martes, 18 de septiembre de 2018

“Partida de Defunción del Monje de Montearagón, Dom Guillermo Perote




Mosen  Alejandro   Tricas García, Cura Párroco de Siétamo, me regaló el “Extracto de Partida de Defunción del último de los que fueron Monjes de Montearagón-
Obispado de Huesca.
Arciprestazgo de Montearagón=Extracto de partidas de defunción ocurridas en la Parroquia de San Vicente Mártir de Siétamo, desde el uno de Enero de 1897 al treinta y uno de Diciembre de 1.897……………………………………..
El veinticinco de Julio de 1.897 falleció DOM GUILLERMO PEROTE USÉ, ECLESIÁSTICO SACERDOTE, NATURAL DE MADRID, HIJO DE JULIAN y de MARÍA DEL ROSARIO, NATURALES DE MADRID………………………………
Firma la Partida Don MANUEL  BETRÁN, Párroco de  SIÉTAMO.
Lo certifica Don ALEJANDRO  TRICAS GARCÍA.
Firma el mismo Alejandro Tricas García.
Sello de goma de la Parroquia de San Vicente Martir, con su imagen en medio y debajo SIÉTAMO”.
Don ALEJANDRO TRICAS fue durante muchos años Párroco de Siétamo y al escribir yo mismo, alguna historia del Monasterio de Montearagón, me regaló el “Extracto de Partida de Defunción del último de los que fueron Monjes de Montearagón”. Murió en las Hermanitas de Huesca a los noventa y seis años de edad y siempre lo veía acompañado por un caballero, compañero de Residencia en las Hermanitas de los Pobres. Los veía frecuentar el Casino Oscense, donde tomaban un café
Era natural del pueblo de NUENO, desde donde se observa toda la Plana de Huesca y si volvía su mirada hacia el Norte, se respiraban los aires pirenáicos.
Estudió para ser sacerdote en el Seminario de Huesca y desde casi un niño, cuando salían de paseo del Seminario, tenían que escuchar los improperios de gentes, que  sin aceptar su malestar, en ocasiones, tenían que atribuir las penalidades de la vida, de las que no eran los culpables los pobres seminaristas, a los que  convertían en culpables del malestar que se iba extendiendo por el Mundo.
Habían ya pasado muchos años de su infancia,  en que los estaban formando de sacerdotes y sentado en Siétamo, a la sombra de una acacia, recordaba aquellos tristes días y se sublevaba su mente y su corazón, exclamando, a veces ¡cómo me daban ganas de salir a perseguir a esos falsos acusadores!. Él  era  un niño y no se daba cuenta de la situación de descontento revolucionario, que buscaba revoluciones y corrientes de sangre, humana, que corrieran por el Mundo. Pasaron los años y Alejandro ,continuó en el Seminario y alcanzó la gracia de llegar a ser sacerdote. Estuvo honrando a la iglesia y entre otros pueblos fue Párroco del  pueblo serrano de Coscullano. Desde sus estudios en el Seminario, Mosen, después de Coscullano, fue destinado a Siétamo,donde sirvió a Dios y al Pueblo muchos años.
 Había pasado la Guerra y muerto cultivando la fe en la iglesia de Siétamo, sirvió al Señor Mosen Marcelino Playán, nacido en Antillón.  Recuerdo como antes de la Guerra Civil de 1936, a Siétamo, iba  el Cura del   pueblo de Ola,  Mosen Ferrer, que era hijo de un Médico de Siétamo, donde cazaban conejos y perdices, para ganarse los alimentos que necesitaban comer.  Incluso   llegué  a  ayudar a Mosen Marcelino en el bautizo de un niño, en la Parroquia de  Siétamo. Ambos Párrocos montaban en sus caballos, el Cura de Ola, heredado de su padre el Médico, tal vez  para servir al Señor y para desplazarse a cazar en los montes.
