sábado, 1 de septiembre de 2018

Nostalgias del ayer. (Antigua Judería-11- 81)



Cuando, en algunas ocasiones, veo por las calles del pueblo pasar unas personas que lo miran todo, pero se les nota como acosados, pienso que son originarios de allí o de ayer. Raras veces me equivoco. Trato de aproximarme a ellas y cuando se ven acogidas, se abren y me hablan de su antigua casa desaparecida y de sus abuelos. Casi siempre tengo referencias de ellos y al contárselas , esa apariencia de acosados se transforma en satisfacción y se van contentos del pueblo de sus antepasados. Otros no se atrevan a regresar y mueren con la nostalgia de un pueblo de origen y con la amargura de ser desconocidos en la tierra de sus antepasados.
A unos argentinos les enseñé una fotografía de su madre, que saqué de un viejo álbum y les saltaron las lágrimas. Hay otros emigrantes que se fueron de España hace quinientos años y sus descendientes conservan la nostalgia de nuestra tierra. Algunos se han atrevido a venir a visitar los pueblos de origen y en Fraga concretamente se han presentado sefarditas a conocer personas de su mismo apellido, a las que se declararon parientes. Otros no se han decidido a visitar la tierra que todavía consideran como su patria, a pesar de que algunos conservan la llave del hogar que abandonaron sus ancestros. Sería triste recorrer unas calles de las que ya ha desaparecido su casa; encontrarían en Barrio Nuevo (antigua Judería) unas gentes, que quedarían extrañadas al escuchar su arcaico castellano; se encontrarían como como fantasmas o como espíritus que retornan a visitar aquellos parajes que recorrían en vida.
Yo conocí un sefardita que huía de la guerra europea, sabía hablar once lenguas y era una delicia escucharle su dulce castellano. Parecía un español del siglo XVI que entonces se quedara dormido y despertase en el siglo XX. Le dimos comida y ropa, pero no trabajo para dar clases  de lenguas, que era lo que pedía. Hizo un paquete con el donativo y para atarlo pidió una “cuerdillita”. ¡Cuantas palabras como esa podríamos  aprender de esas gentes si tuviéramos contacto con ellas!. También sería interesante leer las obras de los sefarditas en otras lenguas ajenas; el castellano lo reservan para la nostalgia. Así ocurre con el último premio Nobel de Literatura, Canetti. Su apellido procede de Cañete, en Cuenca, y es fácil explicarse  la  transformación  de Cañete en Canetti, entre otras razones  porque la tilde de la ñ no existe en otras lenguas. Ha reconocido su deseo, muchas veces reprimido, de volver a España. Ahora que ha alcanzado la gloria literaria, tal vez sea invitado a visitar Cañete y vuelva a encontrar personas de su misma estirpe, pero es triste que con la masa de sefarditas, que todavía conservan nuestra lengua, no mantengamos ninguna relación humana y cultural.  

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