrecido, por tan verde y fresco lugar, pero un hombre con su enorme barba, me ha impedido el paso por la bella y enorme balsa del Parque de Huesca, rodeada por diversos pinos y plátanos ornamentales, con diversas plataformas de color verde, que prometen la fecundidad y le dan felicidad a  la ciudad de Huesca.

El aspecto del señor, que he citado, semejaba  el aspecto de un rey original y poderoso, pues tenía y sigue luciendo una cabeza que derrama ideas geniales por unas lentes, que  reflejaban todo el inteligente contenido de su cerebro.

Era su cabeza armoniosa, como he dicho, pues sus gafas armonizan su cabeza, que le servían  para ver mejor e intuir. Esa cabeza está adornada por cabellos negros, mezclados con canas, que le cubren el cerebro, con una larga raya en medio de ellos, que le   traspasa, desde delante hasta atrás todo su cerebro. Iba esa raya desde la frente a su nuca posterior, de la que le pendía, una abundante melena, que por delante, dejaba descubierta una frente que pensaba y pensaba. Por detrás, desde las patillas, por sus maxilares, hasta casi su cintura, le colgaba una barba, digna de  ser portada  por un ser poderoso, en el arte natural del hombre y en el de la Naturaleza. Iba el encargado de la obra de la Laguna del Parque con su tórax cubierto con una especie de blusa, negra, pues el color negro, oculta todos los secretos que se esconden  en la tierra. Los pantalones, con ambas tibias y peronés ocultos, mostraban dos  bandas de tela, dotadas de colorido y sus pies los calzaba con zapatos andadores, rápidos y  ligeros.

Pocos días después del comienzo del cerco de la laguna, para dar salida a los restos vegetales y a las hojas de los árboles descompuestas, al caer en Otoño a sus aguas, por medio de modernos aparatos que los echasen en la acequia, ¡ya habían arrancado una buena extensión de este verde césped!. Salía el “humus” de un color de estiércol oscuro, que ennegrece la tierra natural.

Un muchacho, conduciendo un pequeño tractor, labraba los jardines de césped y muchachos atléticos, acompañados por bellas chicas, lo seguían siendo, mientras sacudían las matas arrancadas al jardín de césped, con el fin de conservar el “planton” de la tierra y arrojar las plantas arrancadas.

Cada día adelantan en el trabajo de colocar un desagüe, para conservar con el verde del nuevo césped, que van a sembrar en el jardín, que renueve, cada día,  la esperanza en la dulzura y la belleza del Parque.

Así podrán los visitantes del Parque, gozar del Gran Teatro de la Laguna, en que se divierten los ancianos,  dando de comer a los ánades, divirtiendo  a los niños, además con ligeras pelotas.  Y podrán los jóvenes hacer sonar sus instrumentos musicales, que comulgan la sonoridad de su música con los sonidos naturales, que produce el vuelo de los patos y el canto de los pájaros y los chorros de agua, que va cayendo desde la acequia al volumen de la Laguna.

Me da la impresión de que este hombre, con su cerebro y con su enorme barba, piensa: “Haec aqua benedicta, sit  nobis salus et vita”.

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