Pero estaba ya muy cerca de llegar la Guerra Civil, de la que Mosen Marcelino tuvo que huir, acompañado por el Cura de Ola. Se vieron forzados a huir, pues en la Diócesis de Huesca  mataron a decenas de sacerdotes. Destruyeron 145 parroquias y 128 ermitas, haciendo desaparece multitud de obras de Arte. Mosen Marcelino Playán que conocía el comportamiento antirreligioso de muchos de los republicanos, ocultó en lo alto de la bóveda de la iglesia, objetos muchos de ellos de plata,  que  al  acabar la Guerra, se colocaron en la Capilla de “Cavero”, en un mueble acristalado.  El odio, como vieron  ambos bandos de la Guerra  fue  enorme pues incluso en la zona Nacional, fue asesinado un sacerdote.
El Canónigo Don Damián Peñart y Peñart escribió en la Historia de la Diócesis de Huesca, lo siguiente: “Acaso el juicio de Balmes sobre la  Edad  Media, definiéndola como la religión afeada por la barbarie y la barbarie al servicio de la religión, pudiera aplicarse en alguna medida a la historia del Altoaragón, en la Edad Moderna. Todos los altoaragoneses se manifestaban católicos, pero abundaban las creencias en brujas, hechizos y supersticiones. Todos se declaraban católicos, pero faltaba a veces la armoniosa convivencia entre familias y pueblos rivales.Pero lo que creaba un ambiente de lucha, eran los desequilibrios económicos. Mujeres y jornaleros tenían menguados algunos derechos. No  obstante  la fe, la nobleza y lealtad, la firmeza de la palabra dada, la honradez, la hospitalidad, la austeridad y el sacrificio eran cualidades muy enraizadas en el alma del pueblo altoaragonés”.
Crecía la población, disminuía la producción para la alimentación del pueblo y como decía Balmes:” la religión era afectada por la barbarie y la barbarie al servicio de la religión”.
Acabada la Guerra,  entre las ruinas de las casas derribadas en el pueblo, se veía a los dos hermanicos pequeños de una de esas ruinas, buscar algún pequeño trozo de pan, para untarlo con un poco de vino. No siempre podían alcanzar ese trozo de pan.
En esa Guerra se acabó con el pan y aumentaron los chorros de sangre humana y las masas de muros y de paredes derribados, que a veces hacían dormir a las personas en los restos abatidos por el fuego.
 Mosen Marcelino, después de ser perseguido y de anunciarse varias veces su muerte, todavía pensaba en el progreso de los ciudadanos del pueblo, pues cuando se   inauguró  el Campo de Aviación de Vuelos si Motor, influyó en los vecinos de Ola para que suministraran al Campo de Monflorite con el agua del manantial de su pueblo.
Poco tiempo después murió el valiente y caritativo Mosen Marcelino y en la casa que había habitado el caritativo sacerdote, se estableció el nuevo Párroco de Siétamo. Este fue Mosen Alejandro Tricas , que vivió feliz muchos años en Siétamo, pues dicen que  alcanzó la esperanza de vivir en Siétamo hasta los cien años de edad. Pero murió en la Hermanitas de los Pobres. Vinieron sus parientes de Nueno y se llevaron sus muebles, pero a mí me quedaron unas estampas de la Virgen de la Esperanza, adornada con paisajes de Siétamo.
Don Alejandro quería levantar el bienestar de sus feligreses y les traía arboles frutales para que los plantaran en sus huertos. Los   nuevos quieren como les enseñó Mosen Alejandro, restaurar las virtudes antiguas, aumentar la producción y hacer desaparecer el odio, la violencia y las brujas, que se  introdujeron  hacía ya unos años, como locas, en Casa de Lobateras, en parte del Bar- Restaurante. Pero Lobateras las arrojó de su casa y del Bar, para ser felices los habitantes de Siétamo, con los alimentos sabrosos, que el Restaurante proporciona a sus clientes.


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