Yo paso recreándome con su
ambiente, por el estanque, que provisto
de agua por la acequia que baja desde el Pantano de Arguis, alegra el ambiente
del Parque de Huesca. Pero esta refrescante agua, mantiene el color verde del
césped, que brota en los distintos pisos provistos de tierra vegetal fecunda.
Cuando pasas por ese césped, encuentras a los y a las jóvenes, que se recrean
sobre el esperanzador verdor de la yerba. Unos hablan, otros cantan, algunos hacen sonar, en ocasiones, sus instrumentos musicales.
Otros más niños, acompañados por sus padres, lanzan sus balones, que a veces
caen en el agua. Hace gozar el vuelo de los ánades, que bajan del cielo a nadar
y bañarse en el agua. Los niños les lanzan migas de pan, que ellos consumen con
gran placer. Se ven parejas de patos enamorados, que se siguen y persiguen por
la superficie del agua y cuando les apetece impulsan sus graciosos cuerpos,
desde el agua a los aires. Pero cada día ascienden a los cielos y bajan a la
superficie del agua, en la que gozan nadando y consumiendo los alimentos que
los niños les proporcionan.
Hoy he intentado pasar una vez
más, en las múltiples ocasiones que mi madurez me ha ofrecido, por tan verde y
fresco lugar, pero un hombre con su enorme barba, me ha impedido el paso por la
bella y enorme balsa del Parque de Huesca, rodeada por diversos pinos y
plátanos ornamentales, con diversas plataformas de color verde, que prometen la
fecundidad y le dan felicidad a la
ciudad de Huesca.
El aspecto del señor, que he
citado, semejaba el aspecto de un rey
original y poderoso, pues tenía y sigue luciendo una cabeza que derrama ideas
geniales por unas lentes, que reflejaban
todo el inteligente contenido de su cerebro.
Era su cabeza armoniosa, como he
dicho, pues sus gafas armonizan su cabeza, que le servían para ver mejor e intuir. Esa cabeza está
adornada por cabellos negros, mezclados con canas, que le cubren el cerebro, con
una larga raya en medio de ellos, que le
traspasa, desde delante hasta atrás todo su cerebro. Iba esa raya desde
la frente a su nuca posterior, de la que le pendía, una abundante melena, que
por delante, dejaba descubierta una frente que pensaba y pensaba. Por detrás, desde
las patillas, por sus maxilares, hasta casi su cintura, le colgaba una barba, digna
de ser portada por un ser poderoso, en el arte natural del
hombre y en el de la Naturaleza. Iba el encargado de la obra de la Laguna del
Parque con su tórax cubierto con una especie de blusa, negra, pues el color
negro, oculta todos los secretos que se esconden en la tierra. Los pantalones, con ambas tibias
y peronés ocultos, mostraban dos bandas
de tela, dotadas de colorido y sus pies los calzaba con zapatos andadores, rápidos
y ligeros.
Pocos días después del comienzo
del cerco de la laguna, para dar salida a los restos vegetales y a las hojas de
los árboles descompuestas, al caer en Otoño a sus aguas, por medio de modernos
aparatos que los echasen en la acequia, ¡ya habían arrancado una buena
extensión de este verde césped!. Salía el “humus” de un color de estiércol
oscuro, que ennegrece la tierra natural.
Un muchacho, conduciendo un
pequeño tractor, labraba los jardines de césped y muchachos atléticos,
acompañados por bellas chicas, lo seguían siendo, mientras sacudían las matas
arrancadas al jardín de césped, con el fin de conservar el “planton” de la
tierra y arrojar las plantas arrancadas.
Cada día adelantan en el trabajo
de colocar un desagüe, para conservar con el verde del nuevo césped, que van a
sembrar en el jardín, que renueve, cada día, la esperanza en la dulzura y la belleza del
Parque.
Así podrán los visitantes del
Parque, gozar del Gran Teatro de la Laguna, en que se divierten los
ancianos, dando de comer a los ánades,
divirtiendo a los niños, además con
ligeras pelotas. Y podrán los jóvenes
hacer sonar sus instrumentos musicales, que comulgan la sonoridad de su música
con los sonidos naturales, que produce el vuelo de los patos y el canto de los
pájaros y los chorros de agua, que va cayendo desde la acequia al volumen de la
Laguna.
Me da la impresión de que este
hombre, con su cerebro y con su enorme barba, piensa: “Haec aqua benedicta,
sit nobis salus et vita”.
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